Apuntes sobre los clamorosos silencios y la mala educación en los Goya de Sevilla
Nadie en los innumerables discursos se acordó de la Ley del 'Solo Sí es Sí' pese que a otros años nos hemos hartado de la Guerra de Irak, del Prestige, el IVA cultural, la Conferencia Episcopal, etcétera
Nadie en toda la ceremonia de los Goya se acordó de denunciar el despropósito de la conocida como 'Ley del Sólo Sí es Sí', que rebaja penas y excarcela a delincuentes sexuales. Los discursos de esta gala, siempre trufados de asuntos de actualidad, se centraron en exigir la defensa de la sanidad pública, con lo que toda persona en su sano juicio debe estar de acuerdo. El colapso de la sanidad pública, todo sea dicho, es un mal en toda España, no sólo en Madrid, pero el Gobierno de Madrid ha cometido la torpeza máxima de negar la importancia de dos manifestaciones masivas.
Nadie dijo ni mú en la ceremonia de los Goya sobre la mayor chapuza que se ha cometido en materia de igualdad en muchos años, nadie se pronunció al respecto ni pidió un cese, una dimisión o formuló una mera queja o lamento. Y eso que hemos vivido galas con referencias a la Guerra de Irak, el Prestige, el IVA cultural, la Iglesia, etcétera. Los actores, o determinados actores, no deben estar preocupados por este asunto por lo que se ve. O, mejor dicho, por lo que no se oye. O protegen inexplicablemente a la ministra pesadilla, Irene Montero, a la que Manuela Carmena, que no es sospechosa de añorar la Sección Femenina, ha tildado de soberbia infantil. No han denunciado los efectos perversos de la Ley del Solo Sí es Sí porque no son de verdad. No son auténticos. En el fondo, no son libres. Instrumentalizan la gala de forma sectaria. No son capaces de admitir el mérito en el que piensa distinto ni de censurar el error en el que se considera afín. ¿Ni una sola de las mujeres premiadas siquiera podía haber lanzado un mensaje al respecto en un acto que siempre ha estado trufado de reivindicaciones? Hubiera bastado algo así: "Ni un solo delincuente sexual más a la calle o con la pena rebajada, exigimos que se ponga arreglo a este asunto tan grave". Pero nada, se trataba de no molestar al Gobierno, presente en el patio de butacas. El silencio fue clamoroso, demasiado descarado. Hay que recordar también que el actor Alberto San Juan recibió un premio en 2008 y en su discurso pidió nada menos que la disolución de la Conferencia Episcopal. ¡Y en la gala de 2018 hasta se desplegaron abanicos rojos para exigir mayor presencia femenina en el cine español! Pero el sábado, ay, nadie se acordó del escándalo de esta ley. Debe ser poca cosa. Pelillos a la mar. Peccata minuta. Culpa de los jueces... que son machistas.
La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla dedican un total de tres millones de euros a la financiación de la gala, pero el presidente andaluz no existió. Ni aludido, ni referido. ¿Acaso no merecía un mínimo saludo protocolario? El alcalde fue mínimamente referido en una ocasión. Trato cicatero. Y, eso sí, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Cultura, Miguel Iceta, fueron saludados como Dios manda y la Iglesia enseña. ¡Faltaría más! Y muy bien hecho, oiga. Son cargos institucionales del máximo nivel y lo merecen. Pero las competencias de Cultura son autonómicas y el bueno de Arturo Bernal (un abrazo de apoyo) se ha dejado los jurdeles.
El personal se tuvo que tragar la gala sin acceso a un bar o a un mero ambigú. Ni pagando se podía uno tomar algo hasta que todo acabó al borde de la una y media de la madrugada. Tres horas y media a palo seco. Todo absurdo, algo ilógico, un sin sentido. Solo cuando terminó el acto comenzó el servicio de cáterin y, por lo tanto, los codazos por ingerir algo ante la seria amenaza de la hipoglucemia. Palabrita de honor si les digo que hubo muchas personas que durante la gala bebieron de los grifos de los aseos, como en los años del colegio. Las escasas máquinas para beber tenían más cola de espera que los bares para turistas.
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