La caja negra

Las tapas de siempre

  • Qué maravilla escanear el código del bar Esperanza y que aparezcan la ensaladilla, el lomo con tomate y el solomillo al whisky. 

Rafaelillo, camarero del bar Esperanza.

Rafaelillo, camarero del bar Esperanza. / J. N. (Sevilla)

Si usted es cliente de la librería San Pablo de la calle Sierpes, la que tiene una capilla con adoración al Santísimo Sacramento desde mucho años antes de que se abriera esa maravilla de San Onofre en la Plaza Nueva, habrá leído alguna vez la frase que inspira a todo el que trabaja en este establecimiento: “Llevar la palabra de Dios a los hombres de hoy con los medios de hoy”. Es del beato Santiago Alberione, apóstol de la comunicación social y fundador de la sociedad de San Pablo.

Pensaba en tan bellísimas palabras al comprobar cómo las tabernas que se han atrevido a reabrir en estos días de alarma se han adaptado a los nuevo tiempos. Renovarse o morir. De cantar las tapas con la tiza en la oreja pasamos un buen día a la lista plastificada sin perder la pizarra hasta que aparecieron las aplicaciones digitales en las que el camarero pareciera estar jugando a los marcianitos. La de botones que hay que pulsar para pedir una tostada con jamón y un largo de café con leche.

Extracto de la carta que se puede consultar en el teléfono móvil Extracto de la carta que se puede consultar en el teléfono móvil

Extracto de la carta que se puede consultar en el teléfono móvil / M. G. (Sevilla)

Ahora, en muchos bares de siempre, donde siguen por fortuna elaborando las tapas de toda la vida, te ofrecen escanear la lista de tapas. Por ejemplo, pones el teléfono móvil sobre el código del bar Esperanza y te aparecen la ensaladilla, el salmorejo, las patatas ali-oli o las aliñadas, el solomillo al whisky o al roquefort, las croquetas, el lomo con tomate y hasta cuatro variedades de pescado frito. Y todo con sus correspondientes precios, la mar de competitivos, por cierto. Ni una tontería con vinagre de Módena, ni rulos de queso frito, ni otras estupideces perfectamente prescindibles de la hostelería de hoy, enfocada más a los turistas patibularios que a los sevillanos.

-Es usted un rancio de libro.

-Que sea de papel y no electrónico.

En el mismo bar Esperanza y por el mismo precio tiene usted derecho a contemplar el azulejo de la Virgen, a la que estos días no le faltan la velas de promesa que piden salud o que recuerdan a las víctimas de la pandemia. Que no se apaguen las velas mientras no se demuestre la eficacia del antiviral Remdevisir, o de verdad nos llegue la vacuna de la que presume ya en su web oficial ese laboratorio norteamericano.

Hay que darse un paseo de Santa Marina hasta el Arco de la Macarena, una ruta por el precioso Norte del casco antiguo, en el que tal vez tengamos la oportunidad de saludar al gran Manolo García. Verán que están abiertos ya el bar Santa Marina, donde desde la puerta se despachan caracoles buenísimos; el célebre Umbrete, que atiende también desde la puerta, y el referido bar Esperanza, donde se permite el acceso con estricto cumplimiento de la normativa. Dos metros entre cada grupo de clientes, más separados que nazarenos del Silencio en los años setenta. En el Esperanza está bloqueada la barra con un cordón verde. Rafaelillo, el eficaz camarero, te anota la comanda y te la lleva a la mesa. Así que se aplica a rajatabla estos días el “¡Quieto todo el mundo!”.

Interior del bar Esperanza Interior del bar Esperanza

Interior del bar Esperanza / J. N. (Sevilla)

El Esperanza es un bar propiedad de Isra, histórico costalero del misterio del Señor de la Sentencia y admirador de Miguel Loreto. Isra es quien enciende las velitas de la Virgen cada día, hermoso gesto que todos agradecemos, una prueba de que los detalles mas hermosos de la ciudad corren a cargo muchas veces de sus mejores vecinos y no de ninguna Administración. Y es igualmente el dueño de otro establecimiento con nombre macareno: Arco. Isra puso en la fachada del bar un azulejo con una leyenda que todo el mundo fotografía: “Bienvenido al barrio de la Macarena. Aquí vive la Madre de Dios”. Y bien lo sabemos estos días en que la pandemia ha rozado Andalucía si se compara con el desastre vivido en Madrid o Cataluña.

En San Onofre hay una adoración perpetua a Dios. Y en la Macarena a su Madre gracias al azulejo para rezar a deshoras, el que tiene como sacristán particular al dueño de dos bares. Y en todos esos bares del entorno se cuida el santoral de tapas que nunca falla, el que no pasa de moda y el que no está sujeto a los vaivenes de los proveedores. Cuando todo se viene abajo sobreviven los clásicos. Aplíquese en todos los órdenes. Rulos de queso con cebolla caramelizada vienen y aceitunas fritas van, la ensaladilla siempre está.