Patrimonio | Transformaciones arquitectónicas

De las 'ruinas' industriales como viajes en el tiempo

  • El barcelonés Jorge Conde cartografía por toda Europa viejos edificios y complejos de uso fabril reconvertidos en centros de arte contemporáneo

Las chimeneas de Pickman en el monasterio de la Cartuja, sede del CAAC.

Las chimeneas de Pickman en el monasterio de la Cartuja, sede del CAAC. / Jorge Conde

Movido por el interés que siempre despertaron en él asuntos de incumbencia colectiva e íntimamente conectados como la callada pero elocuente memoria de los lugares y los complejos resortes de las identidades urbanas, el artista barcelonés Jorge Conde dedicó prácticamente una década a viajar por toda Europa. Los puntos que dibujaron su itinerario en el mapa, 120 espacios en 60 ciudades de todo el continente, fueron todos infraestructuras industriales obsoletas -fábricas, mataderos, talleres, estaciones de ferrocarril, torres de agua...- que en algún momento de la historia reciente fueron rehabilitadas como centros de artes visuales o de pensamiento contemporáneo.

Exteriores del actual Museo Ruso de Málaga. Exteriores del actual Museo Ruso de Málaga.

Exteriores del actual Museo Ruso de Málaga. / Jorge Conde

"El origen de la idea se remonta al año 2009, con la anterior crisis. Como artista y como usuario de museos y centros de arte me pregunté, en ese contexto tan desalentador, qué destino iban a tener todos esos enormes contenedores culturales. Lo cual implica, claro, que no sólo hay que ofrecer, en teoría al menos, una programación interesante, rigurosa, de calidad; sino que además hay que conservar los edificios, tan particulares, de manera adecuada. Lo cual, de nuevo, significa mucha gente, un auténtico ejército de empleados, es decir, mucho dinero. Y ahora, casual y desgraciadamente, nos encontramos en otro momento de terrible crisis, con el agravante del problema sanitario", afirma Conde, que presenta estos días -hasta el próximo 4 de abril- el fruto de esta investigación, una exposición titulada Estas ruinas que (no) ves son una promesa, en la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid.

El artista recoge 120 centros, cinco de ellos ubicados en Sevilla, Málaga y Cádiz

El Viejo Continente no es conocido así por el capricho de nadie, de modo que Conde, a la hora de llevar a la práctica este "diálogo del tiempo con el espacio", no tuvo precisamente problemas para encontrar casos relevantes y significativos. Cita algunos ejemplos que le cautivaron: el Deichtorhallen de Hamburgo, un complejo dedicado a la fotografía y el arte contemporáneo en una zona de la ciudad alemana que se libró de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y que antes de su actual uso fue mercado de mayoristas y estación-cochera de ferrocarriles; el conocido Le Centquatre, un centro cultural de París que anteriormente albergó la vastísima empresa municipal de pompas fúnebres; y la Pinacoteca Giovanni y Marella Agnelli, la galería de pintura antigua y moderna perteneciente a la todopoderosa familia que se hizo de oro con Fiat, ubicada en la histórica y espectacular sede de la marca automovilística de Lingotto, en Turín; aquella misma en cuya azotea, en la edad de oro de la empresa, se construyó un circuito oval de 1.300 metros con curvas peraltadas donde el capo Giovanni Agnelli mandaba a probar los nuevos modelos.

"El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo está muy cerca de ser un caso único", afirma

Pero el primer ejemplo que menciona Conde queda mucho más cerca. Concretamente en la isla de la Cartuja. "El actual Centro Andaluz de Arte Contemporáneo está muy cerca de ser un caso único en el mundo, si es que no lo es", dice el artista sobre la densidad histórica que encierra el bellísimo recinto del antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas fundado en el siglo XIV por Gonzalo de Mena, utilizado en 1810 -tras ser expulsados los cartujos- por las tropas napoleónicas como cuartel y arsenal, adquirido en 1839 por el comerciante inglés Charles Pickman, quien instalaría en el convento una fábrica de loza y porcelana china, y desde 1986 en manos de la Junta de Andalucía, tras el cese de la actividad industrial en el Monasterio en 1982. "Es como si el conjunto fuera en sí mismo una especie de túnel compresor del tiempo", apostilla admirado el artista barcelonés.

