Un bético le corta la luz al Betis (0-1)

Betis-Recreativo

Un gol de Dani certifica la crisis de juego de un equipo fatigado que ha perdido el abanico de valores que lo llevó a ser líder · El balón salió frenado y en las bandas no hubo fútbol para romper a un Recre bien cerrado.

Jorge Molina: "Se han analizado los errores para no volver a cometerlos"
Jorge Molina: "Se han analizado los errores para no volver a cometerlos"
Javier Mérida / Sevilla

06 de febrero 2011 - 14:01

Ha tenido que ser alguien criado en el Betis el autor material de una derrota que acarrea consecuencias. Si las dos anteriores en Villarreal y Granada hubiesen hallado cierto antídoto con estos tres puntos que volaron para Huelva, ésta resulta de lo más dañina. Y no sólo por la pérdida del liderato ni de una situación que tiene pinta de agravar el Celta, sino porque certifica la crisis de valores del equipo de Mel.

El fratricidio que nunca hubiese deseado Dani es la consecuencia lógica para un grupo de futbolistas que se ha distraído más de la cuenta durante su periplo copero y que, una vez finalizado éste, se muestra sin luz para cambiar el registro y asumir la condición que lo llevó a ser efímeramente grande: la humildad. Unida al hambre.

El calendario ha venido avisando e incluso le ha ofrecido al Betis treguas quizá merecidas frente a Nàstic y Alcorcón. Pero, al cabo, se ha cansado de esperarlo. Así, ante el enésimo rival que acudió a Heliópolis con la única de intención de arroparse y regresar con un puntito, se mostró severo.

Primero, no le concedió el gol al que se hizo acreedor con un arranque autoritario en pos de una portería bien sellada por Fabricio. Una volea de Rubén Castro y un balón pasado que Jorge Molina quiso ponerle de gol a éste se fueron al traste. Entre ambos, el alcoyano vio cómo de nuevo un juez de línea, como en Villarreal, se interponía en su camino expedito hacia la red. Serios contratiempos para un equipo hoy cogido con alfileres.

En segunda instancia, entrada la hora de juego, el fútbol sí se mostró generoso con un Recre que no había hecho más que dejar de sufrir. Ni mucho menos se soltó el equipo de Carlos Ríos frente a un Betis por entonces a menos, pero gozó de un par de posesiones en el mediocampo y una le sirvió para fabricar el gol de Dani, en una jugada similar pero por el aire a aquélla en la que Jorge Molina revolucionó en exceso un servicio sobre Rubén Castro que, en mejores condiciones, debería haber roto el marcador y, quién sabe, si el partido.

Pero a este Betis que parecía creado con un material infungible lo ha acabado abandonando hasta la fortuna desde que decidiese llevar más allá de lo prudente su bello flirteo con la Copa.

El Recre, que había venido a Sevilla apenas a molestar, se encontró con ese gol de un oportunista nacido en Los Bermejales y se vio reforzado en su rácano pero acertado planteamiento, aunque sólo pueda catalogarse así por carecer de mimbres para otra cosa. No fue noble, empero, el equipo choquero. Cada entrada de un futbolista suyo sobre los verdiblancos hallaba carne y balón a partes iguales. Pero hasta en detalles tan fáciles de apreciar como cuándo un equipo se extralimita en su fútbol le volvió el partido la cara al Betis. El Recre se encontró con un árbitro connivente que señaló una falta sí y otra no y que memorizó los dorsales amonestados cuando no los miró con descaro por si acaso.

Quizá no mereciese el Betis esta derrota, pero de igual modo que le cayó en su zurrón alguna que otra victoria apuradilla. Aunque si la imagen ofrecida en los dos tercios que antecedieron al gol no gustó por su espesura y por su sentido decreciente, tras el cabezazo del trianero a la red de Goitia, se desató un ejercicio de impotencia desconocido a la fecha.

Las interrupciones de balón en la sala de máquinas que, al unísono con las patadas onubenses, habían deparado un juego sucio, deslavazado y sin continuidad alguna, salvo ese paréntesis en que generó tres ocasiones de gol, desaparecieron. Tampoco se veía ya ese feo detalle de los delanteros perdiendo metros para unir líneas en lugar de al revés. Pero sólo porque la presión recreativista fue menor.

Mel se movió. Había pretendido oxígeno y velocidad con Jonathan Pereira tras el descanso y apeló luego a las bandas, hasta entonces propiedad de los laterales. Entró Israel en la izquierda, movió al utrerano a la derecha... Acabó con Arzu en una zaga de tres. Pero ni los suplentes respondieron a los agitados movimientos de su técnico. A la postre, seguía siendo Salva Sevilla quien trataba de enhebrar la aguja sin apenas saliva. O más bien los delanteros le estrecharon en exceso el ojo al virgitano.

El caso es que el Betis se consumió en su fatiga, hasta sufrió algún zarpazo de un Recre reactivado por Aarón y dio por cerrada su tercera derrota seguida casi sin rechistar en el epílogo. Es quizá lo peor: los síntomas que revelan que el equipo está enfermo. Vale que no le dé para presionar arriba como solía, pero su salud debería permitirle despachar a este Recre con un par de latigazos. Ayer ni eso.

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