Tambores de guerra en Sudán
Conflicto en áfrica El contexto de miseria y lucha por la supervivencia dificultan conseguir la estabilidad
Las elecciones organizadas por un presidente golpista y un referéndum para la separación del sur auguran el estallido de una lucha que en realidad nunca ha cesado
Ya se escuchan los tambores de guerra en el horizonte de Sudán, un país que dentro de poco podría convertirse en dos. Las elecciones de abril y el referéndum para la separación del sur serán una difícil prueba de comportamiento para los sudaneses: sureños o norteños, moros o cristianos, supervivientes errantes o vándalos despiadados, será difícil que ninguno de ellos encienda la mecha de una lucha que ya se escucha de lejos.
La inestabilidad del país africano es evidente para expertos y profanos. Por un lado, Sudán se encuentra a la espera de unas elecciones (ya pospuestas) para abril en las que compite el actual y corrupto presidente de Sudán, Omar al Bashir, sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) por genocidio, crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos en la región sudanesa de Darfur, donde han muerto más de 300.000 personas.
El control de la vara de mando permite realizar ciertas artimañas para favorecer los propios intereses. " Las elecciones tienen algunos problemas de base como la transparencia, la participación -ya que mucha gente no está censada como ocurre en Darfur- y que el Gobierno manipule la información y los datos. Las elecciones son fundamentales y si no salen bien, podrían desestabilizar el país" , vaticina Isabel Moreno, coordinadora del proyecto de Darfur de la Fundación Fride.
Por otro lado está el referéndum para la secesión del sur para el año que viene. Esta semana, Jartum aseguró que apoyará la independencia si así se decide, en lo que supone la primera ocasión que el dirigente sudanés habla de esta posibilidad. "Si el resultado del referéndum es la separación (...), el Gobierno será el primero en reconocer esta decisión", afirmó Al Bashir en una reunión en Yambio, una de las principales ciudades del sur de Sudán.
Son buenas palabras (¿pero sinceras?) por parte de un golpista que tiene el control de un país pobre y envuelto en conflictos armados internos desde tiempos inmemoriales. Omar al Bashir "no es una persona de fiar, llegó al poder mediante un golpe de Estado y nunca ha practicado la democracia", recuerda Isabel Moreno.
En el mencionado encuentro, el presidente del autodenominado Sur de Sudán, Salva Kiir, restó importancia a los temores de que la consulta popular pueda llevar a un enfrentamiento con el norte. "Dejadme ser claro (...), incluso si el sur decide separarse del norte en 2011, no van a dividirse el océano Índico ni el Atlántico (...), vamos a prepararnos para asumir el resultado del referéndum de manera pacífica", declaró a la multitud en un intento de demostrar que sería capaz de controlar la situación en caso de convertirse en el primer presidente de un Sudán naciente.
"Es muy probable que en el referéndum salga aprobada la independencia y, si no se reconoce, la situación sí puede causar un estallido de la violencia entre el norte y el sur", destaca la especialista del Fride.
Al Bashir es consciente de la importancia de la consulta y si sus palabras conciliadoras son un farol, es porque tiene la firme intención de ganarlo. Por eso el Gobierno hace todo lo posible para que el referéndum sea un fiasco.
Para empezar, antes de realizar la consulta popular será necesario ponerse de acuerdo en temas fundamentales como el trazado de las fronteras y el reparto de la deuda nacional y de los recursos naturales.
¿Cómo crear un país nuevo sin saber primero dónde acaba? El 60% de los ingresos de Jartum (norte del país) provienen del petróleo y para Juba (gobierno semiautónomo del sur) este negocio supone el 98% de sus ingresos. Para hacer más complicado el puzzle, la mayor parte de las reservas petroleras de Sudán están en la frontera entre el norte y el sur.
Si no se llega a acuerdos concretos antes del referéndum de 2011 sobre estas cuestiones cruciales, "la guerra estará muy próxima", afirmó el asesor del presidente sudanés, Ghazi Salahedin. Y en la misma línea agorera se pronunció Alex de Waal, reputado analista que opina que "el año 2010 es quizá el último de Sudán".
Este mes los sudaneses celebraron con frialdad el quinto aniversario del Acuerdo de Paz Global (CPA) que puso fin a dos décadas de guerra civil y se saldó con más de dos millones de muertos entre los musulmanes del norte y los cristianos del sur. Algo se consiguió con el pacto, pero la realidad del país sigue estando plagada de armas cargadas en un entorno de miseria.
Menos de la mitad de los sudaneses del sur tienen acceso a agua potable y uno de cada siete niños muere antes de alcanzar los seis años. Darfur, esa zona sin ley ni voz ni voto, es habitada por casi dos millones y medio de personas y sólo en los últimos días 140 sudaneses han muerto en enfrentamientos.
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