CARLOS RIVERA | CANTANTE Y COMPOSITOR
“En España mi carrera se transformó”
-¿Le gustan las salchichas de Fráncfort, su ciudad adoptiva?
-No son las mejores. Prefiero las salchichas polacas.
-¿Quién era Nelly Sachs?
-Una escritora alemana de familia judía que salió huyendo de Hitler en el último avión que quedaba libre. Le dieron el Nobel en 1966.
-¿La eclipsaron sus compatriotas que recibieron el Nobel: Mann, Böll, Grass?
-No. Su Nobel tenía que caer, como cayeron los de Beckett o García Márquez.
-En su prólogo y traducción (Editorial Trotta), destaca el papel del Holocausto. El éxodo. ¿Esa presencia del exilio es el destino de un morisco, gentilicio de los de La Puebla de Cazalla?
-En mi pueblo era corriente salir del cascarón, pero era un cascarón abierto. Estamos entre Sevilla, Málaga y Cádiz. Coincidí en Fráncfort con emigrantes de mi pueblo con los que había jugado al fútbol. Somos de ida y vuelta. Ha venido gente de Nueva York y Tokio, de París y Moscú exclusivamente al festival flamenco.
-¿Qué le lleva a estudiar la lengua alemana?
-Mi afán era investigar la poesía europea. No sólo la alemana. También la francesa, italiana, holandesa y rusa. He traducido al Nobel ruso Boris Pasternak.
-¿Dónde aprendió ruso?
-Lo estudié en Fráncfort y Bochum y lo perfeccioné en la Universidad Lumumba de Moscú. Acabo de volver de un festival poético en Nicaragua donde coincidí con el gran poeta ruso Evgueni Evtuckenko. Y con Ernesto Cardenal y poetas de cien países, de las Bahamas a Dinamarca.
-¿El mundo no le es ajeno?
-Publiqué una antología de poesía australiana y he visitado el país invitado por el Pen Club de Melbourne. Es un continente al que vale la pena emigrar, a pesar de los incendios. Sidney es una ciudad ideal, como un día perfecto de Hollywood. Con una bahía tan bella como la de Cádiz.
-Cuenta que Nelly Sachs se alojó en Estocolmo en una casa de una sola habitación. Precursora de Ikea...
-Vivía en un sótano y cuando se mudó al primer piso sintió llegar al paraíso.
-En su trilogía, el novelista Stieg Larsson dice que en Suecia había muchos nazis. ¿Era un buen refugio?
-Nelly Sachs siempre creyó que encima de su piso vivía un grupo de la policía secreta nazi. Esa manía persecutoria es consustancial a quienes sufrieron el exterminio. Paul Celan en París tenía manía persecutoria con todos los coches.
-¿Cómo afrontó Alemania la memoria histórica?
-Se ocuparon de ello casi desde el principio. En la escuela desde muy pronto les enseñaron el horror de los campos de concentración. Cuando llegué a estudiar al Colegio Español de Múnich, mi primera visita fue al campo de Dachau.
-La división española entre germanófilos y aliadófilos, ¿cegó la visión de la cultura alemana?
-Se puede decir que Ortega era germanófilo. Admiraba esa filosofía, estuvo allí y han traducido casi toda su obra. Traduje una novela de Luwdig Harig que narra un episodio de Ortega, cuando fue a dar una conferencia y rechazó una visita al obispo de Saarbrücken porque prefería ir a comprar ropa interior.
-Recibió en Ferrol el Premio Nacional de Traducción...
-Quizás lo hicieron allí porque la ciudad no es especialmente bella y para darle cierto apogeo.
-La patria chica de Franco. Como traductor, ¿se imagina el papel de los intérpretes de su encuentro con Hitler en Hendaya?
-El intérprete fue Antonio Tovar. Cuando estaba en Gottingen, lo invité a dar una conferencia en el centro cultural español de Fráncfort por el que pasaron la duquesa de Medina-Sidonia o Agustín García Calvo. Tovar contó que Franco exigió a Hitler el norte de África y que le renovara el Ejército, que quedó anticuado con la Guerra Civil. Franco llegó tarde por los trenes y Hitler se puso muy nervioso. Eso suena al No-Do. Los que hicieron la guerra están muertos o se están muriendo.
-¿Europa es una quimera?
-Es el único futuro. Representa una cultura que con todas sus negligencias, llámese colonialismo o explotación, impregnó el mundo de valores que siguen siendo útiles, como reivindicó Habermas en su famoso debate con Ratzinger. No sólo hay que ver la parte cerrada, la parte negra. Europa aporta también una visión luminosa, emancipadora. Somos el mismo mar con distintos ríos que en Alemania representa a Calderón, Valle y Lorca y traduce a Cernuda y Machado y en España admira a Celan, Nelly Sachs, Gottfried Benn o Rainer María Rilke.
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