"Abascal me pone... con la boca tapada"
Jaime de los Santos | Político
Cultivado, con "una parte femenina muy desarrollada", historiador del arte, político... del Partido Popular. Lleva años y años contestando Jaime de los Santos (Madrid, 1978) cómo puede militar en un partido de centroderecha siendo homosexual. Llegó a la política de la mano de Mariano Rajoy, fue consejero de Cultura regional, es diputado en la Asamblea de Madrid y senador. Se estrena en la novela con Si te digo que lo hice (Espasa), donde reivindica la figura de la mujer en la posguerra.
–Dicen que su novela, Si te digo que lo hice (Espasa), es como una pintura negra de Goya. ¿Había algo bueno en la España de los 40?
–Me sale un no gigante. Todo lo bueno eran las españolas y los españoles. Y que no entramos en la II Guerra Mundial, estábamos esquilmados por la Guerra Civil.
–Aquella España era cainita y usted se define como más Caín que Abel. Me pido Eva, la verdad.
–Es muy fácil ser Abel si Dios decide que eres el bueno. Siempre me pongo en los que viven en los márgenes y entiendo que lo difícil es ser Caín y estar cuidándote de no ser excesivamente malo. Ser Abel es fácil y a veces muy aburrido.
–¿Qué me sorprendería más si me dice que lo hizo?
–Poca cosa, pero a muchos todavía les sorprende que con mi forma de ser sea un convencido afiliado del PP.
–Si compraran un ejemplar de su novela cada vez que le dicen qué hace un gay en el PP, ¿mandaría a Dan Brown a la cola del paro?
–Tendría una villa con el título de la novela encima de la puerta. Me lo preguntan cientos de veces y sorprende cuando viene de supuestos progresistas. El progreso es que cada uno seamos lo que queramos, hasta las contradicciones son bonitas.
–Le obsesionan los sufrientes, los desdichados. ¿Colocamos ahí a Casado?
–Es una víctima, pero también víctima de sí mismo...
–Y...
–Bueno, las elecciones en la vida pasan factura en positivo o en negativo. Pero por supuesto es víctima y víctima de sí mismo, aunque tiene grandes virtudes y es un buen tipo.
–En su novela Lorca está muy presente. La diputada Mireia Borrás dijo que si viviera votaría a Vox...
–Si viviera, seguiría siendo una persona con la sensibilidad suficiente como para entender a todos, incluso a los que equivocadamente votan a Vox, pero siempre se mantendría en un espectro de centro político porque con su sensibilidad no podría estar en otro sitio.
–¿La protagonista no se llamará Elvira por cierta ex primera dama? (la mujer de Rajoy).
–No, es casualidad. Y sigo siendo muy amigo de Viri. El nombre es porque tiene mucha tradición en España y es una de las hijas del Cid.
–Es el quinto senador que pasa por aquí y no me aclaran para qué demonios sirve la Cámara Alta. ¿Se anima?
–Para mucho más de lo que parece y, sin embargo, los senadores somos muy responsables de no dignificar esa labor. Estoy conociendo problemáticas de regiones y comarcas que ignoraba. Las democracias bicamerales son más garantistas porque todo filtro que mejoren los textos legislativos nos afianza como democracia.
–Fue consejero con Cristina Cifuentes. Comente la leyenda urbana que afirma que se la cargaron los mismos que han intentado cepillarse a Isabel Díaz Ayuso.
–Se cargaron a Cifuentes los que no aceptaban que fuera una mujer, además de poderosa, libre e indómita, y por errores que no supo explicar. Si a un político se le destruye por algo que no es un delito ni pecado, deberíamos revisar en qué país vivimos y qué políticos queremos. Un escrutinio absoluto no lo supera ni el papa Francisco, o él igual menos, y los errores nos pueden pasar factura profesional, no personal. Y lo que se hizo con Cristina fue una salvajada.
–¿Sánchez tiene más suerte que un quebrado porque cuando peor le van las cosas, el PP se pega un tiro en el pie con una guerra civil?
–No sé, la pregunta es si los españoles tenemos suerte con un Gobierno como el que preside. Ojalá fuera el presidente de un Gobierno en el que sólo hubiera socialistas, nos iría mucho mejor.
–Estudió Historia del Arte. ¿Qué cuadro representa a la perfección a la presidenta de Madrid?
–El retrato de la reina María Tudor, de Antonio Moro. Está en El Prado.
–De pepero a pepero y de escritor a escritor. ¿De verdad es tan cochina la novela de González Pons?
–No la he leído, la acabo de comprar. Es un personaje que me cae especialmente bien y antes de que fuera un jefe, también.
–Dígalo: Carmena fue una alcaldesa ejemplar.
–Tuve una relación extraordinaria con ella, era la responsable de Cultura porque en su equipo no encontró a nadie a la altura. Es una buena persona y una gestora mejorable. Qué suerte haber coincidido con una mujer que, desde la discrepancia ideológica, tenía principios morales sólidos.
–Va dos o tres veces al mes al Prado. ¿Por qué no le propone que lo acompañe Andrea Levy, que parece más de pubs siendo concejal de Cultura de Madrid?
–Estoy seguro de que Andrea tiene mejores compañeros para ir al Prado y a cualquier otro sitio.
–¿Le preocupan los derechos de mujeres, homosexuales e inmigrantes de Castilla y León por la llegada de Vox al Gobierno?
–Me preocupan los derechos de todos en cualquier sitio. Y no le engaño: no me siento satisfecho con la entrada de Vox, pero sólo podía pararla el PSOE con la abstención. Ojalá fuéramos capaces los partidos más representados, como en Alemania, de llegar a acuerdos. ¿Qué habremos hecho mal el centroderecha y el centroizquierda para llegaran partidos como Vox o Podemos? No me siento cómodo con Vox, no.
–Usted que la ve a menudo: ¿cuántos niños se desayuna Rocío Monasterio?
–La distancia corta no tiene nada que ver con lo que plantean como pilares fundamentales en la construcción de España. Como ciudadana y compañera de escaño, Rocío es una mujer sensible, inteligente y escucha. Como política no comparto ninguna de sus premisas por excluyentes. O piensas como yo o estás equivocado. Pues no.
–Pregunta políticamente incorrecta: ¿quién le pone más: Abascal o Rufián?
–¿En posición horizontal?
–Claro.
–Abascal, sin duda, pero con la boca tapada...
–Si viviera en Sevilla, ¿votaría PSOE para apoyar la causa homosexual?
–No, votaría a José Luis Sanz, un excelente alcalde, como demostró en Tomares.
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