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Max Richter | Compositor

"He cambiado una sola nota"

  • Diez años después de convertirla en su primer gran éxito mundial, Max Richter vuelve a grabar su ‘recomposición’ de las ‘Cuatro estaciones’ de Vivaldi

Max Richter (Hamelin, 1966)

Max Richter (Hamelin, 1966) / Jennifer McCord

Fue en 2012 cuando el compositor alemán residente en Londres Max Richter (Hamelin, 1966) dio el salto desde el reconocimiento en algunos círculos de culto al estrellato internacional. Su recomposición de las Cuatro estaciones de Vivaldi, que se atrevió a publicar Deustche Grammophon, tuvo un éxito tan extraordinario que la marca lo tomó como referente y desde entonces cada uno de sus álbumes ha generado una notable expectación. El pasado viernes 10 de junio se publicó una nueva versión de aquel trabajo sobre Vivaldi.

–Hace diez años de aquel gran éxito internacional. ¿Qué le lleva de nuevo a la obra?

–Desde entonces he tocado la obra con muchas orquestas, también con Daniel [Hope, solista de aquel registro], con orquestas de instrumentos modernos y con conjuntos de instrumentos antiguos. Y siempre sentí que los instrumentos antiguos le aportan algo especial. Poder usar la instrumentación que el propio Vivaldi escribió y con los instrumentos que él escuchaba le dan un toque diferente. Hay una especie de conexión natural entre los instrumentos originales y mi recomposición de la partitura. Han pasado diez años y sentí que era una buena oportunidad para hacer una nueva versión.

–¿Qué novedades incorpora a esta nueva recomposición?

–Se trata simplemente de una nueva grabación de la recomposición, ahora con instrumentos originales. He cambiado una sola nota. Era la única nota que me ha estado martirizando y durante años no he sido capaz de tomar una decisión definitiva sobre ella. A veces la dejaba tal cual, a veces la cambiaba, y al final para la grabación decidí cambiarla. Y hablando sobre el uso de instrumentos originales, sí he reemplazado la música electrónica de la recomposición original porque ahora he empleado sintetizadores Moog de principios de los 70, lo que le da a la parte electrónica una textura particular.

–¿Y por qué Vivaldi, qué le interesó del Barroco y del compositor en particular?

Me enamoré de la música de Vivaldi cuando era niño y después, como adulto, la empecé a odiar por escucharla en todo tipo de eventos y anuncios de televisión. Así que quería encontrar un modo de salvar las emociones originales que su música causó en mí, y pensé que lo mejor era hacerlo viajando al interior de su paisaje sonoro. Esa ha sido la razón principal de la recomposición. Pero también encuentro que realmente la música de Vivaldi comparte con la mía algunos elementos comunes, por la forma en la que él usa sus patrones y sus repeticiones. Él consigue sus efectos y la arquitectura global de su música con una especie de jump cut [corte con saltos, una forma de edición de vídeo] de esos patrones, y eso es algo muy moderno, que podemos encontrar en la música dance o en la electrónica y eso supone un punto natural de encuentro entre la música de Vivaldi y mi propia música.

The New Four Seasons - Richter The New Four Seasons - Richter

The New Four Seasons - Richter

–¿Por qué ha escogido a la Chineke! Orchestra para este proyecto?

–Habíamos trabajado juntos antes. Ellos tocaron mi banda sonora de Vals con Bashir en 2018 en un festival en el Barbican Center que dirigía yo junto a Yulia, mi pareja [Yulia Mahr, artista visual que ha colaborado en obras de Richter]. Me encontré con un grupo de personas maravillosas y divertidas, y desde entonces hemos estado buscando una oportunidad para poder trabajar en nuevos proyectos juntos. En la orquesta hay músicos que tenían mucha experiencia con instrumentos antiguos y otros que no tenían ninguna, así que fue una oportunidad para comenzar un viaje que les permitiera descubrir la sonoridad de los instrumentos antiguos. El otro aspecto que me parece muy importante es que no son sólo un proyecto musical sino también social. Son una orquesta multiétnica con mayoría de negros. La siento, en cierta manera, como una orquesta del futuro, una orquesta del mundo como nos gustaría verlo, muy democrático, musical y colectivo, y esos valores son para mí algo muy preciado, y me sentí feliz de poder rodearme de ellos.

–¿Aparte la del minimalismo, que parece bastante obvia, cuáles son las otras grandes referencias en que se apoya su música?

–Es difícil responder a esto, pero creo que hay dos cosas que encajan realmente dentro de mi mundo. En primer lugar, el compromiso entre la música antigua, tanto renacentista como barroca, y los neorrománticos; pero también, en segundo lugar, hay algo en la evolución de la música electrónica y la música experimental que aprecio realmente. Estas dos vertientes se cruzan en lo que hago. Estoy interesado en buscar un lenguaje musical que cuente historias de una forma directa y expresiva, y uso cualquier herramienta que me permita llegar ahí, ya sea una orquesta, una grabación de ambiente, el spoken word [un tipo de performance poética que incluye elementos teatrales y musicales] o un ordenador. Todo forma parte de una gran paleta de recursos.

