Isabel Preysler, del rosa al negro
La reina de corazones atraviesa por su peor momento tras la pérdida de Miguel Boyer, con quien compartió sus últimos 30 años.
Su elegancia y saber estar le han convertido en el centro de todas las miradas y también en el personaje más mimado y querido de la prensa española. Isabel Preysler se siente incómoda siendo la protagonista, sin embargo y pese a su discreción, su presencia en cualquier evento eclipsa a cuantos están a su alrededor. Fue coronada en los 80 como la reina de corazones, ampliamente seguida y admirada por todas las revistas de papel couché, y su vida -sus romances, sus bodas, sus hijos y sus negocios- podría seguirse de corrido echando sólo una ojeada a las páginas de algunas de ellas. Esta semana Isabel ha vuelto a eclipsar las portadas, pero esta vez por un asunto que en nada se parece a lo que nos tiene acostumbrados. La muerte de su esposo, Miguel Boyer, ha venido a pintar de negro su feliz y sosegada vida junto al político, que falleció en la clínica Ruber el pasado lunes tras sufrir una embolia pulmonar. Aunque en esos difíciles momentos la bella filipina también se ha comportado con la elegancia que le ha caracterizado siempre. Esa misma elegancia con la que cautivó al ministro de Felipe González a principios de los 80.
Isabel ha sido esposa (por tres ocasiones) y madre (en cinco), pero nunca se ha tenido que enfrentar a un revés tan duro como el que ha vivido esta semana. No obstante, no es la primera vez que las lágrimas de la Preysler llegan a la prensa del corazón. En los últimos años ha tenido que decir adiós -curiosamente en el mismo tanatorio en el que el lunes despidió a su marido- a dos de sus hermanos, Beatriz y Carlos, ambos por cáncer. Y en los 70, justo antes de su llegada a España, tuvo que afrontar la pérdida de otro hermano, Enrique (al que se sentía muy unido), como consecuencia de las drogas. Precisamente fue esta desgracia la que hizo que sus padres tomaran la determinación de mandarla a estudiar a España para que se mantuviera alejada de ese tipo de peligros. Isabel llegó con sólo 18 años, pero pronto se codeó con la alta sociedad española. No llegó siquiera a terminar sus estudios de Secretariado Internacional porque en su camino se cruzó un joven Julio Iglesias, que por aquel entonces comenzaba a despuntar en la canción. Lo suyo fue un flechazo en toda regla y, según ha reconocido recientemente, su boda llegó de forma precipitada para ocultar que se encontraba embarazada de su primera hija, algo mal visto en la época.
Las primeras apariciones de Isabel en las noticias del corazón solían estar acompañadas de idílicas imágenes en compañía de sus hijos, pero todo cambió cuando a finales de los 70 decidió romper su matrimonio con Julio tras las muchas infidelidades del cantante. Comenzó entonces la época más díscola de la filipina, casi siempre acompañada en sus eventos de la jet set por la 'nietísima', una joven Carmen Martínez Bordiú que también acababa de poner tierra de por medio en su matrimonio con el Duque de Cádiz.
La vida de Isabel siguió centrando los comentarios de todas las revistas cuando dos años más tarde se casó con el marqués de Griñán, un matrimonio que ella misma ha asegurado que se empezó a romper cuando poco después de nacer su hija Tamara (la única que tuvo con Carlos Falcó) se cruzó en su camino, más concretametne en una fiesta organizada por Mona Jiménez, Miguel Boyer. Ambos estaban felizmente casados, pero la prensa ya daba por hecho que entre ambos existía algo más que una bonita amistad. La relación se hizo pública en el 86 y solo dos años más tarde se casaron en la más estricta intimidad, en una boda a la que ni siquiera acudieron los hijos que tuvo el político con su anterior esposa. Aunque muchos no daban un céntimo por aquella unión, lo cierto es que el paso de los años ha terminado demostrando que Boyer ha sido, sin lugar a dudas, el complemento ideal para Isabel, una figura seria, culta y muy dialogante, que nunca ocultó la pasión que sentía por la filipina.
A partir de ahora, Isabel tendrá que aprender a vivir sin su compañía, aunque a buen seguro seguirá ocupando la misma cuota de protagonismo en la prensa rosa una vezque se decida a retomar su vida social.
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