Salvar a Rodrigo Rato

El ex presidente de Bankia está decepcionado tras su abrupta salida de la entidad financiera y evidencia que el Gobierno no va a apartarse de su política aunque ello afecte a una persona de larga trayectoria en el PP

14 de mayo 2012 - 05:05

CUANDO le pidió a Mariano Rajoy la presidencia de Cajamadrid, hace casi tres años, no sabía Rodrigo Rato que además de provocar una grave crisis política en el PP madrileño que produjo tensiones entre el equipo de Rajoy y el de Esperanza Aguirre, se iba a enfrentar a unas fusiones de imposible futuro que le llevarían a la creación de un banco nuevo con una complicada salida a Bolsa, cuentas que no se correspondían con las que le habían presentado y, al final, una nacionalización parcial que le desalojaba de la dirección del banco.

Rodrigo Rato, afirman quienes han estado cerca de él estos días, se encuentra decepcionado, desanimado y triste, pero sabe salir de situaciones complicadas y tiene a su favor el respeto de sus compañeros de partido. Ha recibido centenares de llamadas y se han sucedido las declaraciones públicas de apoyo. Se han hecho sin consigna previa del partido, espontáneamente, como ha sido también espontáneo que varios miembros destacados del PP hayan apuntado a Miguel Ángel Fernández Ordóñez como responsable de una crisis que se podía haber evitado si hubieran funcionado los mecanismos de vigilancia del Banco de España cuando las cajas se tomaban el control de las cuentas a título de inventario, y si el gobernador no hubiera obligado a fusiones que contaminaron a las cajas más solventes al exigirles que asumieran la absorción de entidades deficitarias y con fuertes cargas financieras.

"Si Rodrigo no hubiera sido el vicepresidente económico de Aznar, se habría negado a la fusión con Bancaja -señala uno de sus antiguos colaboradores en Economía-, pero no podía hacer pública la situación de una caja tan vinculada al PP de Camps; por otra parte, si se hubiera plantado frente a Fernández Ordóñez y Zapatero, le habrían acusado de anteponer su militancia a una operación diseñada por el equipo de Zapatero.

Su situación era muy diferente a la de Braulio Medel, socialista al frente de Unicaja, que sí se plantó ante la exigencia de fusión con Caja Castilla-La Mancha y que puso condiciones tan duras a la de Cajasur que abortó la operación. Podía ejercer una posición de fuerza puesto que se trataba de una persona del mismo partido que le exigía que cediera, por lo que nadie podría acusarle de anteponer los intereses políticos a los profesionales. Si Rato se hubiera plantado, sin duda se sacaría a colación su filiación para explicar su rechazo a la operación marcada por el Gobierno de Zapatero y el Banco de España presidido por un destacado socialista, nombrado por Zapatero con el voto contrario del PP.

Que Rato tenía serias dificultades para mantenerse al frente de Bankia se comentaba por los círculos económicos y financieros desde principios de año. Y en las dos últimas semanas se había disparado el rumor de que podría presentar su dimisión como presidente de Bankia. El detonante era que Deloitte no había aprobado el plan de saneamiento del banco, y que por tanto ese plan tampoco había recibido la aprobación del Banco de España, del Ministerio de Economía ni de Bruselas.

Tan conocido era el rumor que el pasado 2 de mayo, en la recepción que ofrecía Esperanza Aguirre con motivo de la fiesta de la autonomía madrileña, las miradas se centraron en el aparte que mantuvieron Rato y el vicepresidente y hombre fuerte del gobierno madrileño Ignacio González, que hace dos años había aspirado al sillón en Cajamadrid que finalmente fue para Rodrigo Rato. Hablaban de Bankia, evidentemente, y Rato no ocultó que su sillón no era en absoluto estable. Quedaron en verse con calma para profundizar en el tema, y lo hicieron el viernes, en una reunión en la que los dos hablaron abierta y sinceramente de las dificultades de Bankia, del rechazo al plan de saneamiento y de las consecuencias de que Deloitte lo hubiera rechazado. Poco después Rato acudía al despacho de De Guindos para uno de los encuentros habituales que mantiene el ministro de Economía con los presidentes de los grandes bancos, Botín, González, Fainé y Rato.

La percepción de quienes siguen los pasos que da De Guindos es que el ministro de Economía quería llegar a la rueda de prensa del viernes, la posterior al consejo de ministro que aprobaría su reforma, con el caso de Bankia resuelto. Y en ese encuentro con los banqueros se analizó la situación de Bankia, del rechazo a su plan de saneamiento y de sus consecuencias.

El lunes Rato anunció su dimisión cuando varios medios de comunicación informaban de un plan del gobierno y del Banco de España para sanear Bankia que pasaba por cambios en su equipo de gestión. El anuncio se produjo apenas dos horas después de que Mariano Rajoy realizara una entrevista en Onda Cero en la que se mostró partidario, como última instancia, de inyectar más fondos públicos a la banca, lo que todo el mundo interpretó como un adelanto de lo que se pensaba hacer con Bankia.

Lo ocurrido esta semana demuestra que el Gobierno es firme en su decisión de no apartarse de la línea marcada aunque afecte a una persona de larga trayectoria en el PP y que cuenta con excelentes amigos. O contaba. Las relaciones entre Rato y De Guindos hacía tiempo que no eran excesivamente fluidas y probablemente saldrán perjudicadas las de Rato con Rajoy, siempre cambiantes, siempre con baches.

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