Elena Neira | Especialista en distribución audiovisual

"Las plataformas saben qué darnos: se lo hemos dicho"

La investigadora y escritora Elena Neira.

La investigadora y escritora Elena Neira. / D.S.

Elena Neira es licenciada en Derecho y Comunicación Audiovisual y profesora de los estudios de comunicación en la UOC y miembro del grupo GAME por la misma universidad. También es colaboradora habitual de los especiales de Movistar+ en las galas de los Emmy, los Globos de Oro y los Oscar. En Streaming Wars (Cúpula) analiza el impacto de las plataformas en streaming. El título cuenta también con un epílogo digital de descarga gratuita sobre los efectos del confinamiento en el sector audiovisual.

–¿Disney lo ha desencadenado todo o las streaming wars habrían sucedido igual sin ellos?

–El papel de Disney es esencial porque ha sido la primera gran compañía de medios en ejercer su actividad en contenidos streaming: hasta ese momento, había cedido contenido a terceros. Como con Netflix, que inaugura la llamada tercera fase: no quieres plantear contenido a través de otro.

–¿Cómo hemos pasado de la política del gratis total, de las descargas brutales, al pago?

–Pues yo diría que se produjo de manera natural.Cuando primero llegó Netflix a España, el comentario general es que nadie iba a querer pagar. Pero una de las cosas que nos ha enseñado Internet, como dice Adam Wolk, es que la comodidad desbanca a la calidad: los proveedores de contenido han tenido claro que, para desactivar la piratería, lo principal era hacer que lo que ofrecían fuera más cómodo, y mejor, que piratear: fuera esperas, enlaces que no van, calidad penosa... A un precio asumible, claro. Y, para sorpresa de todo el mundo, esa lección cuajó. De hecho, por primera vez en diez años, hay un apalancamiento de la piratería:el temor de muchos expertos es que la explosión de plataformas y la tendencia a explotar el contenido en exclusiva, lleven de nuevo a un florecimiento del pirateo.

–Una de las herencias del viejo mundo, de difícil ajuste en esta realidad, es la medición de audiencia.

–Y es un tema muy relevante. La audimetría tradicional intentó evolucionar con los consumos fuera del tiempo exacto de emisión, pero todavía tiene puntos ciegos. Aun con los reproductores de contenido a la carta, las televisiones son reacias a dar los datos porque se ve que la audiencia se está desplazando. La televisión ya no se consume como antes: ahora podemos ver algo en el salón, parar, seguir viéndolo en la cama, en el metro... Es un gran problema, porque mide un tipo de visionado y se penaliza otro.

–’El Ministerio del Tiempo’, uno de esos casos paradigmáticos.

–Sí, porque es una serie que tiene muchos tipos de audiencia: en directo, con un gran impacto en redes; y luego en consumo diferido o a la carta, mucho tiempo después: si la audiencia no tiene lugar en el hogar y en los siete días siguientes a la emisión, no se considera audiencia, pero es una audiencia real que escapa al audímetro. El Ministerio del Tiempo ha tenido siempre una audiencia modesta, pero unos índices de engagement y una popularidad tremendos. Es un buen ejemplo de cómo es necesario replantear al menos el valor de la audiometría.

"Hay que replantear el valor del muestreo de audimetría: ya no consumimos televisión como antes"

–Las plataformas, dice, son cautas ante el escenario que arroja la pandemia.

–Aunque el consumo se haya disparado, saben que la crisis está ya aquí. Además, lo lógico es pensar que, conforme más nos vayamos adaptando a la perspectiva de un tiempo, o varios tiempos, en casa, más iremos organizando nuestro propio tiempo. Todo ello, puede llevamos a un consumo más a la carta, con altas y bajas fluidas según la oferta, con una tendencia a consumir contenido específico.

–Toda burbuja estalla de saturación.

–Cada plataforma mira bastante para su casa. A las plataformas les importa hasta cierto punto el problema de la saturación: lo que quieren es conseguir captar más clientes y retener a los que ya tienen. Ni siquiera sienten el impacto de un gran estreno de la competencia: por supuesto, sí, un Netflix se resiente de un Juego de Tronos; un HBO, de un Stranger Things... pero no los tambalea. Sufren más la saturación interna, de contenido, que la saturación de mercado. Lo que una plataforma quiere es conseguir ver por dónde respiran los suyos, y eso lo hace según tus parámetros de elección, ya sea porque esa serie te aparece siempre, porque todo el mundo habla de ella, por un vídeo viral, lo que sea. Pero, como digo, es un problema más de hacia dentro que de hacia fuera.

–Pero la apuesta generalizada ha sido por un gran abanico en el catálogo. Excepto una: Apple.

–Cada vez vamos a escoger mejor, eso, sin duda. Pero no sé si llegará un momento en el que podamos hacerlo: nos manipulan. Juegan a ponernos delante aquello que nos interesa y, si te tengo horas en el sofá, eso es una magnífica noticia: no querrás darte de baja. Está comprobado que cada vez hacemos menos búsquedas activas. Los famosos algoritmos saben qué nos apetece un lunes por la noche, de qué humor estamos un sábado... Se lo hemos dicho nosotros. Esa facilidad en el consumo hace que ni nos lo cuestionemos.

–Por supuesto, asusta.

–Sí, el nivel de control se cuela incluso en el contenido predictivo: por ejemplo, a partir de Bandersnatch, el capítulo interactivo de ‘Blackmirror’, podían sacar un montón de información: cómo reaccionabas ante la frustración, si eras una persona osada, resistente, cuándo te aburrías... De hecho, Netflix tiene contenido interactivo para niños. Es un tema interesante y preocupante.

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