MARIVÍ BASCO & ROBERT CASES | CRÍTICA

Afectos a flor de labios

Mariví Blasco y Robert Cases.

Mariví Blasco y Robert Cases. / ACTIDEA

El regreso de Mariví Blasco a los escenarios sevillanos es siempre una muy grata noticia esperada con alegría por la legión de admiradores que aquí tiene, como se comprobó con el lleno absoluto del recinto y la calurosa y entusiasta respuesta del público tras el recital. Máxime si lo hace con un programa centrado en el Seicento italiano, un terreno en el que la valenciana/sevillana resulta imbatible hoy día.

El recital comenzó a muy alto nivel desde las primeras notas. La voz estaba perfectamente colocada, con su esmalte particular y su brillo inconfundible, con una homogeneidad extraordinaria hasta el punto de que resultaba imposible notar la zona del passaggio. La dicción es siempre clara y la articulación nítida, de manera que se pueden seguir los textos a la perfección. Lo cual no es baladí en tratándose de este repertorio en el que los afectos se corresponden con efectos retóricos. Valga el ejemplo en “Se l’aura spira” de Frescobaldi de la larga vocalización sobre la palabra “penare”. O ese “sospiro” cantado de forma entrecortada en “Dolcissimo sospiro” de Caccini. O el sutil diminuendo con el que se subraya de forma gráfica y sonora la palabra “moro” en la canción “Dovrò dunque morire” del mismo autor.

La voz de Mariví Blasco estuvo en cada momento al servicio de la expresión mediante el énfasis y la acentuación en los momentos fundamentales de cada frase, con una línea de canto que sabía adaptarse al tono anímico de cada pieza. Así, las sutiles variaciones del color y del peso de la voz se aplicaban de manera diferente según la pieza fuese burlesca ("Non si scherzi con amore") o más solemne ("Avrilla mia"). Y como remate un “Si dolce é il tormento” cada vez más interiorizado, más libre, más sentido y con una seguridad técnica que le llevó a un salto a la octava alta en pianissimo realmente escalofriante.

Robert Cases, además de un acompañante preciso e imaginativo, estuvo a un gran nivel en las piezas a solo, con una articulación sumamente clara y un fraseo muy cuidado, con un uso muy sutil y elegante de los cambios dinámicos. Ello le llevó a firmar una de las mejores versiones en vivo que recuerdo de la Toccata arpeggiata de Kapsberger, cuajada de sutiles matices dinámicos y de una intimidad e introspección extraordinarias.

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