Al Oeste de las dos Españas

Sordo | Crítica

Asier Etxeandía en una imagen de 'Sordo'.
Asier Etxeandía en una imagen de 'Sordo'.

Ficha

*** 'Sordo'. Western-cómic, España, 2019, 120 min. Dirección: Alfonso Cortés-Cavanillas. Guion: Alfonso Cortés-Cavanillas, Juan Carlos Díaz. Fotografía: Adolpho Cañadas. Música: Carlos Martín. Intérpretes: Asier Etxeandia, Aitor Luna, Hugo Silva, Marián Álvarez, Imanol Arias, Olimpia Melinte, Manuel de Blas, Ruth Díaz.

De las tres películas españolas que se estrenan este otoño sobre la guerra y la posguerra civil, a saber, Mientras dure la guerra, de Amenábar, La trinchera infinita, de Garaño, Goenaga y Arregi y Sordo, de Alfonso Cortés-Cavanillas, es esta última la que aborda el supuesto eterno asunto de nuestro cine desde una perspectiva de género y con más licencias cinematográficas y ficcionales.

A partir de la novela gráfica de David Muñoz y Rayco Pulido basada a su vez en un acontecimiento histórico contrastado, a saber, el intento de invasión y reconquista del poder por parte de las milicias republicanas en la frontera del Valle de Arán en octubre de 1944, Sordo adopta un indisimulado aroma pulp y las maneras, esquemas, personajes y situaciones del western para desplegar sobre la España fratricida y deprimida de la época un poderoso ejercicio de estilo que remite no sólo a lo modos clásicos del género sino también a su relectura posmoderna por parte de un cineasta como Tarantino, inevitable referencia, en ocasiones por la vía de la cita explícita o el plagio (véase el personaje de la mercenaria rusa con un parche en el ojo o cierta tendencia a la dilatación de las escenas), para una película que se aparta poco a poco de los manuales de Historia para funcionar como un filme de aventuras en plena naturaleza delimitado por sus héroes, maquis de aspecto glamuroso, sus antihéroes, militares malencarados y vengativos, y sus correspondientes persecuciones bosque a través en las que el paisaje funciona como telón de fondo trágico, la fauna como contrapunto simbólico para su trayecto de muerte y fatalismo y las mujeres (Marian Álvarez) como muleta para el refugio o el amor incluso.

Un sobrio Asier Etxeandía compone además a un personaje bastante bien perfilado en su sordera sobrevenida, argucia de guion que permite desplazar el interés narrativo y formal del filme hacia los elementos puramente visuales y sonoros dejando la palabra y el texto en unos agradecidos mínimos que nos ahorran explicaciones e innecesarios apuntes de contexto.

Cortés-Cavanillas se confirma como buen estilista de imitación aunque no siempre consigue domar del todo su tendencia al exceso, ya sea por cuenta del abundante uso de la música orquestal o bien por algunas resoluciones en las escenas de acción y violencia explícita que se nos antojan algo enfáticas o pasadas de rosca.

Con todo, Sordo supone al menos un nuevo y loable intento de integrar la Historia y el cine de género en un territorio casi siempre abonado para viejas inercias dramáticas y un cierto maniqueísmo que quiere pasar por realista. Con las cartas marcadas y el mapa bien trazado desde los primeros compases, la película sabe mantenerse fiel a su premisa y a su tono, no da gato por liebre y sostiene una mirada insólita y suficientemente original sobre uno de esos viejos tópicos del cine español que conviene desterrar de cuando en cuando.

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