Bar / Goma / Bar | Crítica de teatro

El tiempo dilatado de la espera

Los protagonistas de la obra ante el bar que la inspiró y le da título.

Los protagonistas de la obra ante el bar que la inspiró y le da título. / Pablo Porlan

Nacido con vocación de experimentar, el primer fruto de este Teatro Anatómico, San Vito (2022), nos dejó un magnífico sabor de boca, además de mostrarnos la mejor danza de Juan Luis Matilla.

Bar /Goma /Bar, su segunda producción, se aleja claramente de la danza para acercarse al mundo de la palabra, la interacción entre las personas y, formalmente, al mundo del cine, concretamente al denominado Mumblecore (de ‘mumble’, en inglés murmullo), hecho de diálogos personales, a veces improvisados, entre distintos personajes.

El Bar Goma, situado desde hace más de medio siglo en las inmediaciones del cementerio sevillano, les ha servido de inspiración para crear un espacio neutro (un sofá, dos sillones y una mesita llena de bebidas y snacks) que podría ser la sala de espera de un tanatorio o de un hospital donde personas, conocidas o desconocidas, comparten un tiempo de espera.

Ante un presente que no depende de ellos, todos se dejan absorber por el silencio o intentan llenarlo con fragmentos de recuerdos, entregándose a un tiempo excesivamente dilatado, muy habitual en el cine (con sus primeros planos de gestos o de objetos…) pero mucho más difícil de mantener, sin rupturas, en un teatro.

Dichos casi a media voz, los textos suenan a verdad y la música, que es tiempo, tan lasa como las acciones de los tres estupendos actores, se convierte en el único hilo que atraviesa la pieza, desarrollada por completo en un solo registro y en clave realista.

A un lado de la escena, la directora Ana Sánchez Acebedo, hace un pequeño guiño al creador polaco Tadeusz Kantor. De él, dicen, proceden algunos de los conceptos de la obra, como el de la poética de la memoria. Ideas, que no su increíble potencia escénica. Que aún recordamos la conmoción que supuso para cuantos estábamos en la Sala San Hermenegildo, en abril de 1985, esa obra maestra suya que fue La clase muerta.

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