Emocionante viaje al tango, el bolero y la ranchera

Raphael ofreció anoche en el Auditorio Rocío Jurado su nuevo espectáculo, 'Te llevo en el corazón', donde rescató el sonido de las grandes orquestas

Agradecido por el cariño, el artista quiso recordar al desaparecido representante Francisco Gordillo.
Agradecido por el cariño, el artista quiso recordar al desaparecido representante Francisco Gordillo.
Ricardo Castillejo / Sevilla

20 de junio 2011 - 05:00

Como el más sabio -y el más experto- de los chefs, Raphael ofreció ayer al público sevillano un excelente menú de cinco estrellas que, a pesar de las casi tres horas de duración, supo a poco. Tangos, boleros y rancheras fueron los tres platos principales que el cantante supo aderezar con exquisitos entremeses como Ahora, tema con el que, sin la banda aún posicionada, el de Linares salió a saludar a esos fieles admiradores que, año tras año, no faltan a la cita sevillana con el que, sin duda, es el solista español más incombustible de todos los tiempos.

Una figura que ha sabido construir una carrera profesional coherente y que, a pesar de poder vivir -hace ya bastante- de las rentas, no se conforma jamás con sus logros, atreviéndose con nuevas aventuras como ésta de Te llevo en el corazón, disco y gira donde, en plena crisis, el artista ha optado, precisamente, por un despliege musical inusitado para los tiempos actuales a través del cual, volviendo a las épocas de las grandes orquestas -sin pantallas ni excesivos efectos luminotécnicos que desvíen la atención-, demostró que, igual que en su famosa letra, "sigue siendo aquél".

Así, tras recordados títulos como La noche y Mi gran noche, llegó el sonido del bandoneón y, con él, los tangos. A media luz, Yira, Yira, o un pequeño homenaje al género con la interpretación a dúo, gracias a la técnica, de Volver, junto al gran Carlos Gardel. Nuevo repaso a clásicos de la trayectoria del protagonista de la velada -Hablemos del amor o Maravilloso corazón- y las delicatessen se siguen sucediendo en forma de boleros -Somos, Tres palabras...- y, por último, rancheras como Fallaste corazón. Todo un espectáculo, en el amplio sentido de la palabra, donde no faltaron detalles en el vestuario como un sombrero negro o una chaqueta blanca a través de los que se iba marcando géneros que, poco o nada cultivados hasta ahora por Raphael, abren nuevas posibilidades para su privilegiada garganta. Disciplinado y perfecto en la ejecución de estas letras y ritmos, este maestro deja claro que nada es imposible si las ganas de aprender permanecen.

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