Isabel Vázquez celebra su madurez en el Central con 'Hora de cierre'
La coreógrafa sevillana reflexiona sobre lo efímero de su oficio con una obra que reivindica la veteranía y el placer de bailar El montaje se representa mañana y el viernes en la sala B
A veces, son los detalles cotidianos, aparentemente banales, los que inician la reflexión más profunda, las sacudidas interiores más dolorosas. La sevillana Isabel Vázquez tenía que completar un formulario para el colegio de su hijo, y el campo "Profesión de la madre" le provocó de improviso cierta vacilación. Esta licenciada en Historia del Arte siempre "había tenido muy claro" el oficio al que se había dedicado -no en vano, el suyo es uno de los capítulos más interesantes de la historia de la danza reciente en Andalucía-, pero esa vez se le resistió la respuesta. "¿Bailarina?", se preguntó entonces, mientras el miedo ganaba terreno en su ánimo: algún día, temió, las limitaciones físicas la obligarían a dejar de bailar. Esa certeza de lo efímero fue el punto de partida de Hora de cierre, una obra que presenta mañana y el sábado en el Teatro Central, y en la que la coreógrafa evita caer en las lamentaciones y, por el contrario, acaba celebrando la plenitud alcanzada tras el camino recorrido.
"A diferencia de otras profesiones, donde la madurez es un valor, en la mía ocurre algo contradictorio: el cuerpo deja de responder como uno quiere, pero en un nivel interpretativo sientes que estás en un momento magnífico", asegura Vázquez, en cuya cabeza resonó la terrible afirmación de Martha Graham: Más que cualquier otro ser humano, un bailarín muere dos muertes: la primera, la física, cuando el cuerpo poderosamente entrenado ya no responde como uno lo desea. En la danza, la madurez suele coincidir "con que dejan de llamarte, dejan de hacerte ofertas", añade la bailarina sevillana, y los intérpretes se ven abocados a "reinventarse, a hacerse profesores o coreógrafos", observa la hasta hace poco responsable del Centro de las Artes Escénicas e impulsora de varios espectáculos a través de su empresa Excéntrica Producciones, que plantea su nuevo montaje como "una reivindicación para que a los bailarines con una edad nos sigan dando nuestro sitio, porque tenemos historias que contar". Un enfoque que no hace "desde el victimismo, porque Hora de cierre tiene sentido del humor". A pesar de su título, inspirado por una composición de Tom Waits, Closing Time, la propuesta no es la constatación de un final, "sino de una esperanza", valora la protagonista de Yo cocino y él friega los platos, una de sus propuestas más celebradas y a la que dedica un breve homenaje en la pieza.
Pero la intención de la creadora no es dejarse llevar por la nostalgia, sino por la celebración del presente, de esa nueva Isabel Vázquez que ha surgido del encuentro consigo misma. "Me falta tiempo porque trabajo como profesora, y este espectáculo lo he preparado en mis descansos, en mis vacaciones. He estado a solas y he dado con cosas que para mí son nuevas, como otra manera de moverme", argumenta Vázquez, que codirige la obra junto a Paloma Díaz y escribe los textos, un apartado en el que ha tenido la colaboración de Antonio Álamo. Frente a algunos compañeros suyos que en sus trabajos dan cada vez más cancha a la palabra que al movimiento, Vázquez elige "el placer de bailar, bailo muchísimo. De hecho, hago canciones enteras, desde el principio hasta el final, algo que no se lleva mucho ahora, y en algún momento le digo al público: Me voy a echar un baile, con el que disfruto muchísimo.No tengo nada en contra de los espectáculos teatrales, pero es así como me expreso mejor" .
Con una escenografía "muy sencilla" acorde con el carácter intimista de este solo, Hora de cierre "huye de los topicazosque hay en la danza contemporánea", de esas dinámicas repetitivas y viciadas en las que caen sistemáticamente los creadores de este (o de cualquier) ámbito. "Es curioso, pero nosotros mismos descartamos ideas porque nos queremos ceñir a un patrón. Decimos: No, esto no lo voy a hacer, que no es contemporáneo", expone, antes de confesar su recelo a los "desahogos literarios", esa ampulosidad y ese afán de trascendencia con los que a menudo se intentan vender las coreografías. A Vázquez le agrada resumir en unas sencillas ideas su trabajo, como una "celebración de la madurez" y de la "reconciliación con lo que soy ahora".
Este proceso de autodescubrimiento consigue conectar con los espectadores por la autenticidad que encierra, destaca Elena Carrascal, encargada de la distribución del espectáculo a través de su productora 8co80. "Hicimos un preestreno en el Festival de las Artes del Movimiento, en Tenerife, donde no teníamos amigos y la reacción no pudo ser más positiva. Presentamos luego la obra en las Naves del Matadero, en Madrid, para profesionales de las artes escénicas. Se quedaron sorprendidos con una apuesta tan verdadera: todos los que ven el espectáculo hablan de la verdad que tiene", sostiene Carrascal, para quien Hora de cierre, a pesar de sus modestos presupuestos, "no se queda en algo pequeñito, es grande: Isabel lo hace grande".
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