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'Brexit' o cómo dispararse a los propios pies

  • La UE no va a permitir que su principal centro financiero esté en otro territorio. La inversión española en el Reino Unido asciende a 62.000 millones de euros.

TRADUZCO en el título, la expresión que se utiliza en inglés cuando nos hacemos daño a nosotros mismos al tomar una decisión.

Eso es lo que han hecho los británicos al aprobar la salida del Reino Unido de la Unión Europea ¿Cómo se va a producir ese daño?

En primer lugar, la UE es su primer socio comercial, en donde vende el 50% de sus exportaciones totales. Y lo va a seguir siendo, pero con un coste. En la actualidad, la transferencia neta de recursos de los británicos al presupuesto comunitario es del 0,5% del PIB, un coste inferior al que le corresponde por su PIB porque obtienen el llamado "cheque británico", por el que se devuelve una parte de la contribución, condición impuesta por Thatcher cuando se produjo la unión con la UE.

El acceso desde fuera de la UE al mercado comunitario, le va a costar más caro, como le ocurre a Noruega y a Suiza, que tienen que contribuir por acceder al mayor mercado del mundo. Pero además de pagar más, no van a tener ni voz ni voto en todas las modificaciones que se produzcan en el mercado comunitario, ya sean estas relativas a estándares sanitarios, medioambientales o de cualquier otra naturaleza regulatoria.

En segundo lugar, el centro financiero del Reino Unido y de toda Europa, la City, va a verse afectada por esa salida. La City representa, de acuerdo con las mejores estimaciones, un 15% del PIB británico. Es mayor aun, teniendo en cuenta los efectos indirectos. Se corre el riesgo de pérdidas a gran escala de puestos de trabajo cualificados y bien pagados. JP Morgan estima que 4000 de sus empleados pueden salir de Londres; 1000 empleados del HSBC, el mayor banco británico, también se trasladarán fuera. La lógica de estas pérdidas estriba en que, actualmente, los operadores de la City disfrutan del llamado passporting: una autorización para operar sin restricciones en toda la UE. Esta autorización no tendrá sentido con un Reino Unido fuera.

No creo que la UE vaya a permitir que su principal centro financiero esté en otro territorio. Al igual que el Gobierno de EEUU no permitiría que, digamos, la ciudad canadiense de Toronto fuera el principal centro financiero, es previsible que suceda lo mismo en la UE. Abundando en este asunto, son conocidas las grandes discrepancias que la UE ha tenido con el gobierno de Londres por la regulación de las transacciones financieras llevadas a cabo en la City. En particular, la regulación de los hedge funds y otros vehículos financieros que están detrás del inicio de la crisis de 2008, por los enormes recursos apalancados que utilizaban y que, cuando estallaron, produjeron grandes pérdidas en cadena a todos los inversores internacionales.

Por lo demás, el mensaje de los euroescépticos de que la UE ha afectado negativamente a la economía se contradice con los datos. Desde su incorporación a la UE ha sido el país del G7 que más ha crecido, por delante de Alemania, Francia o Italia. Este resultado tan brillante es una consecuencia tanto de la intensificación de las relaciones comerciales con la UE, como de los países con los que la UE ha firmado tratados. Un Reino Unido fuera de la UE tiene que volver a negociar unos 70 tratados comerciales en todo el mundo, que va a llevar mucho tiempo y un elevado coste.

Tampoco ha afectado su pertenencia al marco regulatorio, de lo que tanto se han quejado. De acuerdo con la OCDE, el Reino Unido es el segundo país del mundo con un mercado de productos menos regulado. Esa visión de los que han defendido la salida, de que la UE imponiendo tantas normas, destruye la creatividad, la creación de empresas, la capacidad competitiva y el crecimiento económico es, simplemente, falsa.

Los números sobre la contribución del Reino Unido a la UE, son también falsos. El año pasado contribuyó con 8.500 millones de libras. Esto equivale a un 1% del presupuesto del gobierno. Si la salida representa una disminución del crecimiento, ese ahorro desaparecería rápidamente. Estimaciones fiables realizadas apuntan a que, el menor crecimiento, a los contribuyentes británicos les costaría entre 20.000 y 40.000 millones de libras. La London School of Economics estima que el PIB se reducirá a largo plazo en más de un 7%; pérdida que representaría una caída importante del empleo y un deterioro de los servicios públicos.

En cuanto al impacto en España, el pasado año exportamos 18.000 millones, frente a los 13.000 que importamos. Las inversiones españolas acumuladas en el Reino Unido ascienden a 62.000 millones. Telefonica O2, el aeropuerto de Heathrow, la mayor compañía de electricidad, Scottish Power, Banco Santander y una larga lista, son empresas con una intensa actividad en la isla. Adicionalmente, los 15 millones de turistas británicos representan la mayoría de los extranjeros que vienen a España de vacaciones. También son los mayores compradores de vivienda -el 21%- por parte de extranjeros. En ambos casos, la depreciación de la libra en un 6% en la sesión de ayer, provocará una reducción del gasto turístico y de la adquisición de viviendas.

La caída del 11% del Ibex ayer, refleja esas relaciones económicas tan intensas y el anticipo del mercado de que las cosas no van a ir bien a las empresas extranjeras que operan en su territorio.

Como habrá sensatez por ambas partes, es posible que en los próximos días la situación se estabilice un poco. Pero se tendrá que aclarar cuanto antes el calendario de salida y las condiciones, porque en otro caso vamos a vivir un periodo de gran inestabilidad, que se añadirá a la que ya padecemos como consecuencia de las dudas sobre la salida de la crisis y el entorno internacional tan incierto.

Los ciudadanos del Reino Unido se han infligido ellos mismos un daño inútil, que tendrá efectos negativos sobre su economía y sobre el papel internacional del Reino Unido. Su menguante papel en el mundo no se resuelve saliendo de la UE. Pero ya nos enseñó Eric Hobsbawm que los pueblos son responsables de sus propios errores históricos.

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