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SIRA HERNÁNDEZ & MANUEL GALIANA | CRÍTICA

La idea, la palabra, la música

Sira Hernández y Manuel Galiana

Sira Hernández y Manuel Galiana / ACTIDEA

Bécquer es, sin lugar a dudas, el poeta más musical de nuestra literatura. Además de por las repetidas referencias musicales que se desperdigan a lo largo de sus poemas, el ritmo interno, la cadencia de los acentos, el pulso interno de sus palabras, inducen a unir palabra y sonido en única expresión poética. De ahí el que se trate de uno de los poetas españoles que más haya inspirado a los compositores en este último siglo y medio desde el fallecimiento del creador sevillano.

La propuesta de espectáculo que anoche abrió el ciclo veraniego del Alcázar pretendía poner a dialogar a dos espíritus tan íntimamente románticos como los de Chopin y Bécquer. No sabemos si el sevillano llegó a conocer la música del polaco, algo poco probable dada la escasa difusión de su música en España en vida de Bécquer y dadas las preferencias de éste por el mundo de la ópera. Pero sí que se pueden establecer apasionantes paralelismos entre ambos, pero siempre que se busquen las mejores correlaciones entre poesía y música.

No fue así en este concierto, en que la palabra ganó ampliamente a los sonidos del piano. Galiana estuvo inmenso, hizo suya la cadenciosidad de las Rimas, se adentró en sus entrañas pasionales, fuera en los momentos más íntimos (“Cerraron sus ojos”), fuera en los más arrebatados (“Olas gigantes”) y supo crear en torno a su palabra un aura de misterio y de comunión con el público. En cambio, Hernández nos ofreció un Chopin relamido, sobrado de rubato, sin relieve, con excesivo pedal, monótono y aburrido. La amplificación metalizó en exceso el sonido del piano.

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