El represor sin remordimientos

Arengó a la rebelión militar hasta el último momento

Jorge Rafael Videla en una imagen de 1987.
Jorge Rafael Videla en una imagen de 1987.
Mar Marín (Efe) Buenos Aires

18 de mayo 2013 - 05:03

Símbolo de la última dictadura militar argentina, Jorge Rafael Videla ha muerto sin dar una sola señal de arrepentimiento y alentando a un nuevo golpe de Estado para derribar la democracia de su país incluso después de haber sido condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad.

"No tiene entidad. No está muerto ni vivo, está desaparecido", respondió en plena dictadura el entonces presidente de facto sobre las víctimas del terrorismo de Estado.

Considerado el máximo responsable de la guerra sucia, bajo su mandato de 1976 a 1981 fue asesinada una monja francesa que había cuidado a uno de sus hijos que padecía una minusvalía, recordaba la periodista Miriam Lewin, quien estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), el mayor centro de detención clandestina de Argentina.

Ambas anécdotas definen el carácter de un dictador que escuchó sin pestañear las sucesivas condenas que le impusieron los tribunales por los crímenes de los llamados años de plomo: secuestros, torturas, asesinatos y robos de bebés.

Durante sus cinco años de gestión, organizó el Mundial de fútbol de 1978, con el que pretendió limpiar la imagen internacional de la Junta Militar mientras se multiplicaban las denuncias por violaciones de Derechos Humanos.

También estuvo a punto de declarar la guerra a Chile por un conflicto limítrofe que se superó gracias a la mediación del Papa Juan Pablo II.

Sentado por primera vez en el banquillo durante el histórico Juicio a las Juntas que encabezó el fiscal Julio César Strassera, en 1985 fue condenado por primera vez a cadena perpetua.

Amnistiado en 1990 por el Gobierno de Carlos Menem, años después el juez Baltasar Garzón le incluyó en una nómina de militares argentinos con orden de captura internacional por crímenes cometidos durante la dictadura.

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