Dimitri Medvedev contra Goliat

El nuevo jefe del Kremlin se concentra tanto en luchar contra la corrupción, uno de los problemas esenciales rusos, que incluso los más críticos se ven obligados a admitir la intensa labor del presidente

El presidente ruso, Dimitri Medvedev, en el Kremlin.
El presidente ruso, Dimitri Medvedev, en el Kremlin.
Ulf Mauder / Moscú

22 de junio 2008 - 05:03

Hasta ahora ningún jefe del Kremlin se había concentrado con tanto énfasis en la lucha contra la corrupción, uno de los problemas esenciales de Rusia, como lo está haciendo Dimitri Medvedev. Incluso los críticos más radicales se ven obligados a admitir que el presidente no descansa ni un sólo día en ese empeño.

El mandatario, de 42 años, reclama la inmediata implantación de leyes anticorrupción, los medios oficialistas denuncian a los funcionarios corruptos y hay instrucciones precisas para acabar con la cultura del soborno.

Y es que la situación exige con urgencia un cambio. Los expertos estiman que cientos de miles de casos de corrupción desvían cada año al menos 30.000 millones de dólares (19.500 millones de euros) de las arcas rusas a cuentas de funcionarios.

La oposición advierte que el cúmulo de iniciativas impulsadas por Medvedev podría esfumarse pronto: "En Rusia, la corrupción es un sistema que garantiza estabilidad al país. ¿Cómo puede combatirse en serio?", se pregunta el opositor Grigori Yavlinski.

Otros sostienen que la intención de Medvedev es desviar la atención de la corrupción a gran escala en altas esferas del poder a través de pequeñas iniciativas, o utilizar las investigaciones y sanciones como medio de coerción o amenaza.

Yavlinski, por ejemplo, echa en falta instancias de control sobre los miles de millones invertidos en grandes proyectos como los Juegos Olímpicos de invierno que se celebrarán en 2014 en Sochi. En este ámbito, la norma general viene dada por la corrupción: "Los gobiernos occidentales podrían incidir en ello en lugar de proteger cuentas rusas en Liechtenstein o donde sea", reclama el economista del partido Jabloko.

La meta de Medvedev parece, al menos, clara. El Parlamento acaba de crear una comisión anticorrupción que, en breve, propondrá un paquete de leyes sobre el tema. Entre ellas se estudian propuestas tan bienintencionadas como controvertidas desde un punto de vista legal. Así, por ejemplo, los aspirantes a un puesto de funcionario deberán superar pruebas con detectores de mentiras o dar a conocer sus cuentas y patrimonio.

Entre los objetivos de Medvedev también se encuentra la reducción de trabas burocráticas para pequeñas y medianas empresas con el consecuente recorte de cargos intermedios siempre propensos a la corrupción.

El investigador jefe de la Fiscalía General del Estado, Alexander Bastrykin, anunció mano dura contra funcionarios y empresarios. El año pasado se detectaron 10.500 casos de corrupción, y la tendencia es que la cifra siga subiendo.

"Debemos actuar de una vez", reclamó el jefe del Kremlin. "La corrupción es una amenaza para cualquier país. Ante todo, destruye la confianza de los ciudadanos en el aparato del Estado".

Medvedev asumió personalmente el reto de encabezar el Comité Nacional Anticorrupción y, por tanto, la responsabilidad de un posible fracaso en esta tarea. La actitud difiere de la adoptada por su mentor y predecesor en la Presidencia, Vladimir Putin: a pesar del anuncio de una lucha sin cuartel contra los corruptos, al final de sus ocho años de mandato los desvíos de fondos alcanzaban cotas nunca vistas hasta el momento.

El país, entre tanto, se desplomó en el ránking de corrupción internacional del puesto 90 al 143 (de un total de 179 posiciones), como subraya Yelena Panfilova, de la organización Transparencia Internacional. Rusia compite en esta liga con países como Gambia o Indonesia. Los beneficiarios de los sobornos, destaca, se encuentran también entre las Fuerzas Armadas o la Justicia.

El semanario moscovita Russki Newsweek explicó la lucha de Medvedev contra la corrupción como una forma de generar una base de poder propia. La reforma judicial impulsada por el presidente buscaría atraer a su campo a los jueces y contrarrestar así la oposición que comienza a presentarle el sector de los servicios secretos.

Otros comentaristas comparan la cruzada de Medvedev con la lucha bíblica entre el pequeño David contra el gigante Goliat. O con el mito griego de la hidra, a la que le crecen dos cabezas de serpiente cada vez que se le corta una. Aún no se puede prever, sin embargo, si al igual que en ambos ejemplos en Rusia terminará venciendo el bueno.

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