Christian Zacharias, el piano de etiqueta
El músico alemán ofrece interpreta esta noche en el Teatro de la Maestranza obras de Haydn, Schumann y Debussy
El ciclo de Pianistas del Teatro de la Maestranza viste sus mejores galas para recibir de nuevo a Christian Zacharias (Jamshedpur, 1950), músico alemán nacido en la India, uno de los más exquisitos y elegantes artistas del piano que hoy puedan verse y oírse en los escenarios internacionales. Alumno de Vlado Perlemuter, de quien heredó sin duda la claridad y la nitidez de su sonido, sólo hay que citar a los maestros a los que Zacharias considera sus grandes antecesores para hacerse una idea de su concepción del instrumento: Dinu Lipatti, Clara Haskil, Géza Anda, una triada de pianistas obsesionados por la pureza del sonido, la transparencia, el análisis, la profundidad libre de gangas y de extravagancias. No resulta extraño por ello que sean Scarlatti, Mozart, Haydn, Debussy o Ravel los compositores con los que más se lo relacione.
Multipremiado en su juventud (Concurso de Ginebra en 1968, Van Cliburn en el 73, Ravel en el 75), Zacharias se ha convertido además en un más que notable director, arte en el que se reconoce rendido admirador de las maneras del rumano Sergiu Celibidache y su forma de integrar los detalles en la estructura global de las obras. En este arte de equilibrar los aspectos verticales de la música (armonía) con los horizontales (melodía, ritmo) descansa buena parte del secreto de un estilo de interpretación que busca comunicarse con el oyente a través de la claridad y la desnudez antes que de las demostraciones de deslumbrante virtuosismo.
Arte de esencias, de lo aparentemente simple, que por eso se adapta de forma admirable al despejado horizonte sonoro de los grandes maestros del Clasicismo, ahí donde el equilibrio y la claridad lo es todo, ahí donde se escucha (o debería escucharse) todo, donde el más insignificante desajuste derrumba un edificio completo. Y a Sevilla Zacharias vuelve no con Mozart, uno de sus habituales compañeros de aventura artística, sino con el otro gran clásico, Haydn, cuya música pianística fue mucho tiempo minusvalorada, desplazada por el brillo intenso de sus cuartetos y sinfonías. Hoy, gracias a pianistas como Zacharias, la pureza y distinción de esta música incomparable vuelve a ser apreciada en toda su grandeza. Junto a las dos sonatas haydnianas (nos. 44 y 39) que abrirán y cerrarán su recital, el pianista alemán propone al compositor romántico que posiblemente más y mejor conoce, Schumann, cuya Humoreske Op.20 es una invitación a la continua sorpresa, por su carácter rapsódico y cuasi improvisado; y seis Preludios del Libro I de Debussy, música audaz, innovadora y fascinante, que en la primera década del siglo XX inauguró una forma de entender la modernidad por completo diferente a la que los compositores vieneses experimentaban por la misma fecha.
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