Dmytro Choni | Crítica

Un cañón cargado de poesía

El pianista ucraniano Dmytro Choni abrió el Festival de Primavera en la Maestranza

El pianista ucraniano Dmytro Choni abrió el Festival de Primavera en la Maestranza / D. S.

Me pareció que en la presentación del tema del Scherzo que constituye la primera rapsodia de la Op.79 de Brahms, Dmytro Choni (Kiev, 1993) se dejó llevar por la vehemencia, pero poco aportaba de flexibilidad a la línea ni de matiz a las dinámicas como para hacer de su interpretación algo diferente a la que tantísimos pianistas del mundo pueden ofrecer hoy. El sonido era poderoso (acaso demasiado para el pequeño salón en que tuvo lugar el concierto) y toda la energía de la música brahmsiana estaba ahí, pero faltaba sutileza.

Fue llegar el trío y todo cambió: Choni se hizo poeta y la música se adueñó de cada rincón de la sala. Porque fueron esas, la sutileza y la poesía, a partir de un legato prodigioso y de un soberbio control del tempo, las armas que dominaron un programa en el que había que ofrecer virtuosismo y músculo (¿cómo si no tocar la Sonata Dante de Liszt o la Op.22 de Ginastera?).

Este joven ucraniano, ganador el verano pasado del Concurso de Santander, cuadró su círculo: sumergió el poderío vibrante de los pasajes más endiablados, tocados con una claridad y una articulación memorables, en una visión llena de detalles, sensibilidad y ternura (esas romanzas de Rajmáninov, que se cuidó muy mucho de contrastar con la intensidad robusta y casi cinética del Momento musical).

En sus piezas lisztianas, la meditación y el lirismo equilibraron el dramatismo conflictivo del Dante, y en el tour de force final con la Sonata nº1 de Ginastera se sumó a la fiesta el color, que dio a la rítmica enfurecida y febril de la obra un ropaje inesperado de sensualidad y calidez.

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