Imaginario para el estómago
Crítica 'Qué difícil es ser un dios'
QUÉ DIFÍCIL ES SER UN DIOS. Ciencia-ficción, Rusia, 2013, 177 min. Dirección: Aleksei German. Guión: A. German y Svetlana Karmalita. Fotografía: Vladimir Ilin, Yuri Klimenko. Intérpretes: Leonid Yarmolnik, Aleksandr Ilyin Jr., Yuriy Tsurilo, Yevgeni Gerchakov, Aleksandr Chutko, Oleg Botin, Dmitri Vladimirov, Laura Lauri. Mañana, viernes, en el Teatro Alameda.
Como a tantos otros cineastas, llegamos a Aleksei German demasiado tarde, con su última película, rodada a lo largo de más de una década y terminada por su hijo poco después de su muerte en febrero de 2013.
Las enciclopedias y artículos nos hablan de un cineasta disidente y extremo desde sus primeros trabajos en los 60 y 70 (El séptimo satélite, Control en los caminos), amante del blanco y negro y los retos estilísticos, también de un perfil megalómano que intentó en sus seis películas alcanzar el lugar de privilegio de su padre, el escritor Yuri German, en las páginas de oro de la cultura rusa del siglo XX.
Llegamos a German con su obra postrera, una pieza de enormes dimensiones y ambiciones, un fresco descarnado, crudo y sin centro que nos sumerge, literalmente y sin descanso, en el fango y las excrecencias (materiales y morales) de un planeta indefinido anclado en la era medieval al que llegan unos científicos que serán tomados por dioses, como en aquella memorable novela de Kipling adaptada por Huston.
Qué difícil es ser un dios somete a su espectador a una experiencia audiovisual límite y agotadora, torsionando y deformando sus imágenes en busca de una continuidad y una suerte de tridimensionalidad de raíz pictórica (Brueghel el Viejo y El Bosco son los referentes) que hagan de la pantalla un espacio para la experiencia física antes que para el relato y su flujo. El que nos cuenta, empero, adaptación de la novela de los hermanos Strugatskiy (Stalker), no queda ya tan claro. Si acaso el incesante hormigueo de seres y animales nos remite a las simas de una Rusia arcana, brutal y salvaje en la que las fuerzas primarias vencen sobre todo hilo de luz y civilización, donde la supervivencia y el cuerpo parecen ser el único horizonte del hombre entre las bestias propias y ajenas.
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