El valor de la adaptación

Girona | betis · el otro partido

El Betis logró aliarse con la lluvia en un escenario en el que se vio obligado a variar sus argumentos más repetidos para vencer a un Girona que tuvo demasiado miedo

El valor de la adaptación
El valor de la adaptación
Daniel Lagos

13 de marzo 2011 - 05:02

La lluvia de Montilivi fue la gran protagonista del segundo triunfo consecutivo del Betis en su afán por volver a los números de la primera vuelta y olvidar el periplo del mes de febrero. Mel tenía claro qué argumentos había que enseñar para conseguir los tres puntos en condiciones adversas y su equipo ejecutó sus órdenes a la perfección en un ejercicio de fuerzas y despliegue físico que resultó suficiente ante un Girona que exteriorizó sus miedos en el segundo tiempo del encuentro.

El partido tuvo opciones de ser aplazado antes de su inicio e incluso suspendido durante su transcurso. Hacer tres pases seguidos en corto resultaba un reto difícil de desarrollar, mientras que cualquier posible error condenaría a la derrota. Lo sabía el Betis y también el Girona. Pero los verdiblancos adaptaron mejor sus roles y evitaron cualquier complicación desde el centro del campo hacia atrás. El escenario dejaba situaciones peculiares. Nacho evitaba sustos levantando el balón antes de los despejes para salir de la presión. Su inteligencia facilitó la ausencia de grandes peligros en su banda pese a que las triangulaciones en la salida de balón se convirtieron en inexistentes. La adaptación del resto de jugadores seguía la misma línea. Emana entendió que sus controles dirigidos no encontrarían nunca el buen camino entre charcos crecientes, por lo que apeló a la fuerza y al choque para, al menos, vencer en sus duelos directos contra los defensores.

No todos tuvieron la misma adaptación a las condiciones de lluvia. Rubén Castro había saltado al césped con sus condiciones de seco. Trataba de desbordar sin éxito y de desmarcarse a la espalda de los defensores cuando el balón sólo atravesaba esa línea en contadas ocasiones. Pero se disfrazó de protagonista en la jugada menos esperada. El más pequeño remató de cabeza para que el ímpetu de sus compañeros se convirtiera en alegría, para que el destino premiara los intentos del canario en las circunstancias menos favorables.

La ineficacia del rival y el planteamiento táctico del cuadro bético hicieron el resto. La lluvia, mientras, seguía siendo la principal protagonista. Hubo tiempo para que el Girona se quedara con diez y para que Mel agotara los cambios para frenar cualquier intento rival de aprovechar sus opciones. Pero para el Betis el agua mojaba menos. Pesaba menos. Las sensaciones positivas reflejadas por el marcador mejoraron aún más la relación entre el conjunto verdiblanco y el escenario estropeado de Montilivi. Los de Mel ya habían descubierto los lugares en los que el balón se frenaba o éste tomaba velocidad. Y con los elementos a su favor, parecía imposible que los tres puntos se resistieran.

Los béticos desplazados a Gerona tomaron las gradas bajo una lluvia que ya no molestaba. Sus gritos fueron el respaldo definitivo para un equipo que había conseguido ganar sin ahogarse.

El pitido final sirvió para la relajación definitiva. Pepe Mel, mojado desde el minuto uno, esbozaba una sonrisa ganadora en el transcurso del camino que le conducía hacia sus jugadores. Éstos, con Beñat a la cabeza, levantaban los brazos conscientes de que habían vencido al Girona y a la lluvia, conscientes de que su mayor atrevimiento había recibido la mejor de las recompensas.

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