Bélgica vota con miedo
Inestabilidad El anterior primer ministro tardó nueve meses en formar un gabinete y dimitió tres veces
Los belgas eligen mañana a su Gobierno con dos grandes temores: la escisión de un país más dividido que nunca y el fiasco en la presidencia de la UE, que asume en julio
Con un futuro Gobierno a medio gas, la presidencia semestral europea quemando entre las manos y ante un independentismo flamenco en efervescencia: estos serán los tres ingredientes que marcarán las elecciones legislativas anticipadas que se celebran mañana en Bélgica, más dividida que nunca.
El calendario corre en contra. Lo que, en principio, debería ser motivo de orgullo nacional: obtener, por seis meses, las riendas de la UE el 1 de julio, podría acabar en una pesadilla atroz para el próximo Gobierno: ¿cómo gestionar los asuntos de Europa si no es posible poner orden en la casa Bélgica entre flamencos y valones?
En ese sentido, tal vez pueda ayudar el presidente del Consejo Europeo, el ex primer ministro belga (flamenco) Herman van Rompuy, con fama de conciliador.
"Hay un miedo tremendo en los círculos de la Comisión, el Consejo y el Parlamento europeos a que la presidencia belga sea un desastre total. Un vacío de poder en la UE, en plena crisis económica, es lo peor que nos podría pasar", confiesa a la agencia DPA una alta fuente del Ejecutivo comunitario.
El hecho es que, independientemente del resultado, todo apunta a que las dificultades para formar un nuevo gobierno de coalición, por las fuertes divisiones entre flamencos y valones, podrían dejar a Bélgica, sede de las instituciones de la UE y la OTAN, con un gobierno interino que gestionará los asuntos corrientes pero incapaz de ir más allá.
Sobre la mesa está la exigencia de los flamencos de acometer cuanto antes una nueva reforma del Estado federal, que -a la postre- les conceda más autonomía en varios terrenos, entre ellos la seguridad social.
Los flamencos, especialmente el líder del partido independentista N-VA (Nueva Alianza Flamenca), Bart de Wever, consideran que hay algunas "líneas rojas" irrenunciables. Las últimas encuestas son, en ese sentido, preocupantes, sobre todo para los francófonos favorables a mantener una Bélgica unida: el N-VA sería la fuerza más votada en Flandes, con un 26% de apoyos.
El asunto de la caja común de la seguridad social es uno de los temas candentes en la sempiterna pugna entre flamencos y valones, pero no el único punto de fricción. Dado que los flamencos son contribuyentes netos a ese sistema (aportan más de lo que reciben), quieren que en el futuro a corto plazo exista una "seguridad social flamenca independiente".
Los francófonos no quieren ni oír hablar de esa posibilidad: el dinero que reciben en concepto de jubilaciones o desempleo proviene, en más de un 90%, de los recursos flamencos. Se trata, según apunta un analista en la prensa francófona, de un "apartheid (segregación) social intolerable por parte de los flamencos".
En realidad, esa pugna es una muestra más de la profunda crisis en la que se halla inmerso el Estado federal belga, nacido en 1830 como "Estado tapón" entre Francia, Alemania y Holanda.
Y es que muchos independentistas flamencos, incluido el N-VA, ya no dudan en hablar abiertamente de un futuro confederal para Bélgica. Algunos, como el xenófobo Vlaams Belang (Interés Flamenco), con un 15% de intención de voto para mañana, apuntan directamente a la independencia.
Si los francófonos quieren salvar "lo que queda" de Bélgica podrían, tal vez a medio plazo, tener que aceptar un sistema confederal, similar al suizo, con "cantones" (a la sazón Valonia y Flandes) y con Bruselas, la pera en dulce que todos quieren, como "isla" entre ambos, conectada con Valonia mediante un "pasillo", como el que mantiene unido el enclave ruso de Kaliningrado con Moscú, a través de Estonia.
Aunque, según estipula el sistema electoral federal, las dos comunidades histórico-lingüísticas más importantes -los seis millones de habitantes de Flandes, la comunidad más rica, en el norte del país, y los cuatro millones de valones francófonos en el sur, eligen a sus representantes por separado- deben ponerse de acuerdo para formar Gobierno.
Y, en ese terreno, los hechos se han mostrado tozudos. El ganador de las anteriores elecciones, en 2007, el conservador flamenco Yves Leterme, necesitó nueve meses para poder conformar un gabinete y dimitió en tres ocasiones.
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