Patio central del Espacio de Cultura Contemporánea de Cádiz. Patio central del Espacio de Cultura Contemporánea de Cádiz.

Patio central del Espacio de Cultura Contemporánea de Cádiz. / Jorge Conde

Conde ha recogido en su proyecto otras cuatro aportaciones andaluzas a esta singular cartografía de vestigios arquitectónicos que representan "una organización social y un modelo productivo hoy obsoletos, y a los que se ha dado un nuevo uso con la cultura como eje central". Una está en Cádiz: el Espacio de Cultura Contemporánea, inaugurado en 2017, que se ubica en un edificio rehabilitado en 2012 y que acogió el antiguo cuartel de artillería de Carlos III y sus distintos arsenales y almacenes, edificado originalmente en 1733 siguiendo un diseño de Ignacio Sala. Las otras tres llevan el sello de Málaga: La Térmica, edificio erigido en 1904 como lo que entonces se llamaba casa de misericordia, aunque en 1909, antes de empezar a funcionar, se empleó como hospital militar para atender a heridos de la Guerra de Marruecos, para más tarde acoger, entre otras actividades, un importante taller de artes gráficas; el Centro de Arte Contemporáneo, que ocupa desde el año 2003 el antiguo mercado de mayoristas de la ciudad; y la sede en España de la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo, en el edificio de la antigua Real Fábrica de Tabacos de Málaga, un edificio de estilo regionalista construido en 1929 en la orilla occidental del río Guadalmedina, junto al ensanche industrial que se estaba formando en la próxima playa de San Andrés.

La Térmica en Málaga. La Térmica en Málaga.

La Térmica en Málaga. / Jorge Conde

A Jorge Conde -dice- no le gusta ser "explícito", sobre todo cuando se trata de "elucubrar". Pero el caso malagueño le da pie para comentar un aspecto que constituye, dice, "el quid" de su proyecto: la reflexión sobre la tendencia a la espectacularización de la cultura y su empleo prioritario como palanca de la explotación turística. "Yo soy de Barcelona -dice- y conozco bien ese modelo, que mi ciudad abrazó de manera radical, hasta el punto que yo diría que desde los Juegos Olímpicos del 92 ha vivido de la proyección de su imagen en el exterior. Y ocurre que, siguiendo ese mismo modelo, a veces encuentras que hay ciudades con una oferta cultural que parece sobredimensionada, ciudades que no tienen un público local suficiente para mantener proyectos tan costosos en el tiempo. Y si además, como está ocurriendo ahora, no hay turistas como antes... No hay que ser muy perspicaz para aventurar que los próximos años van a ser de grandes dificultades y transformaciones. Igual que los artistas, debido a la pandemia, hemos tenido que reorientar en gran medida los temas sobre los que investigamos y la manera de presentarlos públicamente, también estos grandes centros de arte se tendrán que reinventar".

Infografías incluidas en la exposición del artista en Tabacalera Madrid. Infografías incluidas en la exposición del artista en Tabacalera Madrid.

Infografías incluidas en la exposición del artista en Tabacalera Madrid. / Jorge Conde

En la exposición que presenta en Madrid fruto de su recorrido por 120 espacios europeos de estas características, Conde dedica un apartado a imaginar -mediante recreaciones infográficas- cómo serán esas infraestructuras en el futuro, de qué manera podrían evolucionar. "Pese a todo, quiero transmitir la promesa de un futuro mejor, sin nostalgias ni utopías, un futuro en el que la cultura tenga un rol importante", dice al respecto Conde, antes de recalcar que "recuperar estos espacios desde la cultura sirve para preservar la memoria de una sociedad que ya no existe, de un modelo productivo que está extinto".

Al adentrarse en la exposición, explica el artista barcelonés, "el visitante sentirá que se encuentra en un limbo temporal, entre un pasado muy presente y la contemporaneidad, gracias a la ayuda de dispositivos tecnológicos y a cómo están ideadas las instalaciones y el recorrido. "Quiero sumergir al visitante en un dispositivo sensorial que lo suspenda en el tiempo histórico y donde todas las obras estén íntimamente relacionadas con la propia arquitectura del espacio que acoge la exposición", explica Conde. El panorama actual no invita demasiado a hacer grandes planes, lamenta, pero aun así el artista está trabajando ya para que Estas ruinas que (no) ves son una promesa pueda verse, tras su exhibición en Madrid, en otras ciudades.   

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