Etxahun Galparsoro | Historiador

“El azar fue lo que salvó a los supervivientes de Mauthausen”

Etxahun Galparsoro.

Etxahun Galparsoro. / M. G.

Etxahun Galparsoro (San Sebastián,1980) es licenciado en Historia por la Universidad del País Vasco y tiene un máster en Gestión Cultural por la Universitat de Barcelon. Trabaja como técnico en el centro de documentación Lazkaoko Beneditarren Fundazioa (LBF), institución especializada en la historia contemporánea del País Vasco. La redacción de las memorias de su pariente Marcelino Bilbao (Bilbao en Mauthausen, Crítica, 2020)le ha llevado a investigar la deportación de los republicanos a los campos de concentración del Tercer Reich, tema que abordará en la tesis doctoral que está elaborando.

–¿Cómo le llegó la historia de Marcelino Bilbao?

–Fue un proceso natural. Yo escuchaba sus vivencias cuando un niño porque venía tres o cuatro veces al año a nuestra casa por vacaciones y sólo entendía que había estado en un lugar muy malo. En la adolescencia empecé a escucharle seriamente y con 18 años empecé a estudiar Historia, hice un trabajo sobre él. Como ya cada vez teníamos conversaciones más largas, puse una grabadora encima de la mesa. Al principio con mucho pudor, pero luego empecé a investigar según me contaba y me di cuenta de que tenía un buen material, hasta que he llegado a un libro (Bilbao en Mauthausen,Crítica, 2020).

–Marcelino tuvo una infancia muy dura. ¿Eso le preparó para sobrevivir a Mauthausen?

–Los que sobrevivieron a Mauthausen y al resto de los campos de concentración lo hicieron por azar. Algunos creen que ciertas cualidades les convirtieron en supervivientes y eso no es así. El azar fue lo que les salvó, y punto. A partir de ahí, obviamente le ayudó la infancia tan dura que tuvo.

–Les llevaron de noche a pie por el centro del pueblo de Mauthausen camino del campo. Es imposible que la población no supiera lo que estaba pasando ¿no?

–Absolutamente imposible. Pasaron por el centro del pueblo. Mauthausen está en una colina, y se olía a kilómetros el hedor de carne humano de la chimenea. Y el campo anexo de Gusen, que tuvo a miles de presos, está casi a la orilla del Danubio, de tal manera que la carretera pasaba por delante. No hay duda de que lo sabían.

–Una de las cosas más llamativas de su experiencia en Mauthausen fue el papel del fútbol.

–Es algo único en los campos de concentración nazis. Los españoles empezaron a jugar un domingo a la pelota y los demás presos les advirtieron de que los iban a matar. Sin embargo, la SS no hizo nada. Y a partir de ahí, se llegó a organizar una liguilla. Este hecho fue tan insólito que cuando los supervivientes españoles lo contaron tras la liberación, nadie les creyó.

–¿Qué es lo que más le conmueve de su relato?

–Los presos sabían que muy cerca había un campo llamado Gusen, pero nadie había vuelto de allí a Mauthausen. Marcelino se hizo muy amigo de un grupo de andaluces de Zujaira (Granada). La SS pidió un día voluntarios para Gusen. Ellos se apunaronó y animaron a Marcelino a que fuera con ellos. Y cuando iba a dar su nombre, un preso alemán le dijo tajantemente que nolo hiciera porque todos los que iban allí morían. Al final no fue, pero no pudo hacer nada por sus amigos. A los dos meses ya habían muerto. Eso se le quedó tan grabado que hasta su muerte en 2014 estuvo obsesionado con Zujaira.

"Los deportados quedaron tocados para siempre. El programa nazi de exterminio no acabó en 1945”

–Marcelino fue transferido a Ebensee. ¿Era más humano que Mauthauen?

–No era más humano, pero era un campo nuevo. La clasificación por triángulos en los campos servía para que los presos se reprimieran y la SS no tuviera que intervenir. Se creaba una especie de pirámide y en la cúspide estaban los presos alemanes, que mataban a los demás presos. Cuando la guerra empieza a ir mal, la SS ofrece a los alemanes la libertad a cambio de ir a combatir al frente. Muchos se van y hay un vacío en esa élite presidaria que es ocupada por los republicanos españoles. Ebensee era tan cruel como Mauthausen, pero los españoles ya estaban organizados y lo hicieron mucho más llevadero. Esto no se conoce. No hay nada escrito en España sobre Ebensee, que era tan grande como Mauthausen. Cuando fue liberado el 6 de mayo de 1945, había 18.000 presos vivos.

–Conforme se acercaba la liberación, los guardianes incluso llegaron a advertir a los presos de planes para matarles.

–Hay que tener en cuenta que en la última parte de la guerra trajeron soldados de la Wehrmacht para vigilancia, que eran gente normal horrorizada con lo que veía y que quería dejar constancia que no tenían nada que ver con eso .

–¿Qué sintió Marcelino con la liberación?

–Fue muy frustrante para los republicanos españoles. Era un colectivo molesto del que nadie se quería hacer cargo y tuvieron sus más y sus menos con los americanos y la Cruz Roja. Al final Francia se hizo cargo de ellos a regañadientes porque casi todos estaban presos por luchar por Francia en la Segunda Guerra Mundial. Pero rehacer sus vidas fue un desastre. No conocían a nadie, ni tenían un empleo, ni siquiera sabían el idioma. Es verdad que los supervivientes franceses se movilizaron por ellos para acogerles.

–¿La liberación fue solo física o Marcelino pudo pasar página mentalmente?

–Todos los deportados quedaron tocados para siempre. No es cierto que el programa nazi de exterminio acabara en 1945. Siguió su curso más allá por las muertes prematuras y las enfermedades crónicas que arrastraron. Y eso no se recoge en las estadísticas de víctimas de los campos.

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