La vicepresidenta Soraya

Sáenz de Santamaría protagonizó la gran sorpresa política de la pasada legislatura y ha conseguido hacerse respetar por todos, amigos y enemigos políticos. Nadie duda de que será la mano derecha de Rajoy.

28 de noviembre 2011 - 05:05

ES el único nombramiento sobre el que no hay dudas. Aunque Rajoy no ha dado hasta ahora ningún tipo de señal que permita adivinar qué gobierno prepara, qué nombres baraja, ha dado pistas suficientes en los últimos meses como para deducir que quiere a Soraya Sáenz de Santamaría en la Vicepresidencia política, en La Moncloa, coordinando los ministerios y con un papel de primera magnitud.

Una carta cambió la vida de esta mujer menuda que acaba de ser madre. La carta la escribió hace once años. Había ganado la oposición a abogado del Estado y estaba destinada en León. Decidió enviar su curriculum a Francisco Villar, jefe de gabinete de Mariano Rajoy, en aquel momento vicepresidente primero de Aznar y Ministro de la Presidencia. Soraya le explicaba su trayectoria profesional, que era de Valladolid, que tenía 29 años y que le gustaba la política. A Villar -que ha fallecido unos días antes de las elecciones- le gustó el tono de la carta, el entusiasmo que transmitía, y concertó una cita con ella. Sáenz de Santamaría cogió un autobús, se plantó en Madrid y a los pocos días estaba trabajando con Villar. Desde entonces ha sido colaboradora muy cercana de Rajoy, que suele decir que Soraya es "una fábrica de papeles".

Cualquier cosa que se le pida la encuentra. Y además la esquematiza, la simplifica, la reduce a unas líneas. Independientemente de que su formación jurídica ha sido clave para asesorar sobre aspectos farragosos relacionados con todo tipo de leyes e iniciativas que Rajoy debía conocer en profundidad, primero como miembro del Gobierno y después como líder de la oposición.

Pocos conocían a aquella Soraya Sáenz de Santamaría que aparecía en la lista de Madrid en las elecciones del 2004, su papel hasta entonces había sido muy desconocido excepto para el círculo de Mariano Rajoy. No iba en un puesto de salida, pero cuando dimitió Rodrigo Rato para dirigir el FMI Soraya entró en el Congreso de los Diputados.

No destacaba especialmente. Parecía perejil de demasiadas salsas, se expresaba con excesiva seguridad en sí misma, lo que la convertía en un personaje algo irritante, y fue Federico Trillo quien se ocupó de convertir a aquella joven demasiado sabia en una diputada con criterio político, encauzando el talento que indudablemente tenía pero que necesitaba ser modelado. Sólo un veterano del Congreso de los Diputados advirtió que aquella joven tenía futuro: Alfonso Guerra. Al ex vicesecretario general del PSOE le atraen las personas brillantes, y decía a quien le quería oír que Soraya iba a dar mucho que hablar en el futuro. Más de una vez se fue a cenar con Soraya y Trillo para hablar de política y de cuestiones culturales, ya que los tres tienen pasión por las letras.

No sobresalió en esa legislatura, aunque el equipo de comunicación del PP, por instrucción de Rajoy o porque advertía que Soraya era una persona muy cercana a Rajoy, trataba de "colarla" en cuanta entrevista o tertulia estuviera a tiro. Era simpática, pero el tono de saber permanentemente qué terreno pisaba no ayudaba, provocaba el rechazo que suelen producir los enterados.

Cuando Rajoy perdió las elecciones en 2008, superó con dificultad el desánimo y decidió seguir adelante para intentar por tercera vez acceder a la Presidencia sorprendió, e incluso puede decirse que sorprendió desagradablemente, que nombrara a Soraya Sáenz de Santamaría portavoz del grupo parlamentario. Nada menos que para sustituir a Eduardo Zaplana, que había sido portavoz importante como era hombre importante en el partido. La hizo portavoz además en un momento crítico para el PP, con Rajoy cuestionado por un amplio sector del PP y con un grupo parlamentario del que formaban parte diputados nada contentos con Rajoy y con la forma en que Rajoy había resuelto el congreso de Valencia, desplazando de la Ejecutiva a personas muy significativas del PP y llevando a las alturas a personas que no habían tenido hasta entonces excesivo relieve. Como Sáenz de Santamaría o como María Dolores de Cospedal o Ana Mato.

¿Cómo ha llegado Soraya tan arriba, cómo ha logrado convertirse, en sólo cuatro años, en una persona clave para el PP? Porque se trata efectivamente de una persona clave y, además, querida. Algunas personas la vieron al principio con cierto recelo pero finalmente se construyó su propio espacio en el Congreso.

Sin alharacas y sin aspavientos se fue deshaciendo del equipo que le habían dado hecho y creó uno propio, con José Luis Ayllón como principal colaborador.

Sus fichas e informes han sido impagables para Rajoy en estos años, pero también para otros portavoces sectoriales. Su equipo, por instrucción suya, ha mirado con lupa las intervenciones de los socialistas en los últimos años, encontrando perlas que han servido para que Rajoy desbaratara sus discursos, como hizo cuando pronunció frases hirientes que provocaron sonoras pitadas entre los socialistas y que habían pronunciado Zapatero o Rubalcaba años atrás.

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