Jjuan rada. DIrector de 'el caso'

"En España, hasta lo de El Jarabo, se mataba poco y mal"

  • "El Lute fue muy útil para el Régimen, como lo eran Urtain o El Cordobés", expresa el periodista. "El crimen de los Urquijo tenía de todo: banca, Iglesia, nobleza, política, amoríos, droga...", recuerda.

Juan Rada vivió de primera mano un fenómeno editorial en la España del franquismo, El Caso, un semanario de crímenes que las nuevas  generaciones están descubriendo gracias a la serie de TVE que produce Fernando Guillén Cuervo. Rada, licenciado en Periodismo por la Complutense, se recorrió España entera de cabecera en cabecera y ha dirigido numerosas publicaciones. Ahora es director de El Caso y autor de varios libros, uno de ellos, precisamente, sobre la historia de El Caso, publicado con motivo de su 60 aniversario.

-Lo que se habla de El Caso con la serie de televisión...

-Está bien hecha, muy ficcionada, del gusto actual. Aunque yo la que recuerdo con mucho cariño era La huella del crimen.

-Eso fue una obra maestra televisiva de Pedro Costa.

-Costa se documentó en los archivos de El Caso y se quedó un tiempo a trabajar.

-¿Como periodista de El Caso cuál fue su caso?

-Tuve varios. Uno cuando estaba en el Diario de Navarra y era corresponsal. Dos cadáveres que aparecen atados con cuerdas en un cementerio chiquitín de un pueblo. Me llegó que detrás podía estar Ben Barka, lo publiqué y aparecieron unos tipos muy serios y me dijeron que por orden del Jefe del Estado, Franco nada menos, no se publicara ni una sola línea más. Cuánto honor. Luego se fue descubriendo que detrás del asunto estaban los servicios secretos marroquíes y los franceses. Un follón. Y Franco no quería líos.

-También fue uno de los periodistas que siguió el crimen de los Urquijo.

-Tenía de todo: nobleza, Iglesia, banca, amoríos... La noche del crimen eso parecía la verbena de la paloma. Hubo al menos siete personas en la escena, pero sólo se señaló a Rafi Escobedo, al que se le diseñó un suicidio con cianuro en la cocaína.

-Bueno, y estaba Javier Anastasio como colaborador necesario.

-A Anastasio le dejaron huir. Decían que estaba en una isla de Filipinas, pero yo me lo encontré en un bar de Copacabana. Me enseñó el pasaporte con un montón de sellos. No quieren detenerme, me dijo. Y también dijo que si ponía un pie en Barajas no pondría el segundo.

-¿Pero qué hubo detrás?

-El marqués consorte de Urquijo era un valladar de UCD. El crimen fue unos meses antes del golpe de Estado. Era el impedimento para vender el banco. Tras su asesinato, el banco se vendió.

-Hábleme del fundador de El Caso, Eugenio Suárez. Todo un personaje.

-Era censor de prensa y reportero del diario Madrid. Por entonces, a principios de los 50, apenas si se sacaban crímenes porque el Régimen era de la teoría de que si nada malo se sacaba nada malo pasaba. Hubo uno de un chaval un poco retrasado, el crimen del Monchito, que había dejado embarazada a la novia y necesitaba dinero, por lo que le metió tres cuchilladas a una mujer. Aquel caso fue muy sonado y Suárez en vez de escribir las diez líneas habituales escribió quince. Además, conoció al inspector Antonio Viqueira, uno de los mejores investigadores de la época y trabó amistad con él. Pensó en crear una publicación para contar cada semana los casos de Viqueira. Como los malos siempre perdían, el Régimen no vio mal esa publicación en plan Perry Mason.

-Éxito fulminante.

-La gente lo devoraba. Había reventa, gente que lo compraba en Madrid a dos pesetas y luego se lo llevaba a los pueblos a venderlos por cinco. Luego hubo otro crimen, el de las estanqueras de Sevilla, que disparó la audiencia. Al parecer allí hubo una venganza de alguien que había sufrido la delación de estas mujeres tras la Guerra Civil. Por el crimen pagaron unos quinquis que eran inocentes.

-Y Suárez pasó de censor a censurado.

-Sí, ¿y sabe quién le sustituyó como censor? Camilo José Cela. Pero a lo que voy. Con lo de las estanqueras se quiso parar los pies a la publicación, pero Suárez se sacó de la manga que no se atentaba contra la moral católica, habló con el obispo y pidió la mediación de la censura eclesiástica, que dijo que estaba bien, entiendo que porque Suárez supo cómo convencer de que todo estaba bien. Vaya, que el censor quedaría contento. Ya sabe.

-¿Cuál fue el crimen de los crímenes?

-El Jarabo, sin duda. Con El Jarabo se vendieron 480.000 ejemplares y se superó el récord de 300.000  que tenía el Marca con el gol de Zarra contra Inglaterra. Decía Suárez que en España se mataba poco y mal. El Jarabo era un niño bien. En España los crímenes eran de andar por casa, pero que un pilarista matara impactaba.

-El Lute también fue un buen personaje.

-El Lute y su falsa leyenda fue sobre todo muy útil, como El Cordobés o Urtain, personajes del franquismo que el franquismo engrandeció para que la gente no pensara mucho.

-También gracias a El Caso fue posible una obra maestra del cine español, El extraño viaje.

-Eso contó Fernán Gómez, que estaban en una reunión con El Caso en la mesa y el crimen de Mazarrón en la portada. Se pusieron a sacar teorías sobre el crimen porque era una cosa rara de tres hermanos de La Rioja  con dos de ellos que aparecen  muertos en la playa. Hubo presión. En Mazarrón decían que ese crimen era malo para el turismo. Nunca quedó claro qué pasó. La película estuvo años censurada.

-No podemos terminar sin mencionar dos leyendas de El Caso: Margarita Landi y el cocodrilo Leopoldo.

-La Landi era una chica bien que iba en deportivo y escribía en una revista de modas, de las que tenía Suárez. Landi abría las puertas de la comisaría donde a otros redactores varones les daban con ella en las narices. La dejaban asistir hasta a los interrogatorios.

-¿Y el cocodrilo?

-Era la mascota de la Redacción. Estaba en un acuario y cada cierto tiempo venían a limpiarlo los del zoo y lo dejaban en el baño. Se ponía un cartel en el que se leía cuidado con el cocodrilo. Una vez hubo un fontanero por allí y pensó que era chacota lo del cartel y entró en el baño y el cocodrilo abrió las fauces y allí salió disparado el fontanero con su cosa fuera gritando por la calle: ¡Que me la come el cocodrilo!

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