"Estoy fatal de la olla"
Virginia Feito | Escritora
Ya no es la hija de José Luis Feito, economista y ex embajador de España ante la OCDE en París, sino la novelista que ha llegado y besado el santo con su primera novela, La señora March (Lumen), best seller en Estados Unidos que en enero llegó a las librerías españolas. A Virginia Feito (Madrid, 1988) le iba de perlas en una agencia de publicidad, pero su pasión por los libros la llevó a dejar atrás los anuncios y embarcarse en la escritura. Estudió en Londres y ha viajado mucho a Nueva York. Por su thriller psicológicio ha sido comparada nada menos que con Patricia Highsmith.
–The New York Times y The Guardian han publicado críticas muy elogiossas de su libro, La señora March (Lumen), pero ¿es consciente de una mala palabra de la prensa regional andaluza acabará con su carrera?
–Sí, por eso voy a colgar...
–Ya me lo hizo Miguel Bosé.
–Sería más ofensivo que no le hubiese colgado, ¿no? Vivo aterrada por lo que digo en prensa. Las críticas del libro me afectan menos y The New York Times y The Guardian no han sido de mí, sino de la obra, lo llevo mejor.
–Empecemos con hondura: ¿por qué lleva el pelo corto?
–Por practicidad, es la única manera de aparentar volumen porque es muy fino y lacio. Tengo la suerte de que a mi novio le gustan las mujeres con el pelo corto.
–De talentosa publicista a prometedora novelista. ¿Está en sus cabales?
–No, soy la persona más inestable mentalmente que conozco. Estoy fatal la olla.
–A ver si es tan obsesiva: ¿cuántas entrevistas lleva en cuatro meses?
–No lo sé, mi terapeuta me enseñó que eso no hay que hacerlo para ser feliz. Soy obsesiva compulsiva pero no contando cosas. Si fueron 23, las he podido repetir 186 veces en mi cabeza.
–Ha dicho: "Es una angustia permanente vivir en mi cabeza". No quiero imaginar vivir en la de Putin.
–Putin tiene pinta de estar muy tranquilo; precisamente ése es su problema. Ojalá viviese un poco más angustiado, diría yo.
–Las apariencias engañan.
–Verdad, igual llora en posición fetal en su baño todas las noches, no deberíamos juzgar. Igual él debería preocuparse más y yo menos. Pensaré en Putin en el futuro para sentirme un poco mejor y priorizar...
–De Virginia Feito, escritora de enorme éxito, no hay entrada en Wikipedia. ¿Es usted real o estamos ante la nueva Elena Ferrante?
–Me encantaría. Le propuse a mi agente un seudónimo, pero pensó que bromeaba. No sé cómo se hace una entrada de Wikipedia y estoy indignada: no te lo puedes hacer a ti misma. Quizás hay que tener más de un libro escrito para una entrada o que el que has escrito sea la Biblia. Me pregunto a diario si soy una persona normal.
–Con 33 años decide escribir su primera novela y hacerlo en inglés, ¿va sobrada de confianza o de inconsciencia?
–De prepotencia pura y dura, así de sencillo. Era una niña pedante que escribía en inglés y aquí sigo. Ahora soy una adulta muy pedante. Hay que ser honestos.
–¿Lo traduce usted misma?
–No, para seguir con la prepotencia, me la han traducido. He hecho un Penélope Cruz, porque ella no se dobla a sí misma las películas. Y menos mal que no lo hice yo porque cuando traduzco parece Google Translate, es horrible.
–¿En quién se ha inspirado para esa señora March tan especial?
–Inspirado no, pero tiene muchas cosas mías y algunas de mi madre, que Dios la bendiga. No cogí el lápiz para retratarnos, pero busqué cosas que me ponen nerviosa o me molestan. Pero, en el fondo, yo soy una bellísima persona y mi madre más, aunque a la pobre mujer le gusta el pan de aceituna, ahí hay un guiño.
–¿Tiene algo que ver la protagonista con la célebre y riquísima familia de financieros mallorquines?
–Dios mío, me encantaría decir que sí y crear un twist (giro) en la historia, pero me temo que no.
–¿Qué juicio es más inclemente, el de los demás o el de una misma cuando se mira al espejo?
–El más aterrador es el de uno mismo. Existe un superpoder, la negación, que ojalá lo tuviera porque por mucho que te juzguen si tú te crees inocente en tu corazón, no te pueden destrozar. A esta mujer no paro de ponerla delante de espejos por si hace un poco de introspección, pero no hay manera.
–Cantó Sabina sobre Cristina Onassis: "Era tan pobre que no tenía más que dinero, besos de sobre, herencia de su padre el naviero". ¿Algo así le pasa a la señora?
–¡Cielos, qué bonito! No creo que las desgracias de la señora March sean por sus privilegios, pero es verdad que hay muchos memes de problemas del primer mundo. Conozco a gente con mucho dinero que desprende mucho amor y es muy generosa. Esa mujer ha tomado decisiones que la han dejado sola, no ha aprendido a querer. Eso te puede pasar con o sin dinero.
–Son permanentes las comparaciones con Patricia Highsmith. ¿Es molesto, halagador o una presión añadida?
–No molesta, es un honor y también mucha presión.
–Tras el pelotazo, ¿cuántos párrafos lleva borrados del segundo libro?
–Joé, el segundo me está costando. Va a ser una novela corta pero ya llevo el doble de tiempo que con la primera. Está siendo una tortura, escribiendo miguita a miguita y luego borrando. Fatal, muy mal.
–En el confinamiento todos hacíamos videollamadas con la familia, no con Elisabeth Moss... ¿En qué le pareció una estrella y en qué una mujer normal?
–Es una estrella porque se maneja muy bien en cualquier ambiente, con productores, conmigo... Se nota, como dicen los americanos, que no es su primer rodeo. Y es normal en el resto, haciendo bromas, hablando de Harry Potter, de cine.
–¿Y de Don Draper, el personaje que encarna Jon Hamm en Mad Men?
–No, pero tengo una lista de preguntas pendientes y Jon Hamm será la primera, aunque es una señora y hablará bien. No me contará chicha salvo que la emborrache.
–Gracias a la posición de su padre conoció ambientes selectos de Nueva York, París, Londres... ¿Se apunta un día a una juerga por tascas de serrín en el suelo?
–Claro, me hace feliz comer. Durante la carrera en Londres, me di cuenta de lo desgraciados que son gastronómicamente hablando, y volví a España con el rabo entre las piernas. Aquí comes lo que sea y está increíble. Voy a una tasca igual de contenta que al Palace, lo juro. Pero la fiesta no me gusta, soy bastante rancia. Si está la música muy alta y hay que socializar durante muchas horas, me canso. Soy una princesita.
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