Un folletín en Sierra de Yeguas
La contienda electoral en este pueblo de Málaga está marcada por el escándalo del alcalde acusado de violación.
Sierra de Yeguas es la pequeña población de la comarca de Antequera que hace frontera con Sevilla. Durante diez años se ha esforzado por ser conocida por los 2.000 kilos de espárragos que cada primero de mayo pone a disposición de los visitantes. Sin embargo, poca gente, con o sin feria del espárrago, conocía Sierra de Yeguas hasta que llegó el escándalo, el gran escándalo. A finales de 2008 una concejal del PP, Josefa Torres, denunciaba al alcalde de la población, también del PP, Rafael Sánchez Lavado, por seis delitos de acoso y uno de violación consumada. Este hecho desembocó un año después en una moción de censura y el relevo del alcalde por el ex alcalde Salvador Ortiz, del PA. La política divide a los 3.500 habitantes del pueblo entre los que creen que Sánchez Lavado, absuelto por la justicia, es un violador y los que piensan que ha caído en la trampa de la que él dice que fue su amante durante siete años.
Al llegar al pueblo, parece que todo resto de aquellos sucesos se ha borrado de esta planicie lunar sobre la que se levantan las casas de esta villa agrícola que saluda con una gran yegua de bronce y por cuyas calles circulan tractores. A las tres de la tarde, una débil brisa mueve el gran cartel electoral andalucista colgado de lado a lado en la calle principal con la foto de Salvador Ortiz. En la tapia de un solar en el que se anuncia una futura urbanización que promete fuentes y diáfanas zonas comunes, radicalmente opuesta a la modesta arquitectura rural del entorno, se sigue multiplicando la imagen de Ortiz sobre una pintada ya antigua en la que se lee "alcalde fasista". No hay más carteles electorales. Las calles están desiertas por el bochorno que cae a plomo. El único sonido viene de un cercano bar, vacío, donde se escucha la letanía de las noticias deportivas. Antes, hemos podido ver en la web del Ayuntamiento la formación histórica de los gobiernos municipales. De José Soto, alcalde socialista hasta 2003, se pasa a Ortiz. Ni una mención a la actual legislatura. Tampoco figura en el apartado de los partidos políticos una referencia al PP de la localidad, cuando sí existen direcciones para contactar con el PA y con el PSOE. Ni una sola mención a Sánchez Lavado, un hombre de rostro labriego que en su día dijo que no tenía la culpa de ser tan atractivo y que consiguió para el PP la única alcaldía de toda la comarca, de gran tradición de izquierdas.
Pero aquello sucedió, no cabe duda de que sucedió. Existe la foto de Josefa Torres con la mirada perdida dando la mano a Ortiz. Corría septiembre de 2009 y en el lugar en el que Josefa acababa de consumar su venganza contra Sánchez Lavado, el salón de plenos, cuelgan carteles de la Coconut Band. Ha votado contra él en la moción de censura solo unos meses después de que un informe psicológico pericial no detectara los traumas propios de una mujer violada y que el juez considerara que las grabaciones que Josefa había hecho a Sánchez Lavado, en las que la amenazaba si no se plegaba a sus requerimientos sexuales, podían no ser veraces. Abajo, en el bar Pepillo, esperan los concejales descabalgados, sus ex compañeros populares, que arropan al ex alcalde mientras un coro de mujeres recibe a Josefa con silbidos y gritos de "Pepi, traidora, tránsfuga, que te has follao a tol pueblo". Por eso Josefa tenía esa mirada perdida, tenía la mirada de una apestada en su propio pueblo o de, al menos, una parte de su pueblo. ¿De qué iba a servir que dijera una y otra vez algo tan poco creíble como que se había sumado a la moción de censura porque el alcalde del PP había dado obras del Plan E a empresas de fuera del pueblo? Lo cierto es que durante meses formó parte del grupo municipal que presidía el hombre que ella decía que le había violado. Y eso no lo aguantó.
Sánchez Lavado nunca reconoció nada de eso, ni cuando el PP renegó de él. De lo único que se consideraba culpable era de haber engañado a su mujer. Para él, estaba claro que Pepi se había vendido por dinero al anterior alcalde, Salvador Ortiz, y que de fondo existía un asunto urbanístico. De hecho, el pasado mes de marzo, en su condición de jefe de la oposición, se presentó en los juzgados para denunciar al actual alcalde por prevaricación por una licencia de obras presuntamente irregular concedida en 2005. "Por eso me hicieron la moción de censura", repitió una y otra vez en la puerta de los juzgados. Lo que sí consiguió Sánchez Lavado fue que Pepi figurara en el listado oficial de tránsfugas andaluces. A Pepi ya le daba igual, había dejado el Ayuntamiento, aunque no la concejalía, que era la herramienta de su venganza.
El PP no quiere más problemas en Sierra de Yeguas y en esta ocasión presenta a alcalde a Miguel Ángel Sánchez Jiménez, un joven maestro de 33 años que es fan de U2 y al que le gusta mirar su pueblo desde cualquier punto alto cuando cae la tarde. Ha estado ejerciendo su profesión en Cantabria. No está contaminado por esta sórdida legislatura. En su programa, el apartado dedicado al pueblo se resume en nueve puntos y en uno de ellos promete acabar con las cacas de perro. Si se mira en paralelo el rostro de Sánchez Jiménez, con cara de niño bueno, y el de Sánchez Lavado queda claro que los populares también quieren borrar esta legislatura de la memoria.
En el caso del alcalde, Salvador Ortiz, al que su secretaria comunica el motivo por el que queremos hablar con él, tampoco parece tener mayor interés en la materia. Tras tres llamadas, comunica a la secretaria que le va a ser imposible atendernos.
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