“Tenemos derecho a estar enfadadas porque luchamos contra una injusticia”
JÚLIA SALANDER | POLITÓLOGA, ANALISTA DE DATOS Y DIVULGADORA FEMINISTA

Graduada en Ciencias Políticas en la Universidad de Barcelona, Júlia Salander cursó un máster universitario en Análisis Político y sendos posgrados, en Análisis de Datos y Business Intelligence. Es la presentadora y guionista del pódcast Abro paraguas y ha publicado con el sello Montena dos libros, Tu argumentario feminista en datos y Fuego al machismo moderno, prologado por Henar Álvarez.
–Se dice que “el dato mata al relato”. En un contexto de relato antifeminista, ¿con qué otras armas contamos?
–Los datos nos aportan realidad, pero a veces no son suficientes. Por ejemplo, las denuncias falsas son irrisorias y aun así, hay mucha gente que sigue con ese relato machista. A la gente a la que no le importa la realidad no la vamos a convencer, pero hay otra que no es tan extrema, que no vota a Vox o Alvise, y ahí sí podemos incidir. No es casualidad que la extrema derecha esté ganando en casi todo el mundo porque el sistema está reaccionando a los avances del feminismo, la democracia y la izquierda. Hemos de estar muy atentos porque son discursos muy fáciles y convencen. Es marketing, un eslogan vacío, pero se mueve a muchísima velocidad.
–Publica el libro Fuego al machismo moderno. ¿Es lícito incendiar a veces?
–Hay diferentes estrategias. Se nos dice mucho a las feministas que estamos enfadadas. ¿Te imaginas decirle, hace 50 años, al movimiento obrero que estaba muy enfadado? ¿O al esclavo que hable a su dueño con la voz de RoRo para ser amable? Las feministas tenemos derecho a estar enfadadas porque luchamos contra una injusticia. No es solo entender al hombre como el agresor, sino que hablamos de un sistema. Cuando yo digo fuego al machismo no es a los hombres, sino al sistema que nos oprime. Para tener un mundo libre, igualitario y sin violencia, el machismo, racismo, homofobia o cualquier movimiento discriminatorio han de desaparecer. Con mi primer libro demostraba con datos por qué existía el machismo. Con este último hemos entendido que es real y ahora vemos cómo respondemos.
–¿Qué define a ese nuevo machismo al que alude?
–El lenguaje. Me niego a pensar que un niño de 17 años es más machista que mi abuelo. Lo que pasa es que ese machista era más sutil y ahora nos llama más la atención el discurso reaccionario de los adolescentes. Ves a chavales con pódcast con millones de likes diciendo barbaridades como que las mujeres tenemos que ser sus esclavas. La dinámica en redes es muy polarizante en todos los sentidos; se pierden los matices, los grises y el debate.
–Propone en su obra un sistema de puntuación denominado machistómetro. ¿Dónde situaría a España?
–(Ríe) Lo pensé mucho. Es una escala de tres llamitas, la primera sería como Hijo sano del patriarcado y la última El rey de la misoginia. No es tanto el nivel de gravedad del machismo, sino lo visible que es. A España le pondría dos llamitas, a países como Suecia le pondría una y a Estados Unidos o Argentina, ahora mismo, pues tres llamitas.
–¿Hemos fallado los medios de comunicación?
–No sé si es que falláis o el mundo ha cambiado. Una niña de 16 años se informará por TikTok y le dará igual si la fuente es un medio tradicional verificado o el influencer de turno. O los medios llegáis ahí o difícilmente se podrá informar correctamente, porque en los medios hay unos procesos, una revisión de la información. Al final todo son intereses económicos, se abandona la veracidad para priorizar audiencia o ventas.
–Rubiales, Errejón, Monedero… ¿Qué conclusión, como politóloga, saca de todas estas exposiciones públicas?
–Es una lectura complicada. La mediatización es positiva. Hemos aceptado como sociedad que el beso no consentido y no deseado de Rubiales es una agresión sexual. Esto hace diez años no hubiese llegado ni a juicio. Estamos teniendo un debate como sociedad y en identificar y resignificar la violencia sexual estamos dando pasos para delante, pero si analizamos las conductas del juez o parte de la opinión pública, hay mucho, mucho que avanzar. No puede ser que en la sentencia no se reconozca la coacción a Jennifer Hermoso.
–¿Duelen más esos casos si vienen desde el progresismo?
–¡Uf! Tíos de izquierdas que han sido y son agresores sexuales, profundamente machistas y que han sacado rédito del feminismo atrayendo a mujeres. No es que sea peor un machista de izquierdas, sino que a nivel de entraña, te duele más, te sientes estafada. En su momento, yo compartí el discurso de Errejón.
–Son cuotas de poder.
–Totalmente. Y de una visión del poder, la autoridad y el liderazgo muy autoritaria y machista. Como la frase repugnante de Errejón de “el personaje se ha comido a la persona”. Cuando llegan al poder a todos, todos se les va la olla. ¿Qué ocurre para que esto se haya normalizado?
–¿Hace falta autocrítica?
–Todo movimiento debe hacer autocrítica y entender la situación. A las feministas se nos responsabiliza de que el machismo esté subiendo, pero siempre ha estado ahí. El feminismo que no incomoda es marketing. Hemos perdido el tiempo en cuestiones que, para mí, no eran prioritarias. Las prioridades son hablar de las agresiones sexuales, violencia machista, feminicidios, por qué la pobreza afecta más a las mujeres y, especialmente, la pornografía y la violencia estética, el por qué cada vez hay más mujeres con una autoestima mermada por una industria que crea traumas para ganar dinero.
–¿Es posible la reconciliación entre el feminismo y el colectivo LGTBIQ+?
–Como mujer lesbiana, mi lucha la hago más desde el feminismo porque la opresión que yo sufro principalmente es por ser mujer. Hay un mínimo común, que es señalar al patriarcado, ese es el foco, y luego cada lucha tiene sus particularidades.
–¿Qué o quién falla ante la violencia de género?
–No sé si falla algo. Nuestro objetivo es que haya cero feminicidios y si vemos los datos por año, van bajando. Tanto el Pacto de Estado contra la Violencia de Género como el Sistema VioGén funcionan, aunque cada mujer asesinada es un fallo como sociedad. A largo plazo, nos falta educación en valores, que vuelva la Filosofía a la escuela; y sexual, que los chavales dejen de aprender qué es el sexo a través de Pornhub. El corto plazo es ir caso por caso, entender qué ha pasado, más recursos y un mejor control al agresor, no a la víctima.
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