"Mi Casanova del siglo XXI seduce, roba y corrompe"
-El amor suele estar presente en sus novelas. En la última también…
-Esta es una historia de máximos. En Memorias de un sinvergüenza de siete suelas he querido llegar al límite de los sentimientos humanos. Del amor, pero también del desamor.
-¿Qué sería lo más llamativo, a grandes rasgos?
-Es una novela de contrastes. Es también una novela escrita con furia…
-¿Por qué con furia?
-Es un trío de pasiones llevado al límite. Hay tres voces singulares, que se expresan en primera persona. Está Alma, con un sentimiento del amor comprensivo, idealizado. Por otro lado, Morgana, la mujer que ha marcado su vida con el odio y la venganza. Y, en tercer lugar, Francisco Valiente, que es como un Casanova del siglo XXI.
-Es el sinvergüenza de siete suelas, según usted.
-Es inteligente y seductor, engaña, roba a los ricos, corrompe a los políticos en su propio beneficio… Pero está vacío. Viene de un pasado de miseria, conoce a esa chica. Está deseoso de ser digno de ella, y esa necesidad le llevará a su destrucción moral.
-Dice que se inspiró en un hombre al que conoció en el Carnaval de Venecia.
-Sí, en el Carnaval de Venecia de 1998, que estaba dedicado a Casanova.
-Y él se adaptó al disfraz.
-Lo representaba no sólo con el atuendo, sino con el comportamiento. Casanova, aparte de seductor y coleccionar mujeres, era refinado, y también un ladrón finísimo, que se hacía encantador. Esta persona representaba esos rasgos muy bien. Por otro lado, Francisco Valiente también está inspirado en un personaje andaluz que conocí.
-¿Cómo era ese andaluz?
-Un caballero… Pero me di cuenta de que también era un sinvergüenza, que seducía a siete mujeres a la vez; a las siete enviaba flores y les decía lo mismo. Un hombre que, al verse descubierto, se encoge. Tiene una autoestima baja.
-En su novela, el sinvergüenza vive en Sevilla.
-Sevilla es el escenario perfecto para los contrastes. Aparte de ser una ciudad cargada de magia. Tenemos el aspecto simbólico de que es como dos ciudades partidas por el río Guadalquivir, con sus dos orillas. Él está en la orilla de los que no tienen nada y quiere pasar a la otra orilla. Además de eso, es un escenario de ritos, de máximos.
-La ciudad dual, le dicen.
-Sí, también con el contraste entre lo religioso y lo pagano. Está cargada de contrastes. Amores y odios. No se mueve en tonos grises, es muy pasional.
-Lo pasional suele salir.
-La pasión se ve en sus fiestas, en la Semana Santa, en la Feria, en el Rocío. Los sentidos están muy potenciados. Es una ciudad de aromas, de colores, de sonidos, de tactos. Incluso la luz, que marca las siluetas, da fuerza a las sombras.
-¿No teme que la acusen de caer en los tópicos?
-No, porque la ciudad de Sevilla aparece siempre como un escenario. En primer término están los protagonistas.
-En su obra hay lo que se llama "idealismo mágico".
-Vengo de un país, como Colombia, donde lo fantástico se mezcla con la realidad, que tampoco es igual. Yo he vivido allí una lluvia de barro en la que caían sapos pequeños, y una lluvia de escarabajos… En mi primera novela ya ponía la magia al servicio de la emoción. De eso hablaba Novalis en el siglo XVIII. Escribo desde el alma, como me nace. Si lo ven como idealismo mágico… Yo no lo busco.
-Pero lo aplica a Sevilla.
-En la novela, esa emoción con magia está en Sevilla. Por ejemplo, llora un sauce llorón en el Parque de María Luisa y lo inunda.
-La corrupción aparece, entre otros aspectos.
-He tardado cuatro años en escribir el libro. Ha coincidido con los casos de ciertos sinvergüenzas, que aún están pendientes de juicio. Eso me ayudó, como un poliedro, a formar otras caras del personaje. Son tres narraciones y cada uno tiene su verdad.
-También hay erotismo.
-Habiendo tanta pasión, con historias de máximos, es normal que el erotismo esté ahí: cargado de sensualidad y con un punto de poesía. Quería darle toques que lo sublimaran.
-Pero no se parece a Cincuenta sombras de Grey.
-Para nada. Sólo aparece como un elemento más.
-¿Memorias de un sinvergüenza de siete suelas es su mejor novela?
-A todos mis hijos literarios los quiero. Esta es diferente a las anteriores. Estoy muy satisfecha. Puede ser la mejor, pero lo deben decir los lectores. Un libro no se acaba hasta que el lector lo lee.
-Usted era vicepresidenta de una agencia de publicidad y lo dejó para dedicarse a la literatura.
-Pasó hace ya tiempo. En la vida se van cerrando ciclos. Desde pequeña me gustaba escribir, pero la vida me fue llevando por otros derroteros. Era como una tristeza que me quedaba. Una vez que encontré este camino, he seguido en él.
-¿Se ha arrepentido de ese cambio?
-No, para nada. Cada vez se desdibuja más ese pasado. La literatura me da libertad, es como barro que se transforma.
-Su origen es colombiano. ¿Prefiere a Gabriel García Márquez o Álvaro Mutis?
-Los dos son diferentes y los admiro por igual. Para mí, son dos grandes maestros, a los que he leído y aprecio.
-¿Tiene ya un proyecto para una próxima novela?
-Hay una cosa que me llena de angustia cuando llego al final de una novela. He vivido con unos personajes que, como en este caso, me acompañan durante cuatro años, y de pronto me quedo sin nada. Tengo en mente tres historias, igualadas, aún no avanzadas, y la que más se imponga será mi próxima novela.
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