"No podemos alargar la vida, pero sí intentar ensancharla"
Rafael Guillén no sabe lo que es la autopromoción. A la hora de posar para la fotografía en el balcón de su casa escoge el libro que está leyendo, un sesudo trabajo sobre filosofía. Se olvida de que acaba de publicar la antología Versos para los momentos perdidos (Fundación José Manuel Lara). El poeta granadino recibe el Premio de las Letras Andaluzas el próximo 8 de abril.
-Dice que ha escogido para esta selección los versos de toda su obra que sobresalían en negrita. ¿Hay alguno de esos al que haya recurrido estos días tras la muerte de su hermano?
-Claro, recuerdo la elegía que escribí cuando murió mi madre. Es una elegía que, según me cuentan, leen mucho los familiares de los fallecidos en la sala en la que se reúnen antes de la cremación: "Andaré por la casa / poniendo las dos manos sobre cada recuerdo. / Preguntas y preguntas / me inundarán la boca como amarga saliva.".
-¿Ha visto con desazón cómo otros versos de su obra resaltaban en cursiva?
-No solo me ocurre con mi obra. Por una especie de daltonismo, los versos memorables se me resaltan en negrita, cuando son simplezas u obviedades se ven en cursiva; y subrayados en rojo las chorradas manifiestas. Al revisar estos textos he visto que, como todos los jóvenes, era un poco irresponsable y, claro, algunos no los hubiese escrito ahora. Ahora lo digo todo con el corazón también, pero pasado por la cabeza. Resumiendo, que soy más viejo.
-Afirma que es un libro para leer en la cola del pan o esperando el autobús, pero apostilla que sería cruel decir que en la cola del paro. Desgraciadamente, son más de cuatro millones de lectores potenciales...
-Sería cruel decirlo porque son versos para que los lea el que no tiene tiempo de leer; pero sería hermoso que esos más de cuatro millones se evadiesen con ellos unos instantes de su tragedia.
-En los últimos tiempos, su fama de viajero compite con la de poeta. Un cursi viaja para conocer otros olores y otros sabores. ¿Para qué viaja un escritor?
-Yo tengo la teoría, no me canso de repetirlo, de que no podemos alargar la vida, pero sí podemos ensancharla. Lo que pretendo con los viajes es ensanchar mi vida, vivir más, que quepan más cosas en ella.
-Hay poetas que hablan mejor de lo que escriben. Usted, Premio Nacional de Literatura, siempre ha desconfiado de su oratoria...
-No tengo dotes oratorias porque pienso mucho lo que digo, me detengo en el pensamiento y este no fluye a la palabra. Esto me alegra porque me aleja de los políticos, que hablan muy bien pero, en muchas ocasiones no piensan lo que dicen. Además, yo no tengo respuestas para todo.
-Como académico de las Buenas Letras, ¿qué le parece la nueva ortografía de la RAE? ¿Estarán contentos los republicanos con que la palabra rey se escriba ahora en minúscula?
-Eso de las minúsculas me recuerda a lo de miembro y miembra. Es algo tan intrascendente que no merece la pena que unos señores sesudos se pongan a dirimir esas cuestiones. A nuestro riquísimo idioma hay que enriquecerlo, pero no retocarlo.
-Está completamente alejado de los círculos poéticos, de las intrigas literarias. ¿Es por pura bonhomía?
-De bonhomía nada: en el fondo soy perverso. En este alejamiento influye, sin duda, la edad. Por fortuna, si hay varios bandos, todos son mis amigos, me aprecian.
-Con el grupo Versos al Aire Libre resucitó en los cincuenta la poesía en Granada, tras los 20 años de silencio que siguieron al asesinato de Lorca.
-Ese silencio era debido a que, en los comienzos de la Dictadura, los poetas éramos o comunistas o maricones. Pero, además, es que no había poetas en Granada. Luis Rosales estaba en Madrid y no quería saber nada de esta ciudad. Elena Martín Vivaldi publicó un libro, también en Madrid. En poesía, el silencio era sobrecogedor. Entonces nosotros, con Versos al Aire Libre, sacamos la poesía a la calle. Repartíamos versos a la salida de la Catedral, por las calles, en las tabernas. Federico García Lorca era nuestro gran poeta, pero de los poslorquianos, mejor no hablar. La suerte que tuvimos nosotros es que, dentro de nuestra admiración, supimos alejarnos lo máximo posible de su poesía, tan contagiosa, buscar una voz propia...
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