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"Las cárceles son como los hoteles"

  • El autor reflexiona sobre la libertad en tiempos del coronavirus.

El abogado Jesús Martín Fernández.

El abogado Jesús Martín Fernández.

¿Cuántas veces habremos oído expresiones parecidas tras conocerse por los medios de comunicación la condena a prisión de una determinada persona? “Diez años de prisión, bueno, si, total, las cárceles son como los hoteles, allí tienen de todo”, o aquella otra tan recurrente: “después salen hasta con el paro”. Si el sujeto en cuestión es un “político corrupto” o un “banquero sin alma”, ya no digamos… 

Pues bien, después de años oyendo frases de este tipo, la dura realidad del confinamiento ante la pandemia global que nos ha tocado vivir nos pone frente al espejo y nos hace preguntarnos, sosegadamente, por el valor supremo de la libertad, después de que por primera vez en la historia reciente de nuestro país, se nos prive de ella, siquiera parcialmente, con una serie de limitaciones que todos venimos padeciendo en mayor o menor medida. 

Y digo esto porque tampoco son pocas las veces que hemos oído en todo este tiempo que “nos tienen encerrados, como si estuviéramos en la cárcel”, a buen seguro proferidas por los mismos que decían que estar en una cárcel era como estar alojado en un hotel de cinco estrellas.

Pues sí, “las cárceles son como los hoteles” y os tienen encerrados “como si estuviéramos en la cárcel”, pero sin algunos servicios premium. Me explico, añádanle ustedes que vuestra condena a confinamiento no dura uno o dos meses, sino los diez años que dijimos al principio. Súmenle a eso que “las cárceles son como los hoteles”, pero te alojas solo, sin la compañía de tu familia, y no precisamente en una suite junior. Quítenle el móvil, los grupos de WhatsApp y las videollamadas, hasta con amigos con los que hacía años que no hablabas. Olvídense de salir a aplaudir a las ocho en los balcones. Tampoco podrán ir a trabajar, pero, eso sí, tranquilos, saldrán con el paro. Despídanse también de ir al supermercado, a bajar la basura, para lo que ahora no faltan voluntarios, y a comprar el pan, que se olvidó esta mañana y no va a quedar más remedio que salir otra vez.

Si le quitamos estos pequeños “extras”, será verdad que estamos encerrados como si estuviéramos en esas cárceles-hoteles, pero mucho me temo que afortunadamente no será así. Me consolaría pensar que este tiempo de confinamiento nos sirviese, al menos, para reflexionar sobre el valor de la libertad, incluidos muchos juristas defensores de un creciente populismo punitivo cada vez más presente en nuestra sociedad. Como diría el ex fiscal y abogado penalista José María Calero “la gente quiere juicios”, pero, celebrados esos juicios, la gente quiere “condenas” y, a poder ser, de prisión. La absolución no nos sirve.

Espero que la próxima vez que oigamos en el telediario que alguien ha sido condenado a prisión (aunque sea un político o un banquero, sí), seamos más conscientes de la gravedad de la pena que supone privar a una persona del bien más preciado: su libertad. En estos días me ha venido a la mente en más de una ocasión la famosa frase de Concepción Arenal: “Odia el delito y compadece al delincuente”. Pues eso, a ver si con esto nos enteramos.

Jesús Martín Fernández

Abogado

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