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Abengoa cumple 80 años sin resolver su crisis financiera ni asegurar su futuro

Planta termosolar de Solúcar, construida por Abengoa en Salúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla.

Planta termosolar de Solúcar, construida por Abengoa en Salúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Abengoa cumple hoy 80 años. El 4 de enero de 1941, los ingenieros del Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI), Javier Benjumea Puigcerver y José Manuel Abaurre Fernández-Pasalagua, fundaron en Sevilla, junto con tres amigos y otros familiares, Abengoa SL –después transformada en sociedad anónima–, con un capital social de 180.000 pesetas (1.082 euros). Ocho decenios después, aquella pequeña empresa sigue siendo la multinacional que crearon sus fundadores y herederos, aunque la efeméride llega en un momento crítico para la compañía: ni se ha resuelto la crisis financiera que la acucia –que ha obligado a dos reestructuraciones desde 2015 y está pendiente una tercera–, ni tiene asegurado su futuro, al estar en preconcurso desde agosto pasado y en medio de una guerra entre los gestores que pusieron los acreedores y los actuales accionistas.

El nombre de Abengoa fue formado con los apellidos de los cinco socios fundadores: José Manuel Abaurre (A), Javier Benjumea (BEN), Fernando Gallego (G), Antonio Ortueta (O), y Ricardo Abaurre (A). Aunque fueron Javier Benjumea y José Manuel Abaurre los que lideraron el exitoso desarrollo que tuvo la empresa.

Cuando la fundaron, pretendían fabricar un contador monofásico de cinco amperios, pero desistieron ante los problemas de aprovisionamiento que sufría la España de la posguerra. Pero eso no fue sinónimo de fracaso. Todo lo contrario. En un contexto de reconstrucción del país tras la Guerra Civil, a partir de 1943 Abengoa se dedicó a reparar motores para otras grandes empresas –Cruzcampo o Renfe, entre ellas– así como a elaborar proyectos y ejecutar montajes eléctricos.

En su primer decenio, Abengoa fue creciendo hasta expansionarse por toda Andalucía y logra llevar su negocio a una facturación superior a 45 millones de pesetas (270.456 euros).

Esa expansión se hace nacional durante su segundo decenio, hasta 1960. En una España desarrollista, la empresa consolida su creciente actividad y lleva el negocio hasta los 827 millones de pesetas (4.970.371 euros).

A partir de la de los sesenta empieza su salto a los mercados internacionales, primero en América Latina y de ahí al resto del mundo. Al cumplir 25 años, en 1966, la facturación alcanza ya los 4.880 millones de pesetas (29.329.391 euros).

En los últimos decenios bajo la batuta de los fundadores, en los años 70, 80 y 90 del siglo pasado, el grupo no para de crecer: crea filiales especializadas y la multinacional hace de la innovación su santo y seña. Antes de que la segunda generación tome el mando, el negocio rebasa los 52.396 millones de pesetas (314.906.303 euros).

Es en 1991 cuando Javier Benjumea Puigcerver  deja la dirección en manos de sus hijos, Felipe y Javier Benjumea Llorente, en principio de forma colegiada. En esta nueva etapa Abengoa pone todo su interés en el desarrollo y en la innovación, en tecnologías de la información, las energías renovables, los biocombustibles y os la desalación de agua. Al filo del fin de siglo la cifra de negocio supera los 144.000 millones de pesetas (865.457.431 euros).

En el nuevo milenio y hasta 2015, la empresa siguió creciendo y reorganizó de sus líneas de negocio. Pero la apuesta por desarrollar las energías renovables y los biocombustibles por todo el mundo trae consigo un fuerte endeudamiento.

Entre 2006 y 2012, la deuda se multiplica por seis y empieza a ser demasiado grande. Las agencias de calificación avisan varias veces de ello. Para entonces Felipe Benjumea ya es presidente único del grupo. Para hacer frente a esta situación se venden filiales como Telvent o Befesa  y saca a bolsa en EEUU una sociedad con sus principales activos en concesión (Abengoa Yield). También se alía con EIG Global Energy Partners y promete nuevas desinversiones en ámbitos como el biofuel.

Mediado 2015, sale el consejero delegado y el sector financiero empieza a dudar de la viabilidad del grupo. Benjumea intenta en verano una ampliación de capital, pero el Banco Santander fuerza en septiembre su destitución.

En noviembre de 2016 entra por primera vez en preconcurso. Tras defenestrar a otros dos presidentes –José Domínguez Abascal y Antonio Fornieles–, sitúa al frente del grupo a Gonzalo Urquijo, que pilota la compañía durante cuatro años, en los que se levanta el preconcurso y se ejecutan dos reestructuraciones. Pero el negocio no  funciona para lograr seguir adelante sin otra refinanciación. En agosto se declara por segunda vez el preconcurso de acreedores.

Urquijo cae aunque sólo en la matriz –gobierna desde las filiales– tras enfrentarse a él los accionistas que rechazan el tercer rescate porque rompe societariamente el grupo y liquida la matriz. La rebelión puede hacerse porque el rescate se bloquea por la negativa de la Junta de Andalucía a participar, como había exigido el principal garante de la operación, el Gobierno central.

Los accionistas nombran otro consejo de administración, pero éste les traiciona y se alinea con Urquijo y reclama ejecutar el rescate antes del 31 de diciembre, asegurando que de lo contrario habría que liquidar el grupo. Los accionistas, que han propuesto un nuevo candidato a presidir la empresa, Clemente Fernández, plantean inyectar 22 millones en la filial operativa y pactar un rescate inclusivo que no liquide la matriz. En la semana que quedaba para fin de año, el rescate no se ejecuta y el futuro de la compañía es incierto.

El Gobierno, los acreedores y los accionistas decidirán a partir de ahora si pactan otro rescate y Abengoa tiene futuro más allá de estos 80 años y cuál será.

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