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Israel Fernández | Crítica

Sensualidad del cante actual

Israel Fernández, en un momento de su recital.

Israel Fernández, en un momento de su recital. / Archivo de la Bienal/Claudia Ruiz Caro

Universo flamenco: porque la propuesta hace un recorrido por todas las emociones de lo jondo. Quizá fueron las cantiñas el único de los estilos fundamentales que no acudió a la cita. La segunda parte fue modélica, con el cantaor y el guitarrista como protagonistas exlusivos de la propuesta. Empezó esta parte con una personal manera de entender la taranta, respetosa, a la vez, con la tradición, pero llevada a su universo cantaor. Luego unas guajiras marcheneras muy bonitas, sensuales, plenas de colorido, para rematar con una seguiriyas atronadoras, viscerales, en carne viva. En la primera parte se encontró con la soleá, con los tientos que remató con unos tangos de sabor setentero. Y con la granaína, un estilo no muy frecuente del que hizo una melodía felicísima. En la mitad del concierto se acompañó a sí mismo al piano para ofrecer una milonga del gran Rafael Farina, Vino amargo, uno de los grandes éxitos del cantaor, que Israel Fernández ejecutó con brillantez. En el desenlace del recital volvió al soniquete de bulerías con el que había empezado el concierto para ofrecer, finalmente, una propina por fandangos naturales muy enjundiosos.

Pero no se trata, solo, del conocimiento de los estilos, del dominio del repertorio tradicional, traído, eso sí, a la sensibilidad actual. Israel Fernández se ha convertido en una estrella flamenca, también, por poseer un instrumento delicioso. Una enorme sensibilidad cantaora. Un timbre muy bello, pleno de coloridos armónicos. Y una técnica sobresaliente que no apabulla porque parece que lo hace todo de forma natural, incluidos los complicados trabalenguas de Pastora Pavón con los que concluyó formalmente el recital. Es un superdotado. Un virtuoso del melisma. Y también del compás, capaz de llevar la melodía un poco más allá, cada vez. Con cuatro discos en el mercado se ha convertido, como digo, en una estrella de lo jondo. Con todo el merecimiento. Este año que los artistas jóvenes se van a convertir en las estrellas del cante de la Bienal, por ausencia de los pesos pesados de la generación anterior (los Tomasa, Villar, Panseco, Pele ...) este de Israel Fernández va a ser, sin duda, uno de los conciertos de cante que no olvidaremos.

El cantaor vino acompañado, como hace habitualmente, por uno de los grandes guitarristas de hoy. Diego del Morao ofreció un acompañamiento ejemplar para el cante, pleno de compás, el que aprendió en casa. Pero también muy personal, el propio de uno de los grandes de la guitarra actual, como demostró, brevemente, en la delicia por bulerías que nos ofreció: puro Jerez, Morao destilado, pero personalísimo al tiempo, llevando el concepto de la familia un poco más lejos, a la sensibilidad actual, sí, pero conquistando nuevos territorios, asimismo, para la guitarra jonda.

Aunque los conciertos que está ofreciendo la Bienal en este espacio están programados en su comienzo a las 20 horas, todos sin expeción han empezado, hasta ahora, con 20 minutos de retraso.

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