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Cultura

Israel: tesis, antítesis, síntesis

Director: Nadav Lapid. País: Israel-Francia. Año: 2011. Duración: 107 min. Intérpretes: Yiftach Klein, Yaara Pelzig, Michael Mushonov, Ben Adam, Michael Aloni.

Escondida en la sección First Film First/Eye on Films, reservada a operas primas, la cinta israelí Policeman, Premio Especial del Jurado en el último Festival de Locarno, bien hubiera merecido un lugar más destacado en la Sección Oficial o, por lo menos, representar a su país en la selección EFA, a donde ha ido a parar la mediocre comedia cuartelera de tosco mensaje pacifista Infiltration.

La primera película de Nadav Lapid, recién estrenada en su país con algunos problemas de censura, lo que siempre augura algo bueno o estimulante, se articula en dos partes diferenciadas y aparentemente independientes que un tramo final se encarga de relacionar para exponer su tesis, su antítesis y su síntesis final en indudable clave marxista y godardiana.

En la primera, asistimos a la descripción minuciosa y prudencialmente distanciada de los rituales viriles y machistas de un grupo de miembros de las fuerzas especiales antiterroristas en tiempo de calma, a través de la rutina cotidiana de uno de ellos, aparente líder del comando, que espera un hijo con su pareja.

En la segunda, seguimos los pasos dubitativos y algo ingenuos de una célula de jóvenes anarquistas de clase media-alta que, con el pretexto de una crítica a las desigualdades sociales que asolan Israel, planifican un secuestro dictado por el lema "es hora de que los pobres sean ricos y que los ricos mueran". Será un tercer bloque el que vincule y enfrente a los dos grupos.

Lapid se muestra preciso y contenido sobre sus materiales argumentales, con una puesta en escena seca, enérgica y depurada que no da concesiones a la identificación, a la toma de partido o a la psicología. La suya es una mirada que destila un sutil humor negro cimentado desde la observación, el extrañamiento de la realidad y el escrutinio de acciones y comportamientos sin buscar una implicación emocional.

La fotografía de tonos fríos, la ausencia de música y un interesante tratamiento sonoro nos sitúan como espectadores de una pecera humana a través de la cual se pueden contemplar los temas cruciales del Israel contemporáneo (algunos de ellos, sorprendentemente premonitorios de las últimas revueltas en las calles) con la voluntad de llamar la atención sobre el constante desvío hacia el eterno conflictopalestino que ha contaminado el ambiente mientras desde las esferas del poder se silencian y ocultan otras importantes lacras sociales.

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