El teatro, una estupenda vía de sanación

En una sociedad dominada por los realitys televisivos, no es extraño que se utilice el escenario -el territorio por excelencia de lo posible y lo experimentable-, como terreno de juego para confrontar las distintas versiones de un pasado que, de un modo u otro, conforma nuestro presente.

Es lo que ha hecho, con gracia, profesionalidad y mucha ironía, el autor, director y actor David Montero con su nuevo trabajo de autoficción: un tête à tête con la que fuera su pareja durante diez años, la bailaora Belén Maya.

Buen actor y muy cómodo en su fórmula de cómico que se dirige continuamente al público, Montero conduce la acción y la historia, aderezándola con noticias de su vida: sus penurias económicas, sus mil novias, guiños a personajes del pasado, como el del Conde-duque de Olivares (con Antonio Álamo, su autor, en la sala), entrevistas con programadores como el de la Bienal de Flamenco (también en la sala), etc.

Belén por su parte, con bata de cola negra, se expresa bailando, como bien sabe y, cuando habla, deja claro que su versión difiere bastante de la de su ex.

Sin entrar en su relación como artistas –hicieron ocho espectáculos juntos en los que ella sin duda se empequeñeció para acompañarlo- Maya, entre otras cosas, le echa en cara su infidelidad y lo define como “su mayor decepción”.

Auténticos dardos tamizados por el humor y por la presencia en escena de la Novia Pagana, cuya aportación, más que musical, es la de diluir la eventualidad de un auténtico combate a dos. Una buena vía de sanación para las heridas del desamor.