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Elecciones Andalucía

Andalucía indulta a la derecha

  • El triunfo de Juanma Moreno es histórico: gana al PSOE en las ocho provincias, devora a Ciudadanos, frena en seco a Vox y muerde en el electorado socialista más moderado

Juan Espadas da un abrazo a un compañero del PSOE tras la jornada electoral.

Juan Espadas da un abrazo a un compañero del PSOE tras la jornada electoral. / Julio Muñoz / Efe

El triunfo de Juanma Moreno es histórico por varias razones. El mismo líder inseguro que logró en 2018 los peores resultados del PP en unas elecciones autonómicas y alcanzó la presidencia de la Junta por carambola es desde anoche el gobernante de la primera comunidad autónoma de España. Por mayoría no suficiente ni viable, sino absoluta. Ha ganado en las ocho provincias, en todas las capitales y poblaciones importantes -hasta en Dos Hermanas, el templo sagrado del socialismo contemporáneo-, con 58 diputados de 109. Ha devorado a sus socios de Ciudadanos, pero también ha mordido en el electorado socialista más moderado (el PSOE perdió 150.000 votos). Y ha frenado en seco a la ultraderecha.

Las encuestas no se equivocaron. Ni se equivocaron los estrategas electorales del PP, que llevaban meses poniendo trabas a la euforia que emanaba de sus propios sondeos para abortar la desmovilización. Y las encuestas no erraron porque eran unánimes en la tendencia de voto de los andaluces, pero sobre todo porque eran unánimes en otros aspectos más decisivos: la valoración personal de Juanma Moreno era muy superior a la de los otros seis candidatos y su gestión en la Junta era percibida como positiva por una amplia mayoría, incluyendo buena parte de los votantes de otros partidos de izquierda y derecha.

Se consolida el cambio iniciado en 2018: los andaluces perdonan el error de la derecha (28-F)

El liderazgo tranquilo, la gestión prudente y el mensaje transversal despejaron favorablemente la única duda que existía al inicio de la campaña electoral: si el seguro ganador de los comicios iba a poder gobernar en solitario o tendría que ceder al chantaje explícito de Vox y hacer vicepresidenta a Macarena Olona. También se ha beneficiado de dos circunstancias ajenas. Una, la desastrosa campaña de Olona, una tigresa de papel que centró sus ataques en el presidente pese a que sus antiguos electores lo valoraban positivamente, y su impostura de paracaidista sin proyecto ni programa para Andalucía. Otra, la alarma sembrada por la izquierda contra la eventualidad de un pacto PP-Vox. Fue el eje de la campaña de socialistas e izquierdistas divididos. No funcionó. Porque llevaban cuatro años acusando al PP de ser rehén de Vox, desde su apoyo en la investidura de 2018, y eso no se correspondía con la realidad, y porque abusaron tanto de la cantinela antifascista que facilitaron el mensaje de Moreno Bonilla a los electores: quiero gobernar solo, votadme a mí en masa para no pactar con los ultras. Ese ha sido el voto útil de estas elecciones.

El otro gran revulsivo histórico del 19-J consiste en que ha confirmado un cambio radical en el escenario político andaluz y nacional. El deslizamiento de Andalucía hacia la derecha, que ya apuntó en 2012 con la victoria insuficiente de Javier Arenas y se consolidó en 2018 con la mayoría articulada por el pacto PP-Cs-Vox, adquiere desde ayer una contundencia incontrovertible: los conservadores tienen 72 escaños y las izquierdas 37. Dos tercios frente a un tercio. Eso ocurre en Andalucía, que ha sido durante casi cuarenta años el motor de la hegemonía socialista en España, el granero que ha permitido al PSOE asegurar sus triunfos en las elecciones generales y suavizar sus derrotas. De este modo las nuevas generaciones de andaluces han venido a indultar a la derecha de su pecado original de rechazo de la autonomía de Andalucía (entonces, UCD y AP). Como digo, un terremoto en la Historia de la comunidad.

Defender a Sánchez y su cruzada contra Vox hace perder votos a Espadas (30 escaños)

Y de España. El periódico más cercano a la Moncloa ya anunciaba ayer mismo, antes de la apertura de los colegios electorales la reacción del Gobierno ante la derrota: lo que estaba a punto de suceder no es extrapolable a la política nacional (hay un argumento: en 2018 Susana Díaz sacó en Andalucía cientos de miles de votos menos que Pedro Sánchez en 2019). Pero es un hecho que el mayor enemigo de Juan Espadas ha sido Sánchez. Él lo impuso como candidato para aniquilar a Susana, él ha obligado al candidato socialista a colocar la cruzada contra Vox como eje de la campaña -la misma que pretende manejar para las elecciones generales-, y él ha venido a Andalucía a defender a su Gobierno más que a promover el proyecto de Espadas.

Y defender al Gobierno Sánchez, con sus alianzas con los nacionalismos ricos, su debilidad ante los chantajes y sus maniobras para no perder el poder, con una inflación galopante, es hoy perder votos. Ya saben el resultado: tres escaños menos que Susana.

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