Deportes

Superhéroes con zapatillas

  • La organización de la prueba, que opta al sello internacional Gold Label, homenajeó a los seis atletas que han corrido las 32 ediciones anteriores

La cuenta atrás ha empezado. El próximo 19 de febrero una marea humana tomará las calles de la ciudad hispalense. Correr, lo que hace décadas era cosa de unos pocos locos y hace unos años una moda, se ha convertido en un filón económico para la ciudad y el Maratón de Sevilla es su motor. Unos 13.700 atletas disputarán la XXXIII edición, batiendo el récord de participación, en la que se estrena el sello internacional Silver IAAF Label, con el objetivo de convertir la plata en oro en 2018.

Para ello la organización ha tirado de chequera para contratar a atletas de gran nivel internacional que elevan el caché, pero la esencia de la carrera son los populares. Esos superhombres con zapatillas que corren por placer, por el subidón que da cruzar la meta y dejar atrás los 42,195 kilómetros. Seis de ellos disputarán el domingo de la semana que viene su Maratón de Sevilla número 33. No han faltado a ninguno y "mientras el cuerpo aguante" no lo harán.

Antonio González, Eduardo Silva, Antonio Gelo, Luis Caballero, Elías Chavete y Julio Molina recibieron un merecido reconocimiento por parte de la organización de la prueba. Su esfuerzo bien lo merece. De hecho, tendrán un dorsal vitalicio para disputar la carrera hasta que quieran. Todos, cada uno con sus historias, han envejecido con la prueba. "En la primera edición incluso tenía pelo", bromea Julio Molina, un trabajador prejubilado de banca que tiene entre ceja y ceja llegar a los 100 maratones. "Éste será el número 81. He hecho las cuentas y seré centenario en el Maratón de Sevilla de 2020. Después ya me pondré otro objetivo para seguir corriendo", asegura un atleta que ha estado en todos los grandes maratones del mundo (Boston, Nueva York, Chicago, Berlín, Ámsterdam, Londres...) menos en el de Tokio. "Coincide siempre en la semana del Maratón de Sevilla", explica.

Antonio González recuerda "lo emotivos que eran los finales en la Plaza de España". "Había tanto público que la gente hacía un pasillo por el que casi había que ir en fila. Era espectacular. El Estadio de la Cartuja es más frío, aunque también tiene su punto por lo mítico y todo lo que supone acabar en un recinto así", recuerda. La última llegada allí fue en 1999. Desde 2000, el majestuoso escenario de la Cartuja acoge el final de la prueba, pero la nostalgia es incompatible con el número de corredores. Entonces la participación rondaba los dos millares. Hoy, con 13.700 inscripciones, la logística lo hace imposible.

Y es que el Maratón de Sevilla ha dado en los últimos años un gran salto de calidad en todos los sentidos. De la categoría Bronze Label lograda en 2014 para 2017 se pasó a Silver Label, "y a punto estuvimos de alcanzar el nivel Gold", apunta Rodrigo Gavela, director de la prueba. Esta edición se ha hecho todo para en 2018 obtener la máxima distinción internacional. La más complicada, "la que se escapa de nuestras manos", afirma, es la deportiva: contar con al menos cinco hombres y otras tanta mujeres con la categoría Gold de cinco nacionalidades distintas que corran en menos de 2.09 horas (ellos) y 2.28 horas (ellas) y duplicar los controles antidopaje de orina (12) y seis de EPO. En esta edición un observador de la IAAF tomará nota de todo lo que ocurra para determinar si Sevilla opta al máximo sello de calidad de la Federación Internacional.

Para ello, el ganador del último año no faltará a la cita, aunque en principio tendrá otro papel. El keniano Cosmas Kiplimo disputará el Maratón de Londres el próximo 23 de abril (que exige exclusividad por contrato) y hará de liebre, aunque en 2014 llegó con ese papel y se vino tan arriba que acabó logrando la primera de sus dos victorias en la capital andaluza en su estreno en la distancia.

Pero en Sevilla las estrellas son otras. Son hombres y mujeres como Antonio Gelo, uno de esos seis infalibles corredores que en 1985 corrió por primera vez un maratón. Repite cada año y lo hace "casi sin entrenar", lo que tiene mucho más mérito. Llamativo es el caso de Elías Chavete. Correrá su 33 Maratón de Sevilla repitiendo el domingo su ritual de los últimos 31 años: levantarse a las cinco de la madrugada para emprender el viaje desde Mérida. Y después de cargar en sus piernas los 42,195 kilómetros, coche y vuelta para casa. Como Luis Caballero, un cordobés afincado en El Puerto de Santa María para quien cruzar la meta "es el triunfo de los populares; el tiempo no importa".

Ninguno será uno de esos que harán noche en Sevilla. De las 2,1 de pernoctaciones medias de 2016 la organización prevé que en 2017 serán de 2,9, un aumento más que considerable que se refleja también en otro dato: para el domingo 19 de febrero no hay plazas en AVE de vuelta a Madrid, la segunda provincia con más atletas inscritos con unos 1.400.

Correr está de moda, aunque unos locos ya lo hacían allá por 1985 cuando Fernando Borges, director del primer maratón hispalense, y Manolo Nieto, responsable de la segunda edición, se embarcaron en una empresa que entonces parecía cosa sólo para unos pocos. Uno era Eduardo Silva, que debutó a los 40 años. A los 72 no falla al Maratón de Sevilla y 32 años después aún se hace la misma pregunta. "Todavía no sé por qué corro, pero no puedo parar".

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