Cristina Heeren: “Castilla ha aportado mucho al flamenco"
Cuando uno ve por primera vez a Cristina Heeren no se sorprende de que esta neoyorquina haya montado en Triana una escuela de flamenco que también ofrece espectáculos y atrae a estudiantes de 28 nacionalidades distintas. Asegura que si alguien quiere ver buen flamenco, puede optar por el teatro que incluyó en la nueva sede de la fundación que lleva su nombre. “Hemos visto cosas que nos han quitado la respiración”, asegura Heeren, recuerda que fue su padre quien le inoculó el veneno después de ir con él a verr a Antonio Ruiz, El Bailarín, y Carmen Amaya.
–¿Se sigue sintiendo guiri en Sevilla después de más de 30 años aquí?
–Depende. En el ambiente del flamenco me siento muy integrada. Es, quizás, lo que más me importa. Tengo muy buenos amigos aquí, pero hago poca vida social porque no tengo tiempo.
–Dice el tópico que los andaluces somos muy extrovertidos, pero después es difícil llegar hasta nosotros
–Sí, sí. Es verdad. La relación auténtica, no la superficial, es complicada. Pero uno se acopla a las cosas.
–La fundación que lleva su nombre lleva ya varios años en Triana...
–Estamos donde tenemos que estar. Un día decidí que nos teníamos que mudar. Soy muy impulsiva. Empecé a ver casas magníficas en el centro. Muy bonitas, pero poco prácticas para lo que necesitamos, con galerías estrechas que no se prestan a la enseñanza práctica. Tuve la suerte de encontrar esto, que era una antigua pastelería.
–... y este año le dan un premio en la Velá, fiesta mayor del barrio.
–Me siento de aquí. Cruzo el puente una vez al mes. Y Triana ha sido muy importante en la historia del flamenco.
–¿Se sigue notando esa herencia flamenca? Hace ya muchos años que los gitanos fueron casi expulsados del barrio.
–No es sólo que la gente se haya ido del barrio, es que la vida ha cambiado mucho. La televisión afecta mucho a las nuevas generaciones y la gente se aficiona más al fútbol que al flamenco.
–¿Cuando un niño quiere aprender a bailar, cantar o tocar sabe que puede ir a su escuela?
–Espero que sí. Por eso organizamos concursos. Nos permite descubrir a gente joven que no veríamos de otra manera. Gracias al apoyo de Acciona acogemos todos los años a una nueva generación que acaba de formarse aquí gracias al concurso Talento Flamenco. Ojalá más empresas dieran becas a chicos que no se pueden pagar el curso.
–¿Y ha tenido apoyo de las administraciones?
–El año pasado recibimos poyo de la Junta, pero fue la primera vez. Hemos funcionado en solitario, es muy difícil, pero ser independiente también tiene su valor.
–El flamenco es Patrimonio de la Humanidad desde hace más de diez años. ¿Ha servido para algo?
–No veo que haya cambiado nada. Lo triste es que la enseñanza del flamenco no esté reglada. Hay formación profesional de fontanería o de peluquería, pero el flamenco se ha quedado en el limbo. Es una pena. Los chicos que estudian aquí deberían salir con un título.
–Están intentando ponerlo en marcha con la Universidad Loyola Andalucía.
–Estamos intentando ir hacia un grado. Yo quisiera que a esos títulos pudiera acceder gente que no tiene estudios previos. Esto en el mundo del flamenco es muy común, aunque el perfil del alumno ha cambiado mucho. Si no, es un poco elitista.
–El flamenco ha entrado en la política. Teresa Rodríguez dijo hace unas semanas que pertenece al pueblo gitano expulsado por los reinos de Castilla.
–Esta pobre señora necesita hacer un curso intensivo con nosotros. Castilla ha contribuído mucho al flamenco, aunque no deja de ser un arte andaluz porque el producto final se ha hecho en Andalucía. Las tonadillas del siglo XIX dejaron muchos rasgos en el flamenco. En aquel momento había mucho tráfico entre Cádiz y Madrid. No tiene mucho que ver con que un grupo étnico haya sufrido en el siglo XV o XVI. La sociedad andaluza es muy poco racista. La gente diferente se integra con más facilidad en España que en otros países.
–¿Más que en su país?
–Los inmigrantes que llegan están, en general, bien recibidos. En EEUU están mal repartidos. Todo el mundo quiere ir hacia el sol, pero donde hace falta una población de inmigrantes grande es en el norte del país.
–El flamenco vuelve a dejarse notar en cantantes muy populares como Rosalía o C. Tangana.
–Yo viví la época de los Ketama, hace años. Es una música que siempre ha tenido influencia sobre otras. Incluso en el siglo XIX. Hay compositores clásicos que se dejaron influir por el flamenco.Es una música muy peculiar. Tiene unas estructuras rítmicas originales y complicadas. Y una armonía más bien oriental.
–¿Qué le dicen sus paisanos después de tantos años dedicada al flamenco?
–Fuera de estas paredes no se entiende la complejidad del flamenco. Mi familia pensará que estoy un poco loca, pero esto no es nuevo. Por eso me gusta llevar espectáculos a EEUU.
–¿Se puede ver flamenco allí?
–Supongo que sí, aunque no lo he investigado mucho. A veces vienen alumnos del Medio Oeste, un lugar que identificamos con esos enormes campos de cereales. Allí hay una pequeña comunidad que practica el flamenco.
–¿Se atreve con algún baile o algún cante?
–No, no. Y cada vez menos. Les tengo mucho respeto a los profesionales y sería ridículo. Aprendí un poco a tocar la guitarra, mucho antes de venir aquí. Y me gusta mucho. Pero lo que más disfruto es lo de ir a clase.
–Y como han sido esas clases en la pandemia.
–Ha sido un golpe terrible. Nos iba muy bien. Los profesores se inventaron cursos on line porque los alumnos extranjeros no podían volver a sus países. Estaban en pisos de alquiler pequeños y no podían ir zapateando por ahí. Además el flamenco necesita un diálogo entre alumno y profesor. Lo hicimos por obligación y porque son nuestra familia. Ahora estamos preparando un curso diferente, con vídeos grabados. En directo no es posible porque si participan los sudamericanos en Corea se tendrían que levantar a las 03:00.
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