25 años de la muerte de Kurt Kobain, líder de Nirvana
Se cumple un cuarto de siglo desde que el abanderado del grunge se pegara un tiro en su casa de Seattle, dejando un legado eterno de canciones y, sobre todo, un estilo musical que hizo historia
Kurt Cobain, en el concierto MTV Unplugged.
Un disparo. Un segundo atronador que corta la respiración. Así acabó la vida de un ídolo de masas que nunca quiso serlo. Kurt Cobain llevó a rajatabla el comportamiento rebelde y díscolo de otros grandes de la música como Jim Morrison, Jimi Hendrix o Janis Joplin: comienzo humilde, pelotazo artístico, natación en la abundancia, experimentación alucinógena, hastío vital, sexo, drogas, rock and roll... y muerte. Las tres leyendas mencionadas murieron a los 27 años... Y Cobain también. ¿Casualidad?
Después de un primer intento de suicidio con una sobredosis de pastillas en marzo, el 5 de abril de 1994 Cobain se encontraba en casa. Mientras en el equipo de música sonaba el álbum de R.E.M. Automatic for the people (1992), miraba fijamente una libreta.
Kurt Cobain, en plena actuación.
Su última carta estaba dirigida a Boddah, el nombre de su amigo imaginario durante su infancia, y en ella se mostraba hastiado de su papel como estrella: "Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo rock and roll. (…) No os puedo engañar a ninguno de vosotros. Simplemente no sería justo ni para vosotros ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el cien por cien de bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces tengo la sensación de que tengo que fichar antes de subir al escenario".
"A veces tengo la sensación de que tengo que fichar antes de subir al escenario", escribió Cobain en su carta de despedida
Y concluía citando a Neil Young en Hey hey, my my (1979): "Recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente". Cuando terminó de redactarla, sacó del escondite de su armario una escopeta Remington M-11 del calibre 20. Con el arma y la nota, se dirigió hasta el invernadero. Se bebió una última cerveza, encendió un último cigarrillo y se pegó un último chute de heroína (trató de desintoxicarse sin éxito).
Kurt Cobain, con la sombra del divorcio de sus padres siempre en la cabeza y la tormentosa relación con su amada Courtney como una espada de Damocles, clavó con el bolígrafo su carta de despedida en una maceta. Cargó la escopeta con tres cartuchos. Y colocó el arma en su boca. Y el mundo de la música nunca se recuperó de esa devastación.