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José A. Pérez Ledo | @mimesacojea | Escritor, periodista y guionista de televisión

"Hay una obsesión pornomoderna con la felicidad"

José A. Pérez Ledo

José A. Pérez Ledo

José A. Pérez Ledo (Bilbao, 1979) publica Un lugar al que volver (Planeta), su segunda novela, que trata de las relaciones familiares, del exilio y del reencuentro con los orígenes. Bajo @mimesacojea, destaca por su humor satírico de sus podcast y su dominio del medio televisivo: "Lo único que le queda a la televisión en directo es tener al becario de 500 euros al mes en una chaparrada".

-¿Un lugar al que volver para qué?

-Los personajes dirían que para descubrir quiénes son ellos mismos. La protagonista de la novela hace un viaje a sus orígenes.

-¿La familia es uno de los pocos referentes que nos quedan en estos tiempos?

-Sí. Ahora que están tan de moda las banderas, las naciones y los países, a lo que más pertenecemos es a nuestra familia.

-Arranca su novela con la búsqueda de un libro y una infidelidad. ¿Hay más infieles que lectores?

-Sin ningún tipo de duda. Segurísimo, además. Se dan todas las permutaciones posibles: infieles lectores, lectores infieles... Pero de lo que estoy seguro es que hay más infieles que lectores.

-Uno de sus personajes da charlas de cómo ser feliz. ¿Hay en nuestros días una burbuja de la felicidad?

-Hay una cierta burla de eso en la novela. Este personaje se dedica a escribir libros de autoayuda, cuando en el fondo él no sé si es infeliz, pero no sabe manejar muy bien las emociones de su vida. El mercado editorial encontró un filón en estos libros de autoayuda. No sé si es una burbuja que se está deshinchando, pero desde luego está más cerca de la superstición que de la razón.

-¿Los libros que te invitan a reinventarte y ofrecen positivismo por arrobas son un fraude?

-Obviamente, no los he leído todos, ni siquiera unos pocos, pero sospecho que tienen más de pseudociencia que de verdad. Muy especialmente los que se venden con lo que yo llamo el amimefuncionismo: a un tío le ha funcionado una cosa y la vende. Como sabemos, la ciencia no funciona así.

-Nos puede parecer divertido, pero no lo es.

-Tomás, uno de los dos protagonistas, dice que no pasa nada por ser infeliz en la vida. Hay periodos en los que uno es profundamente desgraciado. De hecho, es un acto de egoísmo empeñarse en ser feliz cuando, por ejemplo, tu hijo está gravemente enfermo. No tiene ningún sentido. Hay una especie de obsesión pornomoderna con la felicidad en nuestra sociedad que no tiene mucho sentido.

-"La única patria del exiliado es la memoria". ¿El exilio es el peor de los castigos?

-No es el peor, pero sí es un castigo. En la novela hay varios personajes que, por unas razones o por otras y en distintas épocas, han tenido que abandonar su país y su idioma.

-Por cierto, hablando de exilio, la televisión convencional está para exiliarse.

-Lo ha estado prácticamente siempre. La única diferencia es que ahora tanto los espectadores como los creadores tenemos un refugio: la televisión de pago con las nuevas plataformas, las que están y las que van a venir. La televisión convencional se va a quedar para cuatro cositas de directos, informativos y poco más.

-¿Cada vez que vemos en un directo a un reportero pelarse de frío se muere un gatito?

-Sí, sí. Y también digo que la gente no está lo suficientemente preocupada por ese reportero que se queda en mitad de un gota fría con un paraguas. Y con el cambio climático cada vez va a haber más. Probablemente, habrá una ola de reporteros muertos si seguimos así.

-Dice que el joven periodista no debe olvidar que su trabajo es construir el relleno entre bloques de anuncios.

-Eso es así. Ahí lo estoy radicalizando para hacer la broma. En la televisión convencional, el periodista es el relleno que tienes que generar para atraer mucha audiencia y dejar el share en el máximo posible cuando entra lo que realmente importa: el anuncio de Coca-Cola.

-Comparte editorial con Pedro Sánchez y han sacado libro el 19 de febrero. ¿Algo más en común?

-Prefiero decir que Pedro Sánchez comparte editorial conmigo. Creo que lo que tenemos en común es nuestro amor por Planeta.

-¿Teme la competencia?

-No, no. Es Pedro Sánchez quien debería estar preocupado por mí. Creo, sinceramente, que hay mucha más verdad en mi novela que en su ensayo, y no lo he leído. Pero yo no puedo decir esto, porque estamos en la misma casa [risas].

-¿Dónde nos lleva esta España tan polarizada?

-No lo sé. Confío en que haya una nueva primavera ilustrada y todo el mundo entre en razón. Todo esto coincide cuando hay dinero, por lo que hemos visto en la historia. Así que esperemos que en algún momento entre dinero de nuevo y tanto política como sociológicamente el país se tranquilice y volvamos entrar en razón. Y no sólo el país, sino Europa y el mundo.

-Y todo esto nos pilla en plena transformación del sector de la información, lo que dificulta el análisis.

-Esa crisis de modelo que está viviendo el sector del periodismo se ve en todos los ámbitos. Conozco el sector científico y también está en crisis. El mundo del arte está completamente desubicado. Esperemos que acabemos en un mundo mejor.

-Recientemente ha criticado la invención de noticias.

-Sí, por supuesto. Era un artículo satírico sobre la muerte del niño de Totalán, Julen. Hice un manual de malas prácticas, de cómo cubrir eventos de ese tipo haciéndolo todo mal, que es básicamente lo que hicieron algunos medios.

-¿Qué le parece el fraude en Der Spiegel con su redactor estrella construyendo historias falsas?

-También se ha dado en el New York Times. Y además con asuntos muy delicados.

-Usted también inventa historias, aunque lo advierte. Ha entrevistado a Franco, a Villarejo...

-Y al Papa, a Fidel Castro...

-No he leído que haya entrevistado a Jesuscristo.

-No, entrevisté directamente a Dios. ¡A lo grande!

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