Héroes que baten otros récords

Atletismo l XXV Maratón de Sevilla

Siete sevillanos correrán su Maratón número 25, los mismos años que tiene la cita hispalense a sus espaldas · Alguno colgará en esta efeméride las zapatillas tras una vida dedicada al atletismo

Pablo Salvago / Sevilla

21 de febrero 2009 - 05:02

El maratoniano es un atleta diferente en todos los sentidos. Es un sufridor nato, que busca de donde no hay el tiempo para correr y prepararse de cara a la prueba de fondo por antonomasia. Los hay que se levantan de madrugada y aprovechan las primeras horas del día, cuando las farolas encaran el último tramo de la jornada; otros se entrenan al mediodía, antes o después del almuerzo, porque, después, tienen que volver al tajo; y están los que corren de noche "para relajarse". En fin, que los hay para todos los gustos, pero a ninguno le falta el gusanillo que les hace "continuar y no parar".

Son sufridores, pero también héroes modernos y populares, ya que para recorrer los más de 42 kilómetros de cualquier maratón hace falta valor, ganas y, "por qué no, un poco de locura". Locos o no, siete de estos apasionados encaran mañana su Maratón de Sevilla número 25. No se han perdido ninguno y han crecido de manera paralela a la prueba, aunque alguno colgará las zapatillas en las bodas de plata. "Esta edición será la última para mí. Este año voy sin entrenar, con las rentas del pasado, porque cada vez dispongo de menos tiempo, así que quiero retirarme cuando todavía puedo cruzar la meta con una buena marca", indica Manuel del Villar, carnicero de profesión y uno de esos de los que come deprisa porque a primera hora de la tarde regresa al trabajo: "Si no fuera porque mi mujer aguanta y comprende lo que significa esto para mí, ya lo hubiera dejado. La familia es una parte muy importante de esta afición, pues, de manera pasiva, son tan sufridores como nosotros", explica, un aspecto con el que coinciden el resto de sus compañeros.

La prueba hispalense se ha consolidado en el calendario nacional como una de las mejores de España, pero aún le queda un pasito para equipararse a otras de talla internacional. "He estado tres veces en el de Nueva York y, salvando las distancias que hay entre las ciudades, para mí esta prueba es la mejor del mundo. Sevilla tiene condiciones para estar a la altura de otras grandes carreras europeas, pero necesita un esfuerzo y ciertas mejoras. Resulta escalofriante como tres millones de personas se echan a las calles para animar al último como si fuese el primero, y eso aquí se echa de menos, aunque la gente es muy eufórica", señala Julio Molina, un atleta que ya ha corrido en Berlín, Amsterdam, Londres, Venecia y Madrid, entre otras. Es decir, una voz más que autorizada, que se plantea como reto llegar a los 70 años con otros tantos maratones en las piernas, y que recuerda con nostalgia las primera ediciones con la meta en la Plaza de España: "Eran especiales por aquello del romanticismo que evocaba el escenario. El parque se llenaba de corredores comiendo y descansando en el césped que daban a la cita un encanto especial".

Otro de los que añora esos tiempos es Eduardo Silva, un veterano de 64 años que "jamás" olvidará cuando, camino de la meta en la Plaza de España, "la gente se agolpaba hasta hacerte correr en un estrecho pasillo que te ponía los pelos de punta". La veteranía da para mucho, también para momentos no tan buenos ni especiales: "Una vez me tomé una barrita de energía que no me sentó nada bien. Me empezaron a dar tantos mareos que me caía y creí que no terminaba, y al final era que tenía tan fuerte atados los cordones de las zapatillas que no circulaba bien la sangre. El espíritu, como el de cualquiera, es terminar como sea, pero hay otros héroes que son los que acaban después de más de cuatro horas de sufrimiento. Ésos son los verdaderos protagonistas".

Pero no siempre la carrera ha sido todo lo plácida que los atletas esperan en una ciudad "donde llueve dos veces al año", ya que en 2005 el viento, el frío y el agua hicieron del maratón "un infierno". "Para mí, y para muchos, fue el peor. La gente se refugiaba en los portales para no mojarse y faltaban ambulancias y personal para cubrir los casos de hipotermias. Yo acabé diez minutos antes de que cerrasen el control (4h.50)", recuerda Antonio González, un experto en estas lides que, sin embargo, confiesa "sentir aún algo especial cada vez que se dirige a la salida: "Cuando voy en el coche, no sé por qué, pero me da por llorar. Quizá sea de emoción o satisfacción, o porque no sé si será el último. Algún día será, pero no cuando yo diga, sino cuando Dios quiera. Antes, me gustaría cumplir el sueño de correr en Nueva York".

Para el que sí será el último Maratón es para Antonio Gelo: "Si finalizo el 25, se acabó, aunque seguiré con el fútbol, el tenis, la bicicleta y otros deportes que no requieran tanta dedicación", destaca este repartidor de 55 años para el que "resulta indescriptible el momento de cruzar la meta. Eso sólo lo sabe el que lo hace", afirma, mientras Manuel Rodríguez no se pone fecha de caducidad: "Cuando deje de disfrutar, dejaré de correr. El Maratón ha servido para popularizar este deporte. Antes, cuando me veían correr me decían un pico y una pala te daba yo, y ahora que la gente corra es algo normal, aunque todavía el fútbol lo monopoliza todo. Yo corro con la bandera de Andalucía, y cuando escucho "Viva el Betis" tengo que explicar que no llevo los colores de un equipo, sino los de nuestra tierra".

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