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La comedia humana | Crítica

La epopeya burguesa

  • Hermida Editores publica el penúltimo volumen, el XVI, de 'La comedia humana' de Balzac, obra mayor de la literatura del XIX, donde se resume el nacimiento ideológico, cultural, irreligioso del mundo contemporáneo

Honoré de Balzac retratado por Bisson en 1842

Honoré de Balzac retratado por Bisson en 1842

La editorial Hermida publica, en estos días, el penúltimo tomo -¡el XVI!-, de La comedia humana de Balzac, donde se da fin a los “Estudios filosóficos”, segunda parte de este colosal empeño, en el que se prefigura, en muchos aspectos, el En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, aparecido algunas décadas más tarde. Bernard de Fallois se preguntaba, a cuenta de Proust, si no sería él el verdadero autor de La comedia humana, ya que en Balzac es el drama, la peripecia, un vasto movimiento tectónico de masas, la Revolución y sus amenes, aquello que se retrata, mientras que en Proust es la tenue exudación de un mundo opalino y en trance de desaparecer, no sin un gesto de involuntaria comicidad, lo que se nos ofrece.

El lector español, aparte de numerosas ocasiones para el disfrute, encontrará ciertos temas y fulguraciones habituales en Valle-Inclán

Pero qué enorme escritor es Balzac. Y ello, no a pesar del dramatismo romántico y la trepidación que suponemos -acuciado por la falta de pecunio- en sus páginas. El lector español, aparte de numerosísimas ocasiones para el disfrute, encontrará un sutil placer erudito: aquel de adivinar, con total evidencia, de dónde vienen ciertos temas y fulguraciones, habituales en nuestro don Ramón del Valle-Inclán. Temas y fluguraciones que habrá de compartir con un viejo legitimista normando, enemigo de Flaubert, el extraordinario cuan desconocido Jules Amadee Barbey D'Aurevilly, autor de Las diabólicas y La hechizada. En este Balzac de los “Estudios filosóficos”, que preceden a los “Estudios analíticos” y que vienen ambos de unos amplísimos “Estudios de costumbres”; en estos estudios filosóficos, digo, el lector encontrará novelas y relatos, en número de trece, donde volveremos a cruzarnos con dos cuestiones propias del mundo balzaquiano. Ya sea la conmoción espiritual y la quiebra social que implica el fin del Antiguo Régimen, junto a la consiguiente diseminación del mundo burgués; ya sea la propia formulación del hecho artístico y el modo en que resume (si es que lo resume y en qué sentido), el mundo circundante. Quiere decirse que, en Balzac, y embutida en una trepidación de apariencia convencional, se esconde la inteligencia del pensador y el juicio del esteta. Pero también, y no en menor medida, la mira del historiador y la urgencia del sociólogo. En Balzac, en fin, encontramos el violento ocaso de aquello que Cyrulnik llamó, con noble sencillez, “el encantamiento del mundo”.

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