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Michelle Obama eligió un vestido blanco y negro sin mangas con un estampado de hojas en una tienda. "Es bonito verse bien", afirma. De hecho, el vestido le queda bien, según opinan cantidad de blogueras. La cadena de tiendas en la que Michelle lo compró registra de repente una inusitada demanda por ese vestido. La esposa del virtual candidato presidencial demócrata Barack Obama sólo recibe buenas notas después de esa aparición.
Apareció como una mujer inteligente, con humor y cálida, afirmaron la mayoría de los diarios estadounidenses después de que Michelle hablara relajada sobre todo lo posible: de su crianza en un hogar humilde en South Side, Chicago, hasta su poca simpatía por las medias de nailon ("son incómodas y se rompen siempre"). El diario neoyorquino Daily News incluso afirmó: "Michelle does swell", en un juego de palabras que significa "Michelle lo hizo muy bien".
Y eso fue importante. La mujer, de 44 años, apareció como invitada en un popular talkshow para mujeres en el marco de una campaña para modificar sutilmente la imagen de la que podría ser la primer primera dama estadounidense negra en la historia de Estados Unidos.
Michelle Obama debe aparecer "suavizada". En esta tarea le ayudará Stephanie Cutter, veterana en las campañas electorales que ya trabajó para varios demócratas y fue contratada como asesora especial de Michelle Obama. El The New York Times informó que ya había un nuevo discurso de campaña para Michelle Obama en producción, subrayando especialmente sus raíces, su postura en temas sociales, un discurso dirigido a mujeres y madres.
El mismo Barack Obama describió a su esposa como "una roca", una mujer fuerte y segura de sí misma que siempre le vuelve a poner los pies sobre la tierra, le recuerda sus obligaciones en el hogar, lo desafía y llama las cosas por su nombre. Y que suele irradiar pasión en contraposición con su actitud más tranquila y meditabunda.
Así apareció Michelle, graduada en las universidades de élite de Pinceton y Harvard, en público: una mujer impactante, una personalidad fuerte con opiniones, a veces un poco brusca, una compañera robusta que golpea a su marido la espalda antes de los discursos de campaña para insuflarle ánimos, y que en sus intentos declarados por ser auténtica, sin falsedades, a veces mete la pata.
Eso fue lo que pasó en la campaña demócrata cuando dijo que la candidatura de su esposo había hecho que se sintiera por primera vez orgullosa de su país. Los medios estadounidenses repitieron esta declaración incansablemente, y los más conservadores la trataron de "antipatriótica". La retrataron como una mujer colérica, una separatista y racista en el sentido inverso, llena de resentimiento por la discriminación de los negros, incluso cuando Michelle hizo una carrera brillante como jurista y fue incluso vicepresidente de la Clínica Universitaria en Chicago.
Michelle ya aclaró que su declaración se circunscribe al "proceso político" y que está muy orgullosa de su país. Pero la imagen de una mujer "dura" se coló y los medios conservadores cabalgan continuamente sobre ella. La columnista Michelle Malkin la describó como "la mitad amarga" de Obama, el National Review la llamó Señora Quejas. Ella misma confiesa que tiene el corazón en la lengua y que esto es a veces un riesgo. Así lo ven también los estrategas del candidato. Ahora, este "maquillaje" deberá ayudar a lograr "un cambio profundo", una campaña para "conocer a Michelle como es realmente".
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