"Es un tópico eso de que los hombres leen menos"

"Es un tópico eso de que los hombres leen menos"
"Es un tópico eso de que los hombres leen menos"
Francisco Correal

20 de octubre 2013 - 01:00

-¿Dónde escribió las 904 páginas de su novela?

-En mi casa de Madrid y en la playa de La Antilla.

-Empieza con una historia de judíos rusos. ¿Por qué elige ese escenario?

-Primero elegí la historia que quería contar, de qué forma las circunstancias pueden determinar el destino de una persona, que caigas de un lado o de otro. Pensé en tres escenarios: Oriente Próximo, donde podías ser judío o bien palestino o musulmán, Yugoslavia o los Mil Lagos, donde tuvo lugar la guerra entre hutus y tutsis. Elegí el primero, lo conozco mejor, viajé como periodista.

-¿Es el judío el pueblo más literario? Además de su libro, han aparecido una novela de Andrés Sorel sobre Auschwitz, el libro de Arcadi Espada sobre los judíos húngaros...

-No hay una historia más negra en la historia de la humanidad que el Holocausto. Me impresionó visitar esos campos.

-En su índice de personajes aparece Woodrow Wilson, el presidente de Estados Unidos que definió el siglo XX como el siglo del hombre de la calle. ¿Es el XXI el siglo del hombre en la calle?

-Hay que salir a la calle y recuperar lo que tanto esfuerzo y sacrificio nos costó conquistar. Con el mantra de la crisis, ganamos menos dinero, trabajamos más, tenemos menos derechos y nos jubilamos después. Están desmontando el Estado de bienestar por la puerta de atrás.

-¿A los enfermos de su novela les falta un doctor Zhivago?

-Describo cómo era la Rusia de finales del XIX. Los grandes escritores rusos siempre han sido un referente: Tolstoi, Pasternak. También los franceses, Balzac sobre todo. Me gusta la novela costumbrista, contar una historia para hacer el retrato de una época.

-¿Prefiere conocer los sitios o hacer como Julio Verne, que se inventó Siberia en Miguel Strogoff sin salir de su casa?

-Prefiero conocer el sitio. Cuando tengo un euro, me lo gasto viajando. Conocí San Petersburgo cuando era Leningrado. Una ciudad triste, silenciosa. Nada que ver con la San Petersburgo actual. Una ciudad viva, alegre, dinámica, donde fuimos en septiembre a presentar la novela.

-¿La revolución es un sucedáneo de la religión?

-Cuando se convierte en dogma, sí. Pero mis personajes son bastante descreídos, se cuestionan todo.

-¿Tiene un método?

-Primero escribo mentalmente la novela y a los dos o tres meses me siento a escribir. El primer capítulo que escribí fue el último. Es un final muy potente y dramático y no podía esperar.

-¿Marca caer de un lado o de otro?

-El destino siempre se puede dominar, pero a veces no de tejan, no puedes, no quieres. Yo siento una profunda admiración por esos miles de subsaharianos que atraviesan África entera porque no están conformes con lo que les ha tocado en suerte, en mala suerte. Que quieren cambiar el curso de su destino y para ello se juegan la vida y en muchos casos la pierden. Y nosotros nos quejamos por todo cómodamente instalados en nuestro sofá.

-¿Las 904 páginas son una venganza contra la exigencia de concisión de la periodista que fue?

-No me preocupa que sea larga o corta. En mi primera novela, La Hermandad de la Sábana Santa, como soy un desastre para la informática, le di a una tecla y perdí cincuenta páginas. Mi hijo, que era un pequeñajo, consiguió salvarme treinta. También se borró la paginación y desde entonces tengo la costumbre de no paginar. El susto se lo lleva mi editor cuando le doy el pendrive y lo mete en la impresora. Nunca sabe de qué va mi próxima novela. Me pregunta por los viajes y tenemos por correo diálogos de besugo.

-Como Marcel Proust, usted introduce el asunto Dreyfuss en su novela...

-Conmocionó Europa. Hay un antes y un después en la sociedad francesa, se tiene que examinar a sí misma sobre su antisemitismo. Los europeos somos muy antisemitas, lo fuimos a lo largo de la historia con los judíos, a los que no hemos dejado de perseguir, expulsar o gasear.

-Pueblo de dura cerviz, los llama la Biblia...

-Curiosamente, se han integrado mucho mejor en el norte de África. En Bagdad, Damasco, El Cairo o Estambul había comunidades judías perfectamente integradas. Los otomanos sólo les cobraban un impuesto.

-¿No le interesa España como asunto literario?

-Por ahora no me lo planteo. Siempre aparece alguna mención en mis novelas. En ésta sale Toledo.

-¿Escribir es un oficio?

-Es un trabajo con una disciplina. Yo escribo en Nochebuena y Año Nuevo. No hay festivos ni veraneos.

-¿Ni tiempo para leer?

-Mientras escribo, sólo leo historia o ensayo relacionados con el libro. Novelas sólo cuando termino.

-¿Hay un perfil de lector de Julia Navarro?

-Por las ferias del Libro, que suelo ir a todas, al principio si venía un hombre con mis libros le preguntaba el nombre de su mujer o si era para un regalo. Es un tópico eso de que los hombres leen menos. Por mi Facebook, me escriben más hombres que mujeres. En cuanto al perfil, me leen los muy jóvenes entre 18 y veintitantos y a partir de los 45.

-¿Hay que conquistar a los treintañeros?

-Seguramente.

-¿Su último trabajo como periodista?

-Hace ya muchos años. Participar en una tertulia no es periodismo, es una forma de ganarse la vida. Periodismo es hacer una entrevista, cubrir un conflicto bélico, seguir el Parlamento o estar en la calle. Yo tuve que tomar una decisión y elegir. Los dos primeros libros los pagué con mi salud.

-¿Cuál es su segunda patria por lectores?

-Donde más me leen es en Alemania, Italia y Polonia.

-¿Conoció el caso del polaco que fue dado de alta en un hospital de Sevilla y murió con desnutrición en la cola de un albergue?

-Me da vergüenza que una cosa así pueda suceder en un país como el nuestro.

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