La violenta rutina de la guerra
Se cumplen ocho años de la invasión estadounidense en Afganistán
Los marines norteamericanos siguen tratando de romper el dominio de los insurgentes en el oeste de Afganistán, en medio de una triste y violenta rutina, ocho años después del comienzo de las operaciones militares que llevaron a la caída del régimen de los talibanes.
El porvenir del país depende de un debate que tiene lugar a miles de kilómetros de distancia, en Washington: enviar o no refuerzos, sin los cuales el Estado Mayor norteamericano advierte que la guerra podría perderse en un año.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se reunió ayer a puerta cerrada con su equipo de seguridad y mandos militares para analizar un cambio de estrategia.
Mientras tanto, en la provincia de Farah, el Paso de Bhuji Bhast, es un corredor talibán sembrado de bombas artesanales, las llamadas IED (Improvised Explosive Devices, artefactos explosivos improvisados) en el vocabulario militar.
A lo largo de ese paso se suceden los pueblos hostiles a la presencia de tropas occidentales. Un experto en explosivos describe la región como "el peor y el más aterrador lugar del mundo".
Cientos de marines, infantes de Marina norteamericanos, acompañados de soldados del Ejército afganos, emprenden la ruta al alba en busca de bombas.
En las cabañas de adobe, los aldeanos afganos miran sorprendidos a los marines, que registran en busca de material que pueda servir para fabricar bombas.
El cabo Heckler sale de una cabaña con una pila eléctrica cortada en dos y una varilla de carbono en la manos. "La única razón para desmontar así una pila es que alguien haya fabricado IED aquí", dice.
Los IED son el arma favorita de los talibanes, cuya influencia no cesa de aumentar en todo el país, cuando habían desaparecido prácticamente en 2002.
El miércoles, un IED con 27 kilos de explosivos estalló al paso de un blindado detector de minas en Bhuji Bhast, pero no hubo heridos.
Esas bombas baratas y difíciles de detectar son responsables de tres de cada cuatro pérdidas de las fuerzas internacionales.
2009 es ya el año más sangriento para los militares extranjeros en Afganistán, con 400 muertos en lo que va de año.
Desde el 7 de octubre de 2001, fecha en que empezaron las operaciones norteamericanas en Afganistán, perdieron la vida 1.445 soldados extranjeros, 869 de ellos norteamericanos.
El martes, los talibanes advirtieron que están preparados para una "larga guerra", reiterando su exigencia de que las fuerzas internacionales se vayan de Afganistán.
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