–A veces se habla de música posclásica para definirla, ¿cómo interpreta este concepto?

–Llegué a esta idea de la música posclásica como una broma, cuando en 2004 estaba hablando con un periodista sobre mi álbum The Blue Notebooks. Y le explicaba que realmente no había ninguna referencia, era música clásica escrita pero no era clásica, incluye sintetizadores, está grabada en un estudio, es minimalista pero no es minimalista y es a la ves todas esas cosas diferentes. Llegué a sentirme frustrado por no poder definirla mejor y pensé, vale, es música posclásica [risas]. Y desde entonces se ha convertido en una etiqueta, y en parte es cierta, aunque realmente no veo que haya ninguna diferencia con la clásica, puesto que los compositores clásicos siempre han estado experimentando, buscando cosas nuevas, y eso es lo que yo hago. Los compositores del siglo XVIII y XIX estaban impulsando nuevos instrumentos para agrandar la orquesta, desarrollando armonías y todo eso. Realmente no hay diferencia entre eso y lo que yo hago. Estoy buscando siempre nuevas herramientas y formas para contar una historia.

La Chineke! Orchestra durante un concierto. La Chineke! Orchestra durante un concierto.

La Chineke! Orchestra durante un concierto. / Mark Allan

–¿Huye de la abstracción musical? ¿Necesita imágenes (aunque sean mentales) para componer?

–Parto del hecho de que ya hay suficiente música en este mundo. Así que si quiero añadir algo, tengo que tener una buena razón para ello. Exiles va sobre la crisis de refugiados, Voices, sobre los Derechos Humanos, y así todas mis demás obras, cada una va sobre algo, tratan sobre las grandes cuestiones del mundo que estamos viviendo. Eso para mí ya es una buena razón para añadir música al mundo. Por otro lado, y esto es algo muy personal que no tiene ni debe de ser así para todos los artistas, porque se trata de un instinto personal. De lo contrario no veo otra justificación para añadir más música al mundo. Y de alguna manera, esta nueva forma de recomponer no es más que expresar una nueva y democrática forma de acercarse a la música de cámara. Trabajar con Chineke! es poner el foco en los valores que me gustaría ver en el mundo. Estos son el tipo de pensamientos que circulan por mi cerebro cuando pienso si realmente debería escribir una nueva pieza o no.

–¿Entonces la música le ayuda a pensar sobre los grandes temas de la humanidad (y también sobre los más pequeños)?

–La música es mi compañera veinticuatro horas al día. El otro día pasé una muy mala noche y me levanté muy cansado, llevé a los niños al colegio, y al volver a casa puse la radio y estaba sonando el ultimo movimiento de la Séptima de Beethoven, y eso me hizo sentir realmente mucho mejor. Ese tipo de experiencias son transformadoras, la música es capaz de mutar una cansada mañana en algo muy especial. Eso me hizo pensar que esta música, que tiene ya más de dos siglos, es simplemente mágica.

Max Richter. Max Richter.

Max Richter. / Jennifer McCord

–En Sleep, a través de una app, los oyentes podían personalizar sus propias sesiones musicales. ¿Hasta dónde cree que puede llegar este tipo de interrelación con el oyente de sus trabajos?

–Me interesa la idea de que la música tenga un potencial utilitario, y eso es algo controvertido en el mundo de la tradición occidental. Nos gusta la idea de la música como algo absoluto. Pero sin embargo  tenemos música para bailar, para casarnos, para la guerra… todo ese tipo de cosas, así que por qué no música para dormir. Me pareció que podía funcionar como una herramienta cognitiva y psicológica. Me interesa particularmente esta obra en cuanto forma de habilitar un instrumento de sanación personal para cada oyente. Disfruto y estoy fascinado con la idea de conseguir a través de estos recursos un diálogo con los oyentes.

–¿Le interesa la idea de escribir una ópera?

–Ya escribí una ópera para el Covent Garden allá por el 2012 [Fourty Tales for the Afterlives]. Es una obra basada en una recopilación de historias de David Eagleman, y son magníficas historias sobre lo que pasa después de la muerte. Hay algunas muy tristes y otras terriblemente divertidas. Estoy interesado en una nueva ópera, pero por el momento sigo esperando encontrar la historia correcta.

–¿Hacia dónde va su música?

–En todo nuevo proyecto intento salir de lo que ya sé, sorprenderme con nuevas ideas y con materiales que no conozco. Esa es una de las ventajas del mundo creativo. La respuesta es que no lo sé, pero en realidad estoy muy contento de no saberlo.

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