Concierto

México en Sevilla con la voz de Carlos Rivera

  • El cantante mexicano deleitó a su público en el ciclo de conciertos 'Noches de la Maestranza'

Carlos Rivera, ayer en el concierto.

Carlos Rivera, ayer en el concierto. / Salvador López Medina

Velas encendidas en los tendidos de la plaza de toros de Sevilla. El público -alrededor de unas 3000 personas- toma asiento. Los últimos detalles por parte de la organización. Y comienza una nueva noche de concierto en la Maestranza. En esta ocasión con el cantante y compositor Carlos Rivera, quien no decepcionó con su gira Un tour a todas partes.

A las nueve y media, puntual, salió al escenario una azafata que, simulando las instrucciones de un vuelo, nos introdujo en este viaje, en esta propuesta, del cantante mexicano. El artista apareció en un vídeo proyectado en la pantalla del escenario, interpretando Te soñé Tlaxcala. La cultura folclórica-popular del país mexicano se impuso de este modo en el coso. Vimos paisajes, haciendas, iglesias, fiestas propias de México. Y en cuanto concluyó el vídeo, un vuelo que inicia su despegue. “El vuelo con destino a todas partes está próximo a despegar”, se escuchó en la voz de Carlos Rivera. Luces que parpadean, trompetas que suenan, percusión de la batería. El cantante, sin más demora, irrumpe sobre una plataforma situada en el centro del escenario. Dándolo todo, como se suele decir.

“Pediré / que la vida nos dure mucho tiempo / para dedicarte todas las canciones / que digan “te quiero””. Cantaba Carlos Rivera -vestido con una chaqueta que imitaba las chaquetas de los pilotos- en Un viaje a todas partes. El mexicano llevaba a su público al viaje de la emoción, de la celebración, de la fiesta. “A partir de este momento soy sólo para ti, Sevilla”, sugirió Rivera. De inmediato sonó 100 Años. Banderas de México en los tendidos mientras se iba interpretando el tema. Terminó. Breve pausa del compositor. Y mezcal para brindar. “Viva Andalucía, viva Sevilla y viva México”, manifestó Carlos Rivera para comenzar a entonar el clásico El Rey: Con dinero y sin dinero / yo hago siempre lo que quiero / y mi palabra es la ley. / No tengo trono ni reina. / Ni nadie que me comprenda. / Pero sigo siendo el rey”. Todos en esta plaza de toros corearon esta memorable letra.

Recuérdame fue otra de las canciones que Carlos Rivera eligió para su concierto. Un tributo a los que se fueron. Un homenaje a la vida. Y un guiño -uno más- a la cultura mexicana, donde tanto se celebra a los que se fueron. De dos cañones del escenario se lanzaron papeles que simulaban pétalos. Unos pétalos que cubrieron buena parte del suelo del coso -tapado a su vez con césped artificial-.

De nuevo tiempo para la emoción con El hubiera no existe. Sudaba Carlos Rivera -lo observamos en las dos pantallas del escenario- y la fuerza de su voz tenía algo de corriente indómita. De río con caudal bravo. Con esta tónica interpretó Rivera Digan lo que digan. Un canto a esas parejas que viven su amor ajenas a los comentarios de terceros. Al qué dirán los demás.

No decaía el ritmo del concierto. La energía que derrochaba tanto Carlos Rivera como su equipo, de los músicos a los coristas. “Respira lento. / Regresa el tiempo. / Que yo de amarte / no me arrepiento. / Lo que vivimos / fue tan sincero. / Cuánto te quise. / Cuánto te quiero”, versos de la canción Que lo nuestro se quede nuestro. “Cuánto te quiero, Sevilla”, proclamó el cantante mexicano, con entusiasmo, y coronando con sus palabras cada uno de los espacios de la plaza de toros. De las gradas a las primeras filas de la pista. De la puerta del Príncipe -iluminada de rojo- hasta el escenario mismo.

Ritmos más festivos a partir de Alguien me espera en Madrid. Y cambio de vestuario: del negro -de ese carácter más elegante de las primeras canciones- al blanco. Es decir, a la fiesta compartida, a lo desinhibido. El espectáculo iba tomando otros registros. Palmas al compás. Y Carlos Rivera bailando sin cesar sobre las tablas. Entregado. Absoluta conexión con su público. “Ole, ole, torero, torero”, le gritaban. De México a Andalucía. A Sevilla. A España. Dos culturas tan próximas coincidían en la Maestranza.

Regrésame mi corazón levantó del asiento a todos los congregados. Sonidos para rumbear, para gozar. Claveles en las camisas de los bailarines, faldas rojas en la indumentaria de las bailarinas, sombreros de ala ancha. Una imagen un poco de tablao madrileño para extranjeros. Soberbia la interpretación final de la canción, que supuso un derroche de afinación y de ímpetu por parte del cantante. Si te vas fue la canción que a continuación sonó. Retorno a ese Carlos Rivera de la balada. Con una sonrisa siempre. Una sonrisa que provocó más de un suspiro entre el público. Una sonrisa que seducía. Sonrisa de yerno modelo.

“Y a veces quiero huir desesperado. / Cansado de evitar decepcionarlos. / De ser el queda bien. / Y hay veces que quisiera rebelarme”, entonaba Carlos Rivera cuando se cumplía la hora y cuarto de concierto. La fiesta se vino arriba en el instante en el que el cantante subió al escenario a diferentes fans -de Córdoba, de Jaén, de México- con las que bailó y cantó. Tanto movimiento afectó al micrófono de Rivera, quien, con asombrosa naturalidad, aguantó los minutos que el técnico dedicó a solucionar el contratiempo. Sin parar su show. Sin parar la coreografía. Perdiendo la cabeza se interpretaba en estos momentos. Ritmos latinos con los que resultaba imposible quedarse quieto en el asiento. El viaje aterrizaba en Brasil. América Latina en el corazón y en los pies -y en las voces- de los asistentes. Lo que menos encendido estaba aquí eran esas velas de los tendidos de la plaza.

Y de la melodía con evocación brasileña, a París. El vuelo de Carlos Rivera regresaba a Europa. Y a la camisa negra. Con un considerable escote en el pecho. “Bueno, bueno, esa camisa”, oímos. Llegó así el momento de dedicar un tributo al amor, a las parejas. Fue con la canción Otras vidas. El efecto de Carlos Rivera, incontestable: se sucedieron tres peticiones de matrimonio. “Felicidades y lo mejor, por favor, todo lo bonito”, declaró, emocionado, el mexicano. Ovación de aquí y de allá.

Carlos Rivera se despidió de Sevilla cantando Te esperaba y ¿Cómo pagarte?. Una despedida acorde a un show que ofreció emoción, genio, carisma y fiesta. Más no se pudo pedir. Más no se pudo dar en este viaje a todo lo que amamos y celebramos.

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