Ana Moreno | Empresaria

"La vida me ha dado muchas tortas, pero todas han sido dulces"

Ana Moreno en la tienda de Inés Rosales de la Plaza de San Francisco.

Ana Moreno en la tienda de Inés Rosales de la Plaza de San Francisco. / Antonio Pizarro

Es la mayor de cinco hermanos y "la hija de Juan y Carmen", como ella se define. Su padre es el presidente de la compañía aljarafeña Inés Rosales, de la que ella es parte fundamental. En la fábrica de la empresa se hacen más de 300.000 tortas diarias que van a parar a más de 35 países. Algo de lo que se siente orgullosa Ana Moreno (Cádiz, 1972), conocida como Ana Torta en la agenda telefónica de muchos de sus amigos. Una trabajadora más del centenar que componen la marca, recientemente galardonada como Premio Andalucía del Turismo.

¿A qué se dedica?

-A cuidar de una marca que tiene 111 años que se llama Inés Rosales. Mi parte formativa de marketing y comunicación es parte del ADN del producto que vendemos. Y mi padre (Juan Moreno) es quien ha guiado quien soy.

¿Qué tiene de especial lo que cuida?

-Es un producto original y hecho a mano con ingredientes naturales y una receta tradicional. Nuestras tortas son únicas en el mundo y, a veces, cuesta explicarlas. Incluimos una envuelta que hace que te pares y se convierta en una experiencia. Ninguna es igual. Siempre es algo nuevo. No sólo somos alimentación, sino cultura que nos representa como Marca España y está en una ciudad resultante de la mezcla de civilizaciones. Está realizadas por mujeres. Su sensibilidad es diferente y se traslada al producto la delicadeza.

¿Por qué mujeres?

-La empresa la fundó una mujer y debió ser una revolucionaria y valiente. Bajaba a diario para salir a vender fuera de su pueblo. Ella entendió que no era producto local y ahora es universal. En los cursos que hacemos de selección de personal vemos que no llama la atención de los hombres. No captamos mercado laboral masculino por el handicap del tamaño de la mano necesario para hacerlas.

¿Cómo han hecho para que sean las de siempre tras más de un siglo y adaptarse a las nuevas tendencias culinarias?

-Somos un producto sin lactosa y sin huevo por receta original. No hemos tenido que eliminar nada. Sí tenemos que sumar. El problema de nuestra actividad es que no es un sector. Nuestra innovación es I+D+I de Inés Rosales. Son avances a medida. Y todo lo que hacemos lleva certificaciones de calidad. Jamás se ha comido como ahora de seguro. Los que cumplimos estamos a unos niveles de quirófano.

Imagino que el camino no ha sido fácil, ¿la vida le ha dado muchas tortas?

-Sí, pero eran tortas dulces (risas). Ha habido mucha dificultad y una preocupación constante por el bienestar y la reputación de la marca. Aunque yo siempre aprovecho cualquier circunstancia para sacar la parte positiva. He aprendido de mi padre, al que le gusta navegar como a mí, que el mar te da una lección de humildad y, a partir de ahí, no te duelen tanto y ves que forman parte del aprendizaje.

¿La pandemia ha sido una de ellas?

-En la alimentación hemos sido unos privilegiados y nuestros protocolos nos ha permitido una adaptación rápida. La ciencia ha creado una vacuna en tiempo récord, pero los consumidores van a salir dañados. Esa es la única preocupación. Sabemos que no somos un alimento básico ni premium. Tenemos precios populares, pero somos un capricho. La crisis hace que prescindas de cosas que no son de primera necesidad y ahora un móvil lo es.

El turismo ha sido una de las grandes víctimas del coronavirus, ¿os ha afectado?

-Empezamos como turismo industrial y dar a conocer el producto. Para que lo veas y lo cuentes. Ese marketing nos pone en la boca de muchos consumidores extranjeros. Es turismo atípico y cuando vienen a la fábrica se convierten en embajadores. Que en el avión privado del dueño de Starbucks haya Inés Rosales es turismo. Después de qué vas a ver en un viaje, viene qué vas a comer en ese lugar. Gastronomía y turismo son indivisibles.

Dicen que las crisis son épocas idóneas para emprender, ¿ve espíritu emprendedor en la sociedad que le rodea?

-El emprendimiento se puede confundir con un talento innato. No puedes emprender si te falta algo y la necesidad te obliga. Inés Rosales tenía un marido enfermo y eso la empujó a traer dinero a casa. Si se hubiera quedado en casa y sólo lo hubiera compartido en reuniones familiares, quizá no estaríamos hablando aquí ahora. La burocracia tiene que facilitar y fijarse en el modelo anglosajón. Soy madre de tres hijos y me preocupa que el sistema educativo obligue a estar en un estándar que no sirve. Además, tenemos que tener mentes globales. No compites con los de Sevilla, sino con un belga, un iraní y un australiano. La idea de negocio debe ser global. Tienes que crear algo que se pueda vender aquí y en todo el mundo.

Pasemos a abrir una de ellas, ¿cómo se la comería?

-Tiene que ser en el momento en que puedas pararte a disfrutarla y le puedas dedicar tres minutos. La torta tiene la magia de que cuando la calientas, la puedes cortar. Y cuando se enfría, vuelve a estar crujiente. Le propusimos a varios cocineros con Estrella Michelín que experimentaran con ella. La satisfacción que percibes en la realización de un plato es inmediata y más enriquecedora que otros trabajos. Por eso triunfan tanto los programas de cocina.

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